El 11 de febrero de 1860 nace Marguerite Emery en una región al suroeste de Francia, hija del militar Joseph Emery y Marie-Gabrielle Feytaud. Su madre no se ocupa de la crianza y la deja en manos de una niñera. El padre, que quiso un niño, es entonces objeto de un amor que la niña busca a fuerza de vestir pantalones, montar caballos y manejar armas. Años más tarde, la ya escritora usa su pseudónimo para presentarse como “Rachilde, hombre de letras” y no se considera “feminista”.
Atravesada por los monstruos que surgen en el claroscuro de cualquier tiempo, el caso de Rachilde tiene la cualidad de la distinción. En su obra no brilla lo nuevo, sino una sensación de pasado que se pierde para conservarse. Es conocida como la “flor de la decadencia”, al decir de Rubén Darío en Los raros (1896).
A los dieciocho años se muda a París donde publica sus primeros relatos. Para ese entonces ya se viste como hombre, lleva el pelo corto y seduce mujeres. Años después sale en Bruselas Monsieur Venus (1884) y el escándalo la catapulta a la fama. En esta novela, la protagonista convierte a su efebo en un esclavo y el amor se define como un juego de dominación y sumisión.
En 1899 Rachilde publica La torre del amor, donde, como recuerda Juan José Burzi, aparece un viejo trauma. En su biografía, la escritora cuenta que en su casa natal había un estanque de ranas donde su madre ahogaba a las crías de sus mascotas. De adolescente un sueño recurrente consistía en un ahogado que salía del estanque para buscarla. De ahí que en La torre del amor el agua sea la imagen más intensa del mal. El mismo año en que se publica la novela se casa con Alfred Vallette.
En la narración, Jean Maleux es un joven optimista que empieza a trabajar en el faro de Ar-Men, donde se encuentra con el viejo guardia Mathurin Barnabas que con años de rencor y soledad se ha bestializado. El vínculo entre ambos se espesa y el chico descubre hechos de necrofilia, una muerte sospechosa y el destino que le depara en el océano.
Sin embargo, la maestría de Rachilde no está en el deslinde in crescendo de la trama, sino en la potencia de las imágenes que sus frases construyen con la voz del narrador que alterna entre el pasado y el presente: “Los que son astutos solo beben los ojos de una mujer”, “¡Fumábamos lluvia!…”, “¡Huele a mujer ahogada, el mar!” y “Cumplíamos con nuestro deber de iluminar el mundo… como ciegos”, entre tantas otras, son las imágenes donde el amor, la muerte y el mar muestran su denominador común: la podredumbre moral como hecho estético de primer orden.
Con los derechos convertidos en dominio público desde 2024, la obra de Rachilde reclama ahora una lectura fuera de tiempo. La edición de La torre del amor puede ser leída como uno de los testimonios donde la literatura, como el amor, se intensifica con la decadencia. O donde las olas después de una tormenta devuelven lo más amado, la cara de lo que se pierde para siempre y solo así se puede conservar. El fetiche.
La torre del amor
Autora: Rachilde
Género: novela
Otras obras de la autora: La ciénaga florida; La bebedora de sangre y otros cuentos; El ratoncito japonés; Monsieur Venus
Editorial: La Parte Maldita, $ 25.800
Traducción: Diego Muzzio