CULTURA
rechazo al conflicto

Intelectuales y artistas rusos se alzan contra la guerra

Si fuera de Rusia la intelectualidad rusa se siente amenazada, quienes la integran dentro del país corren peligro por haber desatado la furia de la estructura estatal de Putin. Censuras y amenazas están a la orden del día.

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Los rostros de la disidencia. Arriba, de izq. a der., Elena Kovalskaya y Paolo Nori. Abajo: Laurent Hilaire, Simon Rees y Mikhail Shishkin. Las voces contra Vladimir Putin se multiplican. | cedoc

Si como dijo Esquilo la primera víctima de una guerra es la verdad, habría que aclarar que hay una segunda, simultánea: la razón. Hoy nos ocuparemos de los intelectuales y artistas rusos que rechazan la invasión de su país a Ucrania. “Rusia vive actualmente una ola de represión sin precedentes. Desde el comienzo de la guerra, las autoridades prohibieron y reprimieron los últimos medios disidentes. El gobierno establece la censura total, bloquea el acceso a Facebook, Twitter y todas las fuentes alternativas de información. Cualquiera que difunda información que se desvíe de la versión oficial está sujeto a persecución penal, hasta quince años de prisión. Se niega la existencia de una guerra, se prohíbe el uso mismo de la palabra guerra.” La cita pertenece a un documento publicado en por activistas por la paz e intelectuales rusos residentes en Francia, allí también afirman que Rusia está sumida en el terror.

Desde Suiza, el premiado escritor ruso (de madre ucraniana) Mikhail Shishkin afirmó en un reportaje publicado en Italia: “La banda criminal de Putin tomó como rehén a todo el país y comenzó a construir su propia Rusia, a su imagen y semejanza. Durante veinte años, se han invertido millones no en salud, educación e infraestructura, sino en yates, villas y clubes de fútbol en el extranjero. Pero la culpa de la miseria y la desesperación, como dice la televisión, la tiene Occidente, América. Y el enemigo número uno del régimen de Putin es Ucrania, ya que una Ucrania próspera y democrática es un ejemplo peligroso para los rusos.” Es más, ubica al sector intelectual en una minoría expulsada: “La élite intelectual prácticamente se ha ido del país. Un desastre para el futuro de Rusia, pero un éxito para el régimen, porque es más fácil mantener bajo control a una población pobre y sin educación. Solo el 17% de los 140 millones de rusos tienen pasaporte, los demás nunca han viajado al extranjero ni han visto cómo es la vida en el resto del mundo.”

Para el escritor italiano de origen ruso, autor de El último zar, biografía de Putin: “Rusia puede presumir de encarnar una de las culturas de protesta más antiguas del mundo. No olvidemos que el gran Fyodor Dostoyevski fue condenado a muerte y salvado, en el último momento, tras un simulacro de ejecución, sólo por haber leído en público la carta del reformista Vissarion Belinsky dirigida al escritor Nicolás Gogol, una carta considerada subversiva. Hablamos de los gulags de Stalin, pero nos olvidamos de los terribles campos de detención de la época del imperio zarista.” De hecho, una sinrazón fue el intento de censura al al escritor, traductor y profesor de literatura Paolo Nori por parte de la Universidad Milano-Bicocca para que no dictara su curso sobre Dostoyevski y así evitar “controversias” (como si el escritor muerto en 1881 fuera peligroso), cuestión que mutó a la sugerencia de incluir autores ucranianos, lo que hizo desistir a Nori de continuar con el mismo. 

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Rusofobia, paranoia de corrección política, pero ni bien comenzó la invasión en Moscú firmaron una carta en contra nada menos que 17.000 artistas. El 25 de febrero la revista de crítica de arte on line Spectate difundió el documento donde advertía sobre el impacto negativo del conflicto en la cultura y las artes rusas, cuestión que se confirmó con las renuncias Laurent Hilaire, director artístico del Ballet Stanislavsky; Elena Kovalskaya, directora del Teatro del Centro Meyerhold de Moscú y Simon Rees, director de la feria de arte Cosmoscow desde 2019. Asimismo, el director Semyon Bychkov canceló los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil de Rusia; mientras que el curador Raimundas Malašauskas, junto a los artistas Alexandra Sukhareva y Kirill Savchenkov, se retiraron de la Bienal de Venecia, razón por la que el pabellón de Rusia permanecerá cerrado.

Firmar una carta en contra de la guerra también desató la furia de la estructura estatal de Putin. De hecho, en pocos días, la cantidad de firmantes se redujo a 13 mil, más con el ejemplo de la forzada renuncia de Katya Dolinina, gerente de dos teatros Moskino de Moscú: o aclaraba que su firma figuraba por error o limpiaba el escritorio. La persecución toma forma en el rumor de que el Museo de Arte Moderno de Moscú despidió a todos los empleados que firmaron la misma. Según Artnet News, los trabajadores se sienten amenazados y expresan el temor de forma anónima para evitar represalias: “No sabíamos que Rusia invadiría Ucrania. Nadie podía imaginar esto. Ahora todo es posible. Entendemos que el próximo golpe será contra los enemigos dentro de Rusia. Somos nosotros.”