Jair Bolsonaro no solo no tuvo una política activa contra el coronavirus durante la pandemia. También, llevó adelantes políticas cuyo efecto sobre la población de su país (y la de los países vecinos) pueden ser altamente perjudiciales y favorecer la transmisión de la enfermedad. A las obvias y sumamente preocupantes comentarios sobre no respetar ni el distanciamiento social ni mucho menos la cuarentena se suma la continuidad sobre la deforestación de la Amazonia, lo que genera una suerte de caldo de cultivo ideal para la enfermedad y para el surgimiento de nuevos virus y las consiguientes enfermedades. Sabido es que males como el ébola surgieron a partir de la acción concreta del ser humano sobre espacios naturales (en ese caso, en África).
El Gobierno de Brasil vinculó el aumento del 51 % de la deforestación en la Amazonía durante el primer trimestre del año a que "todos los esfuerzos" están ahora centrados en combatir la pandemia del nuevo coronavirus.
Tormenta perfecta. El vicepresidente brasileño, Hamilton Mourao, quien dirige el Consejo Nacional de la Amazonía, un órgano destinado a preservar la región, explicó en una videoconferencia con el diario Estado de Sao Paulo que los madereros ilegales están "aprovechándose" de la crisis sanitaria para continuar con sus actividades.
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Esto es considerado por los especialistas como el germen de una “tormenta perfecta” para la propagación de enfermedades. La deforestación en la Amazonia facilita la transferencia de diversos patógenos de animales silvestres a los seres humanos, advierte un estudio que analizó los problemas y actividades asociados con dicha práctica en la Amazonía brasileña y que dan lugar a lo que los autores llaman la "tormenta perfecta" para la aparición y resurgimiento de enfermedades infecciosas.
Según publicó el medio de ciencias, SciDev.Net, la deforestación en la Amazonia facilita la transferencia de diversos patógenos de animales silvestres a los seres humanos, advierte un estudio que analizó los problemas y actividades asociados con dicha práctica en la Amazonía brasileña.
Manuel Jaramillo, director ejecutivo de la Fundación Vida Silvestre, alerta: “un alto porcentaje de las enfermedades infecciosas que afectan a la humanidad provienen de las llamadas enfermedades emergentes que tienen un vínculo con animales. Y en este sentido, la deforestación juega un papel esencial. En Argentina sucede un fenómeno análogo. La suma del avance de la deforestación, más el asentamiento de personas en esas áreas, muchas veces expone a los individuos humanos. En el caso argentino, por ejemplo, los en contacto con la enfermedad parasitaria leishmaniasis.Y el mosquito flebótomo que la transmite vive en ambientes selváticos. Después de la deforestación, se mantiene en ambientes que han quedado con bosques o en los desperdicios del espacio forestal, y eso puede generar el contagio de una enfermedad que parasita a la especie humana y genera graves afectaciones que pueden terminar con la muerte”.
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Jaramillo agrega que “ese es un efecto claro de cómo la deforestación puede producir la multiplicación de enfermedades que ya existen, que ya están declaradas. Y también podría llevarnos en el caso de enfermedades que todavía no hayan afectado a los humanos, pero que están presentes en el lugar a favorecer la aparición de nuevas enfermedades, a partir de la mutación de enfermedades previas”.
La actividad ilegal que se da en Brasil puede acompañarse de otras, muchas veces vinculadas. “Otro caso emblemático vinculado a la deforestación y a las nuevas enfermedades, es el consumo de especies silvestres, a través de la caza deportiva o la ilegal. Sin los adecuados controles bromatológicos, el consumo de carnes silvestres, que no estén cocidas y que no hayan sido analizadas en relación a su estado de salubridad, podría incorporar en la especie humana diferentes enfermedades, algunas existentes y promover su contagio, en el caso de que sean enfermedades infecciosas y otras nuevas, que posiblemente ni siquiera estén en la consideración de los médicos. Las mutaciones pueden darse tanto en las bacterias como en los virus”.
Philip Fearnside, biólogo del Instituto Nacional de Investigación del Amazonas (Inpa) y uno de los autores del artículo mencionado al principio va en la misma línea que Jaramillo, explica a SciDev.Net que el "control" se rompe por la deforestación, que da lugar a un mayor contacto entre la población humana y animales silvestres que albergan patógenos desconocidos con el potencial de infectarnos.
Eso es precisamente lo que pasó con el coronavirus. Y una alerta más sobre las políticas (y las no políticas) que lleva adelante Jair Bolsonaro.