En 1992, Bill Clinton se enfrentaba a George Bush (padre) por la presidencia de los EEUU. Su estratega de campaña, James Carville, le indicó enfocarse en las necesidades cotidianas de los ciudadanos. Un cartel en las oficinas de campaña contenía uno de los mensajes principales: “es la economía, estúpido”. La economía siempre incide en las elecciones, con más intensidad en momentos de crisis. Ahora bien, hay dos maneras de abordar esta relación. La primera es ver el efecto de la política (alianzas, candidatos, propuestas electorales) en la economía. La segunda es el camino inverso: qué impacto tiene la economía (en especial la microeconomía) en decisiones políticas como el voto. Ambos fenómenos son inseparables, aunque distinguibles. La comunicación política interviene aquí, específicamente, ante el desafío de cómo relatar la crisis económica.
Todas las fuerzas electorales reconocen la delicada situación, pero la relatan de modo diferente. Ante todo, datos: la economía es la principal preocupación de los argentinos. La tríada inflación/desempleo/pobreza son los principales problemas que revelan los sondeos de opinión pública. La mayoría de los encuestados dice que su economía personal está peor que en 2015 y creció el pesimismo sobre el futuro. La imagen positiva de Mauricio Macri y de su gestión están en sus índices más bajos y entre las sensaciones que genera el Presidente, de acuerdo con mediciones propias, la decepción le ganó terreno a la esperanza. Sin embargo, a pesar de esta insatisfacción, un porcentaje de electores votaría a Macri por una identificación ideológica, la cual puede ser en términos políticos o económicos. En el primer caso, el alto nivel de rechazo que mantiene Cristina Fernández en distritos como Córdoba favorece una intención de voto de Macri mayor que la percepción positiva de su imagen o gestión, en caso de producirse un ballotage. Una identificación en tér
En minos económicos está vinculada a compartir la visión del mercado como principal regulador de la economía. La disputa se centrará en aquellos electores, habitualmente llamados ‘indecisos’, que deciden su voto de acuerdo con la coyuntura. Allí lo económico tiene su peso, pero también inciden cuestiones políticas, emocionales y actitudes de los candidatos, entre otras. Frente a ellos, construir una explicación de la situación actual y generar expectativas de futuro serán ejes centrales de la campaña para cualquiera de las fuerzas en competencia. El Gobierno atribuyó los malos indicadores a situaciones externas como ‘la pesada herencia’ o ‘la crisis mundial’.
Estas variables de interpretación fueron perdiendo capacidad explicativa para la situación actual. Pero la apelación de ‘no volver al pasado’sigue conteniendo a un tercio del electorado. A ello se agrega la dimensión del sacrificio: “Estamos cambiando en serio luego de 70 años de atajos”. La fórmula Fernández-Fernández, por su parte, atribuye la responsabilidad de la crisis al gobierno actual, convoca a una ‘reconstrucción’ a partir de una alianza gubernamental (más que electoral) y se inclina por asociar la posibilidad de un futuro promisorio a las soluciones ya implementadas en un pasado exitoso (el periodo 2003-2007, con Alberto Fernández como jefe de gabinete). Una encuesta reciente de Gustavo Córdoba indica la percepción favorable hacia Alberto Fernández como capaz de resolver cuestiones como pobreza, inflación y crecimiento económico. Los indicadores económicos están a la vista y forman parte de la vida diaria de muchos sectores que han visto deteriorada su capacidad de consumo. Será tarea de la comunicación política construir relatos que permitan, particularmente al arco opositor, hacer de la economía un factor preponderante en la decisión electoral. O, por el contrario, que permitan diluir la importancia del tema. La efectividad de cada uno dependerá de la fortaleza de esa interpelación.
María Soledad Pavesi es directora de la consultora Explanans.
