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COPA DE LA LIGA

Talleres e Instituto igualaron en el Mario Kempes

Ante una multitud, con fanáticos de ambos equipos, albiazules y albirrojos empataron sin goles en un juego que tuvo más emociones en las tribunas que en el campo de juego.

Talleres e Instituto
DISPUTADO. La 'T' y la 'Gloria' animaron un juego que pasó por diversos estados de ánimo. | Prensa Talleres.

El fútbol es un deporte que mueve multitudes, regala emociones y provoca pasiones. Tantas cosas se han escrito de este bello deporte. Pero cuando hay un clásico, esas vibraciones aumentan. En el terreno de juego pueden pasar pocas cosas o muchas cosas, pero las tribunas son una fiesta. El fútbol es ese deporte, donde a veces, aunque no nos guste, las emociones suelen ser más por el marco que por el juego.

En el estadio Mario Alberto Kempes, Talleres e Instituto animaron un clásico con las dos hinchas y eso ya es para celebrar. El fútbol, qué deporte… Porque en el terreno de juego faltaron los brillos y las emociones; y terminaron empatando sin goles por la quinta fecha de la Zona A de la Copa de la Liga.

Instituto comenzó mirando y tratando a Talleres con respeto. Está bien, el elenco que conduce Javier Gandolfi lo merece por su transitar en el año. Pero era demasiado el respeto demostrado. Cuidándose en el fondo, tratándolo de usted, como con cierto temor de salirle al cruce a Garro cuando agarraba el balón. Ordenado y respetuoso. Puede ser una virtud, ojo, mal no le iba. Pero hubo un click a los 20 minutos de la primera etapa.

Benavidez recibió una pelota larga por derecha y encaró a Alarcón en el área. Penal, cobró el juez. Protestas, festejos, de uno y otro lado. Era muy dudoso. Y llamó el VAR. Y El juez vio, se dio cuenta que Banavídez había actuado. Volvió atrás en su decisión, tres minutos después. No hubo penal.

Entonces, Instituto mejoró. Y mucho. Adelantó líneas. Ya ese respeto no fue tal. Se le animó. Lo atacó. Lo buscó.

Y Talleres a su ritmo. Sin encarar por el lado de Sosa, como se suele esperar. A su ritmo fue el dominador del juego, pero no como en esos primeros minutos, donde manejó a gusto el juego, siendo el dueño de los espacios, moviendo la pelota de una banda a otra.

Talleres e Instituto obsequiaron un primer tiempo. Sin brillos, ni ataques letales, pero interesante. Jugado, con intenciones.

¿Y el gol? El gol debía esperar.

Pero nunca llegó.

Porque el complemento lo inició, otra vez, Talleres con más presencia en cancha albirroja. Presionando alto, cortando rápido… y tocando y tocando la pelota. Pero en el conjunto que conduce Diego Davobe se destacaron Alarcón, Parnisari y Mosevich, esa tropa defensiva que sacaba y sacaba toda pelota (y otras cosas) que pasaban cerca del área de Manuel Roffo. Tan es así que los Albiazules debieron empezar a probar con ejecuciones desde afuera del área, que provocaron varios “uuuuuuuh”.

Pero a los 18’, el DT de Instituto hizo tres cambios y cambió la disposición del equipo en la cancha. El equipo se animó más. Volvió a tener acciones ofensivas y cinco minutos después le llevó preocupación a Guido Herrera; como si fuera un efecto espejo de la primera etapa. Porque después el juego, de a poco, se fue desdibujando. Quedó la sensación que a Talleres le faltó algo más, porque puede dar más. 

El partido pasó por momento emotivos, de buen juego, pero sin lucimientos individuales. Todo era colectivo. Tuvo momentos de ida y vuelta, donde había espacios. Tuvo momentos de mesetas y de bostezos. Tuvo momentos de acción y de pasividad. Faltó más llegadas a los arcos. Faltaron los goles, nada más y nada menos. Lo que sí, no faltó fue la fiesta de las tribunas. Colorida, estruendosa, luminosa y continúa. Marco de clásico. Marco de un Talleres-Instituto en Primera división.

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