“Que esta noche sea lo que necesiten. Si quieren alegría, que haya alegría. Si necesitan llorar, lloren conmigo”, dijo Dan Reynolds con la bandera argentina en alto. Y así fue. El regreso de Imagine Dragons a Buenos Aires este jueves 23 de octubre se transformó en una ceremonia colectiva de emociones, un espectáculo donde la fuerza del pop rock, la poesía y la conexión humana se fusionaron ante más de 35 mil personas en el Hipódromo de San Isidro.
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El grupo estadounidense, liderado por Reynolds junto a Ben McKee, Daniel Platzman y Andrew Tolman, aterrizó nuevamente en el país en el marco de su Loom World Tour, la gira que los llevó por más de 20 ciudades con un repertorio que resume más de una década de éxitos. A las 21 en punto, el estadio se sumió en la oscuridad y los primeros acordes de Fire in These Hills, tema de su último álbum Loom (2024), desataron la euforia del público argentino.

Desde ese instante, el show fue una montaña rusa de energía y emoción. “Thunder” y “Bones” marcaron los primeros estallidos de la noche, dos himnos globales que sonaron con potencia sobre una puesta de luces hipnótica y pantallas que envolvieron el escenario. El público respondió con saltos, coros y una entrega que solo Buenos Aires puede ofrecer.
Reynolds, magnético y cercano, dialogó con el público en varias oportunidades. “No puedo creer que llevemos 18 años cantando juntos”, exclamó con una sonrisa antes de levantar nuevamente la bandera argentina. El show combinó potencia y sutileza, momentos explosivos con instantes de introspección. Take Me to the Beach y un remix de Shots aportaron un tono lúdico, con pelotas inflables sobrevolando el predio y ráfagas de humo que acompañaron cada beat.
El primer bloque cerró con Whatever It Takes, y la multitud ya estaba completamente rendida. Pero fue en el set acústico donde Imagine Dragons mostró su costado más íntimo. Con Next to You y I Bet My Life, Reynolds bajó del escenario y caminó entre los fans, que lo recibieron con abrazos y lágrimas. Miles de luces de celulares acompañaron un momento que pareció suspender el tiempo.
Dan Reynolds, que desde hace años se ha convertido en un referente de salud mental y autenticidad dentro de la industria, se mostró empático y cercano. En varios tramos del concierto habló sobre la libertad emocional y la importancia de ser uno mismo. Si estás enojado, muéstralo. Si estás triste, llora. Si estás feliz, grita. Esta noche no hay juicios, solo música”, expresó ante una multitud que lo escuchaba con atención.
La segunda parte del concierto fue un repaso del legado musical de la banda. Bad Liar y On Top of the World encendieron una nueva ola de entusiasmo, seguidas por la imponente Radioactive, donde la base grave y los coros hicieron vibrar el suelo del Hipódromo. En Demons, Reynolds se sentó al piano y transformó el estadio en un coro unísono.

Antes de Natural, el cantante se tomó unos minutos para reflexionar. “Lo más hermoso de mi tiempo en la Tierra es poder ver que somos iguales. No importan la religión o la política. Somos carne y hueso, y estamos acá por un tiempo tan corto. Que podamos amar y ser libres”, expresó, arrancando aplausos y gritos de emoción.
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El tramo final del recital fue una sucesión de himnos. Walking the Wire, Sharks y Enemy encendieron los últimos saltos del público, mientras Eyes Closed regaló un momento poético, Reynolds recitó en español un fragmento del poema "Yo soy un hombre sincero" de José Martí. “Aprendí este poema cuando tenía doce años. Habla de hablar desde el alma y eso intento hacer cada noche”, explicó ante una multitud que lo ovacionó de pie.
El público respondió coreando “Danielito” en señal de afecto, mientras el vocalista sonreía con emoción. “Por todos los que amaron y perdieron, por todos los que siguen amando. Que algún día volvamos a encontrarnos”, agregó.
El cierre llegó con Birds y un estallido final de Believer, donde el confeti cubrió el cielo de San Isidro y el público coreó cada palabra. Dan Reynolds se despidió al borde del escenario, agitando la bandera argentina entre lágrimas y sonrisas. “Los amo, Buenos Aires. Gracias por tanto amor. Nos vemos pronto”, que resonó entre miles de voces y una bandera argentina extendida sobre el escenario. La ovación continuó incluso después de que se encendieran las luces, un gesto que confirmó el vínculo inquebrantable entre la banda y su público argentino.

Durante más de dos horas, Imagine Dragons reafirmó su vigencia con un espectáculo que combinó precisión técnica, fuerza escénica y una conexión constante con el público. El Loom World Tour, que ya pasó por América del Norte, Europa y Asia antes de llegar a Sudamérica, fue reconocido por la crítica internacional por su carácter introspectivo y su puesta cinematográfica.
En Buenos Aires, esa propuesta alcanzó una de sus expresiones más potentes, con visuales de alta definición, un sonido impecable y una narrativa que consolidó a la banda como una de las referentes del pop rock mundial.
LV / EM