El costo argentino es desmesurado, ya que las infinitas corporaciones gozan todas de algún privilegio. Urge reconocer el problema, para encarar una solución.
La capacidad para adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos parece ser un rasgo distintivo de los argentinos contemporáneos. Confiamos en tener éxito, a pesar del estrés de una adversidad.
La realidad es que, en cada situación traumática, surge una norma “salvadora”; así y como ejemplo, en la crisis de 2002 los que teníamos una deuda nominada en dólares gozamos de la pesificación a expensas de los ahorristas. Más recientemente, los deudores de créditos UVA se beneficiaron con un congelamiento a expensas del erario público. Si algún sector empresario está en crisis, un salvataje contenido en alguna ley, o una resolución ad-hoc, acude al rescate. Es que el Estado argentino está “al alcance de todos”.
La República Corporativa. La República Corporativa es un libro escrito por un erudito, en lenguaje comprensible.
El desorden mayúsculo que genera una legislación exuberante y anárquica, para satisfacer cada segmento corporativo, se inició en la década de 1950 y no ha detenido su crecimiento. Esto posibilitó que le reedición del libro de Jorge Eduardo Bustamante fuera posible con el texto original, impreso hace 34 años.
El autor entiende por corporativismo a un modelo de relaciones entre el Estado y las demás instituciones. En este sistema, el gobierno cumple el rol de arquitecto del orden, definiendo y delimitando el ámbito de la actividad de cada grupo y coordinando el funcionamiento de las asociaciones privadas.
Así, el corporativismo percibe a la sociedad como un cuerpo, cuyo cerebro está ocupado por el Estado; en el caso solo los funcionarios, como cabeza del conjunto, están en condiciones de apreciar el bien común. Esto originó la “sociedad bloqueada”, una sociedad rígida, donde la obstaculización recíproca, por un número creciente de disposiciones, hacen luego necesarias aclaraciones y excepciones que los distintos sectores reclaman, en un forcejeo corporativo. La sociedad se tornó ingobernable por la inestabilidad económica generada por la profusión de normas creadas a favor de cada nicho de preeminencia.
La resiliencia verdadera. Naturalmente, los argentinos sentimos vergüenza en reconocer los privilegios propios e incluso en denunciar los ajenos. De allí que se ha desarrollado una suerte de connivencia colectiva, forma hipócrita de “vivir y dejar vivir”, tolerando los abusos de los demás como forma de que los propios no sean objetados.
Se trata de la resiliencia real: asimilamos la adversidad de la República Corporativa, auto engañándonos triunfalmente con las prerrogativas que nos otorga.
Felizmente, el Dr. Bustamante también escribió, en 1993, “Desregulación”.