El tango conserva miles de historias particulares, exóticas y hasta irreales. Cuando todavía no era un producto for export, cuando era un movimiento que se construía día a día, cuando Carlos Gardel todavía no había definido todo, existió un personaje pintoresco, extraño y peligroso que tiene una historia muy particular, Ernesto Ponzio, también conocido como “el Pibe Ernesto”.
Su vida parece copiada de un tango. Nacido en 1885 aunque algunos historiadores dudan hasta de esa fecha de nacimiento, comenzó a tocar el violín de muy joven y estudió en el conservatorio musical de Alberto Williams, destacadísimo compositor y maestro de música.
Pero la pérdida de su padre a sus 11 años sumió a su familia en la pobreza, y el “Pibe” se acostumbró a salir a tocar ‘por chirolas’, por unas monedas, haciendo música con su violín en la puerta de las casas a cambio de una limosna o en bares de los bajos fondos, donde las propinas eran más importantes, ya que los ‘scruchantes’ aprovechaban su arte para robar billeteras…
Con los años, fue encaminando un poco su arte y tuvo su marca de identidad para incorporar el “pizzicato” (técnica que consiste en pellizcar las cuerdas con la yema de los dedos en instrumentos como el violín, la viola y demás) en los tangos que tocaba.
El trío que formó con su amigos Juan Carlos Bazán y el “ciego” Azpiazú fue tomando vuelo y actuando en diferentes locales de diferente “categoría”. Locales clandestinos, bodegones, cafetines, salones de baile y demás fueron sus escenarios. En esos lugares estrenó su obra más famosa, “Don Juan”, que aún hoy se sigue tocando.
“El tango ‘Don Juan’ y la invención milonguera del travieso pizzicato de su violín compadrito fueron los dos aportes fundamentales de Ernesto Ponzio en la cratividad estructural del tango danza, del tango para ser bailado”, lo definió Luis Adolfo Sierra.
Pero la limitación era el cabaret. Ponzio, por motivos musicales, prefería lugares más chicos para presentarse, para poder seguir con una formación modesta, como se tocaba el tango en los primeros años del siglo XX. Pegar el salto a lugares más grandes, lo habría obligado a formaciones musicales más numerosas que un trío…
Y cuando se acomodaba a una vida de músico, una pelea por casi nada que terminó en un asesinato lo condenó a 20 años de reclusión, accesorias legales y costas, debiendo ser encarcelado por tiempo indeterminado una vez cumplida dicha pena en un paraje del Territorio del Sur de la República”, decía la condena judicial.
El crimen sucedió el 18 de enero de 1924 en el barrio Pichincha, en Rosario. Según contaba en aquellos días el diario La Capital, “Un tenebroso fue muerto de un balazo… a raíz de un altercado por cuestiones del momento, el sujeto Ernesto Ponzio le descerrajó un tiro de revólver a Pedro Báez, argentino, soltero, de 33 años… El proyectil penetró en el pecho de Báez y le ocasionó la muerte instantánea".
Ponzio ya tenía un proceso por lesiones en Coronel Suárez y en 1907 había sido detenido por lesiones con arma de fuego, por lo que fue condenado a dos años de cárcel.
La reincidencia en delitos incrementó la pena a la hora de la condena. Sin embargo, la buena conducta en prisión, las influencias que se movieron a su alrededor y la modificación de la declaración de un testigo, el ‘paisano Díaz’ le aliviaron la pena y no pasó en la prisión más de cuatro años y unos meses.
Al salir de la cárcel reanudó su trabajo como músico aunque su falta de disciplina fue opacando su carrera. El empresario Pascual Carcavallo lo contrató para realizar una serie de presentaciones como integrante de la orquesta de la Guardia Vieja junto a Juan Carlos Bazán, entre otros músicos en el Teatro Nacional. Luego integró y dirigió la Orquesta Típica Ponzio- Bazán, con la que tocó en el Luna Park.
A pesar de su importancia dentro de la evolución del tango, no quedaron grabaciones de sus interpretaciones, salvo su participación en la primera película sonora argentina, Tango!, que ya cumplió cien años, donde interpreta su obra más famosa, “Don Juan”.
En ese mismo 1933 participó en la obra De Gabino a Gardel , junto al ‘Mudo’ y un gran elenco.
El domingo 21 de octubre de 1934, al mediodía, comenzó a sentirse mal y falleció instantes más tarde por un aneurisma del corazón. “Pibe Ernesto El genitor del tango. Ernesto Ponzio. QEPD 21 de octubre de 1934. Siempre en mi corazón. Tu esposa” reza una placa de bronce que lo recuerda en el cementerio bonaerense de Lanús.
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Su viuda, Adela Savino, que se casó a los 16 años. lo acompañó en sus años de esplendor y también durante su presidio, recordaba “El padre de Ernesto había sido profesor de arpa, y acompañó a Adelina Patti en el teatro Opera. Todos los Ponzio sufrieron del corazón. El ‘Pibe’ estudiaba con el primer violinista del Colón”, contaba en su vejez. “Era bravo pero muy justo. No podía resisteir una felonía. Pero también era perdonador y capaz de olvidar. Lo malo es que cuando estaba con dos copas de más, volvía a recordar y se cobraba las malas acciones”, contaba a Miguel Angel Lafuente, que publicó su testimonio en un libro llamado “Ernesto Ponzio”, junto al citado Sierra y Roberto Selles.
Otras obras del autor fueron "Ataniche", "18 kilates", Avellaneda y Culpas ajenas, que grabó el mismísmo Carlos Gardel,