Así como argentinos y uruguayos nos disputamos el tango y a Gardel, los peruanos y chilenos tienen un motivo para competir: la propiedad del pisco, un destilado no solo rico en sabor sino también en cultura, tradiciones e historia.
Si se adhiere a la versión peruana, su nombre proviene de un puerto y valle llamado Pisco, al sur del Perú, desde donde se embarcó el destilado para ser enviado por primera vez a España, en el siglo XVI.
Su nombre no solo transmite un sabor intenso y original; también hace alusión al vocablo quechua pisccu, que significa ‘ave’.
El pisco, a diferencia del vino, se destila antes de cumplir dos meses de fermentación, lo que le da un aroma inimitable y único. Se diferencia de cualquier otro proveniente de la uva, ya que para su creación se utilizan las llamadas ‘uvas pisqueras’, las que se clasifican en dos grandes grupos: no aromáticas, que comprenden las quebranta, mollar, negra criolla y uvina, y las aromáticas, como la italia, moscatel, torontel y albilla.
Una manera de distinguir el pisco es a través de su sabor. El pisco puro se obtiene de una sola uva pisquera; el pisco mosto verde, se obtiene de la destilación de mostos frescos de uvas pisqueras con fermentación interrumpida, y el acholado de la mezcla de diferentes uvas pisqueras.
Si bien se puede disfrutar de esta bebida sola, existen diferentes cócteles para los paladares más exigentes. Entre los más famosos, está el conocido pisco Sour, cuya perfección se consigue gracias a la mezcla del ácido del limón, la clara de huevo, el dulce del jarabe de goma y, por supuesto, un buen pisco.
Por su lado, el Chilcano de pisco, por su fácil preparación, se comenzó a hacer popular en bares para más tarde incorporarse como protagonista infalible en la carta de los restaurantes más exclusivos de Perú.
Otras maneras de preparar este destilado son a través del pisco Punch, un mítico cóctel creado por Duncan Nicol en la ciudad de San Francisco, a fines del siglo 19. Lleva, además del pisco, jarabe de goma, zumo de piña y de limón.
Otro clásico es el Capitán, cuya historia se remonta a la década de 1920 en la sierra de Puno, donde los capitanes del ejército, tras hacer sus rondas nocturnas, solicitaban en la cantina su combinación preferida: vermut y pisco.
Como se puede notar, el pisco es historia, cultura, sabores y tradición y se ha convertido en un must al visitar Perú. A continuación, cinco experiencias de viaje a través del pisco:
Hotel Viñas Queirolo: ubicado en Ica, a cuatro horas de Lima, este hotel de lujo de tradición peruana cuenta con alrededor de 400 hectáreas de viñedos de las marcas Santiago de Queirolo e Intipalka. En su mapa de rutas, las personas pueden tomar actividades con dificultad media o alta como bicicleta, running y trekking de 3.5km u 8 km. A su vez, ofrecen actividades relacionadas como catas de pisco, talleres de maridajes y una espectacular vista a sus viñedos.
Hotel & Hacienda La Caravedo: también en Ica, se caracteriza por su infraestructura moderna y vanguardista relacionada al pisco, a pesar de ser una de las bodegas más antiguas (1684), de lo cual conserva su principal ambiente de destilado. Esta hacienda produce el pisco Portón, para lo cual cuenta con 52 hectáreas de uvas pisqueras y una capacidad de producción aproximada de 2.5 millones de litros de pisco al año. En su hotel boutique tiene cinco búngalos familiares, se hacen catas de pisco y shows de bailes peruanos.
Museo del pisco: con restobares en Lima, Cusco y Arequipa, es una buena alternativa para probar lo mejor de la coctelería peruana a base de pisco, así como tener clases de pisco a través de catas.
Pisco Bar: este restobar, ubicado en el turístico distrito de Miraflores, en Lima, ofrece catas de pisco, así como almuerzos y cenas con maridajes, departidas por el mixólogo Ricardo Carpio, además de una buena selección de piscos artesanales.
Bodega Torre de la Gala: ubicada en el valle de La Joya, a un poco más de una hora de la ciudad de Arequipa. Dicha bodega destila un muy buen pisco y ofrece visitas guiadas y catas, así como almuerzos.
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