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LAS ESCUELAS DE MILEI

Sesgos cognitivos y discurso presidencial

En el discurso presidencial se encuentran referencias explícitas a la escuela austríaca de economía.

congresodiciembre03-03-2024
ASUNCIÓN. En diciembre, el presidente dio su primer discurso de espaldas al Congreso. | CEDOC Perfil

En el discurso presidencial se encuentran referencias explícitas a la escuela austríaca de economía. En efecto, en numerosas de sus apariciones públicas, el Presidente de la Nación ha señalado que, hace unos años, se convirtió a esa escuela y que a ella le debe buena parte de sus ideas sobre dolarización y otras medidas y reformas que han sido tomadas en estos primeros meses de gobierno.

Sin embargo, cabe sospechar que esa no es la única escuela de economía en la que se apoya el discurso presidencial. En efecto, es posible encontrar en ese discurso numerosas afirmaciones en las que se advierte un uso implícito de algunos hallazgos de la denominada economía conductual, asociada con los trabajos de Daniel Kahneman y Amos Tversky, el primero de ellos premio Nobel de Economía. Estos autores trabajaron sobre los errores recurrentes que las personas cometemos al razonar y tomar decisiones. Caemos en esos errores, denominados también sesgos, sin darnos cuenta, de manera casi automática, en virtud de cómo hemos sido educadas o en virtud de la estructura de nuestro cerebro, entre otras cosas.

Dada esta deficiencia en nuestro razonamiento, en ocasiones tomamos decisiones equivocadas: invertimos de manera desfavorable nuestro dinero; elegimos de manera errónea el modo de desplazarnos de un lugar a otro; no reciclamos adecuadamente nuestros desechos o, incluso, elegimos un producto sin advertir todas las opciones disponibles. Ahora bien, los descubrimientos científicos suelen tener un lado luminoso y un lado más oscuro. El lado luminoso de la identificación de los sesgos es el desarrollo de estrategias para lograr que las personas, a pesar de la inevitabilidad de los sesgos, tomen las decisiones correctas. Así, por ejemplo, en vez de que las personas elijan dónde invertir sus fondos de jubilación, se establecieron procesos de inversión por defecto, más beneficiosos que el promedio de las elecciones libres, quedándole a las personas la opción de cambiarlos. Se trata de lo que Richard Thaler (también premio Nobel de Economía) y Cass Sustein, llamaron “arquitectura para la toma de decisiones” y, de ese modo, dar a las personas el empujoncito que necesitan para evitar equivocarse.

Sin embargo, el descubrimiento de esos sesgos abrió también la puerta a la posibilidad de aprovecharlos para incidir en las actitudes o las decisiones de las demás personas. ¿Cuál es la diferencia entre el empujoncito y el aprovechamiento? El empujoncito tiene la pretensión de acercar a la persona la mejor decisión que tomaría si considerase de manera correcta toda la información relevante que tiene disponible. El aprovechamiento, por el contrario, sucede cuando se restringe la información para impedir, precisamente, que la persona delibere de manera racional (es decir, considerando adecuadamente toda la información relevante) y para lograr que asuma, de manera casi inconsciente, una actitud o tome una determinada decisión.

En el discurso presidencial es posible advertir el recurso a diferentes formas de sesgos cognitivos. Por ejemplo, el más sencillo de advertir es el aprovechamiento del sesgo de anclaje. Este sesgo, en esencia, consiste en la tendencia a hacer una estimación a partir de un valor inicial (que funciona como ancla). Por ejemplo, hay estudios que muestran que, en ocasiones, los jueces que tienen que fallar sobre el monto de una indemnización, tienden a fijarla en un monto similar a una magnitud que hayan escuchado antes de entrar a la audiencia.

Del mismo modo, lo importante de instalar la tesis de que la inflación “plantada” era de entre 15.000 y 17.000 por ciento no es tanto demostrar sus credenciales científicas, sino fijar un ancla para evaluar positivamente las tasas de inflación de los primeros meses de gobierno, mucho más altas que las que se tenían con anterioridad.

Otro sesgo que aparece con recurrencia explotado en el discurso presidencial es el de grupo. Se trata de la tendencia a valorar de manera homogénea las personas que pertenecen al mismo grupo, por la sola razón de la pertenencia a ese grupo. Este sesgo, además, permite separar de manera determinante el propio grupo de pertenencia. Las reiteradas referencias a la “casta” y “argentinos de bien” explotan este sesgo. Estamos nosotros, por un lado, y la casta, por el otro. Esta estrategia depende claramente de la imprecisión y la elasticidad del criterio de inclusión en el grupo sesgado, lo que permite finalmente utilizarlo como comodín.

De nuevo, este sesgo inclina nuestras actitudes y comportamientos en un sentido que no necesariamente coincide con el sentido que tendrían si considerásemos de manera racional y completa la información relevante respecto del grupo en cuestión. Asociado con este sesgo se encuentra el de representatividad, en virtud del cual se tiende a incluir a un individuo u objeto en un grupo sobre la base de ciertos rasgos más sobresalientes sin tener en cuenta otros detalles. Dicho en términos coloquiales, se trata de casos en los que rápidamente metemos todo en la misma bolsa. Tal como sucede cuando en el discurso presidencial los fondos fiduciarios son considerados todos parte de negociados políticos sin advertir la especificidad y relevancia de cada uno (como, por ejemplo, el Fondo Fiduciario para la Integración Urbana).

El recurso al sesgo de confirmación también aparece con insistencia. Se trata del sesgo que mayor satisfacción genera entre quienes lo sufrimos, pues no es otra cosa más que la tendencia a buscar y escuchar únicamente evidencia que confirme lo que ya pensábamos y a ignorar y rechazar la evidencia que pueda ponerlo en jaque. Un ejemplo sencillo y claro es la descripción de la infraestructura en el discurso de asunción. Allí, con la finalidad de sostener que la infraestructura argentina se encuentra en situación calamitosa, se ofreció como evidencia que solo el 16% de nuestras rutas se encuentran asfaltadas y solo el 11% está en buen estado. Pero ciertamente ello no es evidencia suficiente (en realidad, el 35% de la red de rutas nacionales y provinciales está asfaltada), ni tampoco se consideraron otros elementos de los que depende la verdad de la afirmación.

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Algo similar sucede cuando tras el fracaso de las negociaciones legislativas para la sanción de la ley Ómnibus se afirma que ello prueba que los diputados involucrados pertenecían en realidad a la casta. Aquí aparece además el aprovechamiento de un sesgo ulterior, el de “retrospectiva”, que consiste en la tendencia a sobrevalorar la propia capacidad de predecir ciertos hechos, considerando obvio su acaecimiento una vez que tuvieron lugar.

En el discurso presidencial también se explota el sesgo de la disponibilidad. En virtud de ese sesgo, valoramos la probabilidad de que algo suceda en virtud de la familiaridad que tenemos con eventos similares. Mientras más fácil sea recordar cierto tipo de eventos, más fácil es que creamos que un evento similar sucederá. Así, se mencionan con recurrencia los momentos en que la Argentina sufrió hiperinflación.

A estos sesgos identificados por la economía se puede sumar uno de uso más generalizado que es el sesgo terminológico. Se trata de reservar ciertos términos con determinada carga emotiva para describir ciertos hechos y emplear otros con carga emotiva diferente para describir hechos de otro tipo. Así, cuando se trata del incumplimiento de obligaciones legales con deudores extranjeros se emplea el término “default”, mientras que se reserva el término “ajuste” para referirse a una acción idéntica pero relativa a acreedores nacionales. Es decir, por ejemplo, cuando se incumplen obligaciones legales de satisfacer compromisos asumidos con las provincias.

La lista podría continuar, pues los errores que cometemos al razonar son numerosos y las posibilidades de aprovecharlos son bastante amplias. Lo relevante de advertir la presencia de sesgos en nuestro razonamiento es que cuando son aprovechados para incidir en nuestras actitudes y decisiones impiden, por un lado, conocer los hechos de manera precisa y, por otro lado, advertir la pluralidad de valoraciones posibles entre las que es posible elegir. Estos dos ejercicios son fundamentales para la toma de decisiones colectivas en un contexto democrático.

 

 

* Director del Instituto de Investigación en Ciencias Jurídicas Universidad Blas Pascal

Investigador Adjunto Conicet - Idejus