El ex presidente Domingo Faustino Sarmiento fue uno de los hombres más importantes y polémicos de la historia argentina. En simultáneo con sus políticas públicas existen aspectos que hoy en día siguen llamando la atención sobre las facetas de la personalidad del prócer sanjuanino. Una de ellas está relacionada con los carnavales, ya que no sólo restableció su celebración durante su presidencia sino que también participó activamente y llegó a ser homenajeado como "Emperador de las Máscaras".
El carnaval fue introducido en el territorio que actualmente ocupa nuestro país por los españoles y la festividad era distinta según los sectores sociales. De igual modo, sus características fueron mutando con el tiempo por zona geográfica. Vinculado a la idea cristiana a los días previos a “limpiar la carne” y relacionada con los disfraces, bailes y en algunos sitios "a tirarse agua", la celebración encontró detractores como Juan Manuel de Rosas y defensores como Juan Bautista Alberdi y el propio Sarmiento.
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Durante sus mandatos al frente de Buenos Aires, Rosas intentó regularlo y después censuró por decreto los carnavales hasta 1854, año en que volvieron a autorizarse la realización de bailes de máscaras y juegos de agua, organizados en los teatros Victoria, Argentino y Coliseum. En cambio, Sarmiento en su presidencia (1868-1874) restableció las celebraciones de esta fiesta popular, de las que participaba de manera personal y se divertía enormemente.
El primer corso porteño, de 1869, ocupaba cinco cuadras de la entonces calle Victoria, hoy Hipólito Yrigoyen. Una crónica de la época señala que el político e intelectual sanjuanino parecía "haber tirado su presidencia a los infiernos" y se lo veía sentado en una carretela vieja, "abrigado con un poncho de vicuña, cubierta la cabeza con un sombrero chambergo" mientras "distribuía y recibía chorritos de agua, riéndose a mandíbula batiente”.
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Los juegos de agua eran habituales en días de carnaval y generalmente se usaban las cáscaras de huevos vaciados previamente, a los que se agregaba agua o líquidos de dudosa procedencia. El presidente Sarmiento fue recibido con estas "bombitas artesanales" al llegar al sitio y, sin quedarse atrás, respondió lanzando agua.
El escritor de el "Facundo" quedó maravillado por la idea del anonimato de los disfraces como forma de borrar las desigualdades de clases sociales, por los instantes que duraran las celebraciones. Arribó a esta idea tras viajar por países como Uruguay, Brasil, España, Francia, Italia, Inglaterra, Estados Unidos y Cuba.
En su libro "Viajes", escribió que quiso revivir esa sensación en Argentina tras la siguiente experiencia, tras su llegada a Roma: "La campana del capitolio empezó a tañer a golpes redoblados pasado el mediodía. Y un murmullo respondió de todos los ángulos de la ciudad a una señal impacientemente esperada como la voz del ángel del placer que llama a los muertos a una vida febril. Era la apertura del Carnaval".
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El "loco" Sarmiento distinguido como "Emperador de las Máscaras"
La activa participación del por entonces presidente de la Nación en las fiestas del primer corso en la ciudad de Buenos Aires llegó a la comparsa más famosa en el país durante la época de 1870, conocida como "Los Locos de la Luna", presidida por Eduardo Benavente. Había hombres de la alta sociedad porteña que la apoyaban y concurrían a sus celebraciones, como el ingeniero Emilio Mitre -hijo de Bartolomé Mitre-, el diplomático Delfín Huergo, y el ex intndente de la Ciudad, Alberto Casares, entre muchos otros.
Para el carnaval de 1873 la murga homenajeó a Sarmiento con una medalla de estaño que tenía grabada su cara con una corona y decía la frase “Emperador de las máscaras”, la cual se encuentra en exhibición en la Casa Natal de Sarmiento, en San Juan.
El jefe de Estado guardó el regalo con mucho cariño y devolvió la gentileza: invitó a la comparsa a tomar el té a su casa con “el gusto de conocer al loco Sarmiento”, según decía el texto la tarjeta. Durante el encuentro, Sarmiento les pidió que lo imiten y después interrumpió a su imitador alegremente para solicitarle que intente copiar a su ministro del Interior, Dalmacio Vélez Sarsfield, que también estaba presente.
En las críticas realizadas a su gobierno, la oposición también apuntó contra el mandatario por los festejos del carnaval. De hecho, en la periódico satírico-burlesco El Mosquito aprovecharon la oportunidad para hacer varias caricaturas del prócer bailando en un corso. Sarmiento, el personaje de la política argentina más "caricaturizado" del siglo XIX no se enojaba por los dibujos, al igual que tampoco lo hacía cuando lo mojaban en los corsos.
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