CULTURA
por prime video

Se estrenó ‘Cometierra’, la serie basada en la novela de Dolores Reyes

Desde ayer puede verse “Cometierra”, la serie mexicana basada en la novela de la escritora argentina Dolores Reyes, la misma que en 2022 desató la furia libertaria que desplegó sus alas y llevara a que el libro se convirtiera, cinco años después de su publicación, en un éxito de ventas. La serie hace justicia a la obra: una adolescente come tierra y recibe los mensajes de desaparecidas y/o muertas –incluye niños– sobre su condición actual.

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Cometierra. Arriba: La autora, Dolores Reyes, y su libro, publicado por el sello Sigilo. | cedoc

Cometierra (Editorial Sigilo, 2019), novela de la escritora argentina Dolores Reyes (1978), se estrenó ayer como versión serie en la plataforma Prime Video. La producción comenzó en 2023, dirigida por los cineastas argentinos Daniel Burman y Martín Hodara, y la mexicana Cris Gris (la serie indica que esta última dota al material fílmico de una herencia atinente). La misma fue adaptada a un guión más que nutritivo por un equipo dirigido por Mónica Herrera e integrado por Gabriela Guraieb, Camila Brugés, Juan Carballo, Clara Roquet y la novelista mexicana Brenda Navarro. El nutriente referido proviene de la trasposición espacial, sin recurrir a estadísticas, de Buenos Aires al DF. Así, la violencia contra las mujeres atraviesa todo el continente, como efectivamente ocurre.

A la injusticia continental, también global, le hace justicia Cometierra con esta idea central: una adolescente come tierra y recibe los mensajes de desaparecidas y/o muertas –incluye niños– sobre su condición actual. Noción sencilla, en la novela de Reyes se despliega sobre capítulos breves, sin merodeos de interpretación sociológica, evitando clishés de todo tipo. La narradora, única primera persona, come tierra y sus visiones encuadran la realidad de otra forma. Ve como nadie, lo que nadie ve (o lo que todos niegan).

Pero ¿cómo narra Reyes, con qué? Y aquí está la lengua conurbana, de los extremos, de la última población antes de que la pampa haga todo pequeño. El oído de Reyes recurre a los giros que su experiencia como docente le ha dado como herramientas para un uso ascético, rescatando lo indispensable del lenguaje. ¿Hacía falta más? Los recursos, las apreciaciones de Cometierra, también son un des-encuadre, una fotografía sacada de su gozne histórico. Es un subrayado de nuestra contemporánea negación del racismo y la violencia, detrás del arroyo, de las casas bajas, siempre pobres.

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Que esta adaptación tenga su anclaje en la sociedad mexicana es algo así como un exilio político para salvar a la novela. Digo bien: ya está a salvo. Y para afirmar esto parto de una referencia común, textual, y hasta estilística. Este año se cumplieron 70 años de la publicación de Pedro Páramo, novela de Juan Rulfo, que así comienza: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo –me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dar gusto conocerte.” Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.”

A pocos párrafos de su comienzo, Reyes escribe en Cometierra: “Cierro los ojos para apoyar las manos sobre la tierra que acaba de taparte, mamá, y se me hace de noche. Cierro los puños, atrapo y la llevo a la boca. La fuerza de la tierra que te devora es oscura y tiene el gusto del tronco de un árbol. Me gusta, me muestra, me hace ver.” La relación es casi profética, como la protagonista.

De hecho, el estilo estético de la serie referencia a la historia del cine y las artes plásticas de México, a dos españoles que se exiliaron allí. Luis Buñuel (1900-1983) y Los olvidados (1950), película con la que se consagró en Cannes; y Remedios Varo (1908-1963) con su obra onírica. Es decir, dos refugiados surrealistas sobrevuelan la propuesta estética de la serie, sin dudas, en la mirada de Cris Gris.

Pero también existen otras influencias, o elementos en clave, como los auriculares que utilizan los adolescentes, pequeña tribu que rodea a Cometierra, que acaso sirven como máscaras antigas, una manera de proteger los oídos (la propia lengua) de la intoxicación social, reafirmando que somos personas por nuestra oralidad, por la pulsión social que hace indispensable la comunicación entre pares.

El uso de auriculares trae la música, un neo rap en castellano, temático, y tal vez tributo al pop de 1983. Más precisamente al video del tema musical de David Bowie, Let’s Dance, filmado en Australia con miembros de las comunidades aborígenes, donde los zapatos rojos son el símbolo del consumo por el que la pareja de adolescentes son explotados de manera salvaje. Y en la serie el rojo es de la sangre, el de las mujeres asesinadas.

Existen referencias al esoterismo, a la inevitable sensación de que las mujeres tienen un tercer ojo, que ven más allá, por encima de los calificativos de brujas o hijas del demonio. Puede ser, cada hombre sabrá encontrar en su historia un momento que lo demuestre. Mi madre, por ejemplo, al ver el avión de Alitalia que traía de regreso a Perón pasar volando sobre nuestro barrio dijo: “Y la muerte llegará volando”. El libro, y la serie, trajeron este recuerdo para que lo escriba.

Por último, es necesario señalar por qué el libro está a salvo en México, en una serie, y por qué estuvo en riesgo, como Dolores Reyes. Una gárgola censora batió sus alas desde mediados de 2022 desde un colegio secundario de Neuquén, donde padres alarmados aludieron a párrafos donde la protagonista narra dos encuentros sexuales, acusando a esto de pornográfico.

En noviembre del año pasado, surgió un mediático grito sobre Cometierra desde la presidenta del Senado, la señorita Victoria Villarruel: “¡Dejen de sexualizar a nuestros chicos!” En pleno siglo XXI, tal vez cree que llegó a la vida por una cigüeña que arribó desde París en 1975 y en cuyas alas –es muy probable–, se leía Triple A, no Alitalia.