En psicología la resiliencia es la capacidad de superar vivencias traumáticas. Ese impulso de pararse sobre las cenizas de la propia tragedia es la clave para entender la historia de Candelaria Gigena, una joven de 24 años que hace dos años conoció, junto a su novio Nicolás, al psicólogo Marcelo Bazán en uno de los centros Dolto ubicado en Córdoba.
Fue a través de una consulta por un cuadro depresivo. Terminaron mudándose a una casa en Carlos Paz como miembros de la organización que lideró Bazán, aislados totalmente de sus familias y amigos; despojados de bienes y sometidos a las decisiones del profesional.
Los hechos relatados por sus numerosas víctimas incluyen consumo de drogas, abuso sexual, misoginia, sometimiento , violencia verbal y física.
Candelaria fue una de las víctimas. Durante dos años rompió toda relación con su familia y recién la recuperó -en forma paulatina- en agosto.
PERFIL COR DOBA fue testigo del encuentro de Candelaria con su mamá, Gisella, quien jamás dejó de buscarla a pesar de que le prohibían tomar contacto con ella.
Prefirió no ser fotografiada, aunque sí aceptó contar sus vivencias. “Fue una experiencia horrible”, destacó con lágrimas en los ojos. Además de Candelaria tiene otras dos hijas y hace un año y medio tuvo un bebé, a quien “ella no quiso conocer cuando nació”, recuerda con pesar al tiempo que relata que su hija, antes de pertenecer al grupo sectario, era “familiera y tenía muchos amigos”.
En primera persona. Con voz firme y convencida de dar vuelta la página de su vida que la ligó a Marcelo Bazán, Candelaria contó algunas escenas de los años en que estuvo atrapada en la red. “Nos analizaba y manipulaba, solía decir que si a cada sucursal una vez por año llegaba alguien que tenía plata, había que captar a esa persona”. “La llevaba a Carlos Paz, la estudiaba emocionalmente y terminaba despojándola de todo”, recuerda. Fue lo que le ocurrió a Nicolás. Cuando se enteró que tenía casas y bienes de valor “lo fue manipulando, alejándolo de la familia”, explica y agrega: “Ahora me doy cuenta que planificó cada cosa al detalle”.
A mediados de año Bazán les organizó un viaje a Europa. Antes de eso “hizo que Nicolás extendiera un poder a nombre de otro psicólogo, Pablo Inacio”. Con ese documento transfirieron numerosos bienes inmuebles y autos. “Todo eso tendrá que volver algún día” a su patrimonio, señala Candelaria mirando al piso.
Sumisión total. “Nico le decía papá a Bazán” recuerda la joven y refiere que le dieron instrucciones para hacer el trámite de cambio del apellido. “Si le deben la vida a su madre le pagan y no le deberán más nada “, era el argumento para alejarlos de sus afectos.
El 1 de junio partieron desde Argentina rumbo al viejo continente. En Barcelona compartieron un departamento con Bazán y Paola, su pareja. Estando allí “se le soltó la cadena (sic). Una vez quebró una copa apretándola con una mano, quedó ensangrentado“. “Decía que en Córdoba conspiraban para matarlo y que para cuidarnos nos había llevado lejos. Nunca supe de quién hablaba. Hizo una lista negra de personas a quienes él planeaba matar, entre los cuales había familiares nuestros”.
Comenzaron a darse cuenta de que algo raro pasaba.
Así, decidieron escapar. Ella sacó su pasaporte de una caja fuerte y se fueron a un hotel. “Tuvimos miedo porque las personas con las que supuestamente contamos en Córdoba nos bloquearon el teléfono y nos dijeron que habíamos sido expulsados. Nos dieron la espalda. Y nos quedamos sin nada”, relató la joven.
Mientras tanto, Bazán era detenido por orden de la fiscal de Río Segundo, Patricia Baulíes, ante quien los familiares de Nicolás habían presentado la denuncia porque el psicólogo lo había despojado de inmuebles y autos de alta gama; además de amedrentarlos a través de sicarios. La fiscal se debió apartar y la causa quedó radicada en la fiscalía de Alta Gracia, a cargo de Diego Fernández. Allí, Bazán y varios secuaces están imputados por extorsión, amenazas agravadas, coerción y aprovechamiento de personas.
En forma inminente la fiscal federal Graciela López de Filoñuk promoverá acción penal en su contra y otros colaboradores por el delito de trata de personas, incluyendo una serie de prácticas que abarcan la captación de “pacientes” a quienes manipulaba y aislaba de sus familias y amigos para terminar apropiándose de bienes de alto valor.
Candelaria y Nicolás regresaron al país en septiembre, cuando el líder de la secta ya estaba preso. Gisella recuerda que el primer contacto con su hija fue un escueto y tierno mensaje para el día del niño: “Feliz día”. Candelaria continúa: “Cuánto me hizo perder… pero ya pasó todo; solo quiero que siga preso porque hay muchas víctimas que todavía no se animan a hablar; algunas pasaron cosas horribles, tienen miedo. Por suerte, nosotros pudimos restablecer vínculos”.
UN PROCESO DIFICIL Y PROLONGADO
Pablo Salum, fundador de la red LibreMentes, fue convocado en este caso por Gisella, la mamá de Candelaria, cuando no sabía cómo hacer para acercarse a su hija. Consultado por este medio respecto a cómo hizo para tomar contacto con la pareja mientras estaba bajo la influencia de Bazán, respondió que “se trata de procesos difíciles y prolongados porque hay que respetar los tiempos de procesamiento mental de las víctimas, reorganizar sus pensamientos para que puedan volver a razonar por sí mismos”.
En este caso, “no solo fue ese trabajo: también logré revincularlos a sus seres queridos, por lo cual fue con ellos y sus familias”. Además, reveló que “el porcentaje de recuperación de víctimas captadas es muy bajo”, pero que en la red de Bazán “sucedió algo poco habitual, un éxito prácticamente total”. Fueron por lo menos cinco familias las que recuperaron o están en proceso de reencontrarse con sus seres queridos.
Salum cuenta con una vasta experiencia y actualmente aplica un protocolo de asistencia a personas captadas por organizaciones de tipo sectario.