Los primeros cuerpos del arte están desnudos. ¿Representan el intento de volver al Paraíso (perdido como todos los Paraísos), donde no estábamos vestidos y hablábamos con Dios? “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.” Génesis 2, 25.
Y si es así, la desnudez de ambos, ¿simboliza el deseo de recuperar aquel lenguaje perdido que contiene al objeto y salir de la prisión del lenguaje de representación, del mero reflejo en el que estamos encerrados?
Y si esto es verdad, entonces, ¿el cuerpo es la “máscara” de la misteriosa identidad y el cuerpo es “prosopón” como decían los griegos (o “persona” como dijeron los romanos)? Máscara (del latín vulgar, masca), significa fantasma, luz fantasmal. Prosopón, Gr. “delante del rostro” igual que persona; del latín, persona refiere a las máscaras del teatro que ocultaban el rostro, aumentaban el volumen de la voz de los actores en el Teatro, también permitían el olvido del actor y la identificación con el personaje.
¿El cuerpo amplifica “la voz” de la identidad como la máscara amplifica de la voz del actor? ¿La identidad sobrevive al cuerpo–persona, la identidad misteriosa es el alma?
El “cuarto cuerpo”
En “El problema de los tres cuerpos”, Paul Valéry dice que “podríamos decir que a cada uno de nosotros le corresponden en su pensamiento Tres Cuerpos por lo menos”. (Paul Valéry, “El problema de los tres cuerpos”, en Discurso a los cirujanos, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1998).
Conocí este ensayo por medio de la obra “Asumir el caos” de Luis Felipe Noé, en la que él se pregunta si el Cuarto Cuerpo no es el caos. Creo que caos es otro nombre del misterio. En la mitología griega, el Caos (Χάος en griego) es el principio primordial, el estado inicial del universo antes de que existiera cualquier forma de orden o estructura. Según Hesíodo en su Teogonía, el Caos era un abismo infinito y oscuro, un vacío primordial del cual surgieron las primeras deidades y elementos fundamentales, como Gea (la Tierra), Tártaro (el inframundo) y Eros (el amor o la fuerza creativa).
Regresemos a Valéry. Sobre el Primer Cuerpo refiere: “hablamos de él a terceros como algo que nos pertenece, pero para nosotros no es en absoluto una cosa, y nos pertenece un poco menos de lo que nosotros le pertenecemos (…)”.
“Para cada uno, por definición, es el objeto más importante del mundo, que se le opone y del cual sabe que depende estrechamente. Podemos decir, con idéntica evidencia, (…) que sobre él descansa el mundo y que el mundo se refiere a él, o bien, que él mismo no es más que una especie de acontecimiento indistintamente desdeñable e inestable de ese mundo”.
El “primer cuerpo” es la conciencia del yo en el mundo, la constancia de nuestra existencia. “Nuestro Segundo Cuerpo es el que ven los otros y que nos es más o menos ofrecido por el espejo. Es el que tiene una forma y es el que captan las artes. (…) Es el que ve el Amor, o el que quiere ver ansioso por tocarlo. Ignora el dolor con el que sólo hace una mueca (…). Pero el conocimiento de nuestro Segundo Cuerpo no va más allá de la visión de la superficie”.
El Tercer Cuerpo es la descripción analítica y biológica de nuestro cuerpo, es un dato científico cuyo conocimiento se desarrolla en el tiempo. Forma parte de nuestra vocación adánica de inmortalidad “(…) sólo posee unidad en nuestro pensamiento. “Conocerlo es haberlo reducido a secciones y jirones. De él se derraman líquidos escarlatas o pálidos o hialinos, a veces muy viscosos”, que “(…) se intentan descifrar en criptogramas biológicos”
Y, “el Cuarto Cuerpo no es Mi-cuerpo, ni el tercero, que es el de los científicos, ya que está hecho de lo que ellos ignoran (…), llamo Cuarto Cuerpo al incognoscible objeto cuyo conocimiento resolvería de una vez todos esos problemas, ya que lo implican”.
El Cuarto Cuerpo es el Misterio que persiste, el de la creación, el del “primer motor inmóvil” y el de la oscuridad después de la muerte. Quizás la matemática representa profundamente este drama: todo es exacto y verdadero en ella, pero para que exista debemos creer en dos postulados inexistentes: el cero y el infinito. Todo comienza con su negación, como el alfabeto hebreo cuya primera letra, Aleph, carece de sonido.
“No me pregunto cuál es el origen de la vida y el de las especies. Si la muerte es un simple cambio de clima, de costumbre y de hábitos, (…)” Los Tres Cuerpos se refieren a la existencia, falaz y sin respuestas para la primera causa, que persiste como Misterio.
“Piénsalo bien. ¿De dónde quieres obtener respuestas a esas preguntas filosóficas? Tus imágenes, tus abstracciones no derivan más que de las propiedades y de las experiencias de tus Tres Cuerpos. Pero el primero sólo te ofrece instantes, el segundo, algunas visiones y el tercero, a costa de actos espantosos y preparaciones complicadas, una cantidad de figuras más indescifrables que textos etruscos”.
No podemos encerrarnos en la existencia como explicación de la existencia, nada se causa a sí mismo; “no puedo brindarle una sombra de sentido salvo suponiendo, sin admitirlo, alguna inexistencia, cuya manera de encarnación es mi Cuarto Cuerpo”. “Alguna inexistencia” es el Espíritu, nos respondemos.
¿Hay un “Cuarto Cuerpo”? ¿La representación del cuerpo en el arte es el Cuarto Cuerpo y alude secretamente a la causa desconocida, misteriosa, de nuestro “ser en el mundo”? ¿Alude al cuerpo creado “a su imagen y semejanza”?
(*) Julio César Crivelli es coleccionista de arte y presidente de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes