Lo primero que puede constatarse en Ese corazón, un desperdicio es su decidida apuesta por la mezcla de géneros y la indeterminación. Se trata de un texto que por momentos se ubica dentro de la narrativa, en otros parece estar más cerca del ensayo y, ocasionalmente, próximo a la poesía. Dividido en siete capítulos, el libro escapa de toda linealidad: “Surubíes en el bosque flotante” narra algunos recuerdos del narrador sobre su padre, fallecido en la pandemia, vinculados con una salida entre ambos para ir a pescar; la anécdota deriva en una referencia a los marineros de Ulises en La odisea, cuando arriban a la Isla de los Lotófagos. El texto se adentra en las derivas de la memoria y en sus imprevisibles sinuosidades. “Altas cumbres” se detiene en un viaje del narrador –llamado Denis, al igual que su autor– a San Javier, un pequeño pueblo de Traslasierra, en donde un desperfecto mecánico da lugar a la deriva narrativa y a las reflexiones sobre el acto de escritura. En “Como cebras”, el narrador cuenta un viaje a la Patagonia chilena con su novia y la experiencia de convivir con los tábanos. “Resiliencia biológica”, en tanto, adopta la forma del ensayo para adentrarse en el mundo de los hongos, en especial en lo concerniente a sus propiedades alucinatorias. Los pasajes informativos en presente y en una rigurosa tercera persona se alternan con otros narrados en primera persona desde la subjetividad del narrador. “Una estampita del Pity” (tal vez el menos logrado de los capítulos, ya que la prosa se vuelve un tanto banal y lo autobiográfico no pasa de un conjunto de anécdotas narradas para una reunión de amigos) se detiene en la educación católica del protagonista y en su descubrimiento del mundo del rock, “reventando todo a su paso”. “La Taiga” es quizás el ¿ensayo?, ¿capítulo? más sólido: de la referencia a la aldea homónima, un poblado de ciento cuarenta habitantes en una isla siberiana descripto en el documental Happy People: A Year in the Taiga, de Werner Herzog, en donde tres cazadores ermitaños deben salir a cazar para sobrevivir durante un año; el texto pasa a la mención del Diario de la peste, de Bifo Berardi: “¿Será, como dice Berardi, que vamos a terminar viviendo recluidos en nuestras propias conciencias? ¿Podremos fusionar nuestra existencia física con nuestra existencia simbólica en el planeta?”, se pregunta el narrador. Acto seguido, se imagina en la piel de uno de esos avezados cazadores, mientras en realidad lo que acontece a su alrededor es el virus del covid esparciéndose por todos los continentes.
Ese corazón, un desperdicio exhibe, por momentos, su instancia enunciativa, y problematiza la imposibilidad de escribir. “¿Es posible que la literatura no me permita vivir el momento? O al revés: ¿es posible que la vivencia no me permita escribir?”. Frente a estos interrogantes, el texto se lanza a la estimulante exploración de lo literario abandonando las certezas y las garantías dadas de antemano.
Ese corazón, un desperdicio
Autor: Denis Fernández
Género: novela
Otras obras del autor: El adiestrador de peces; Tucson, Arizona; Monstruos geométricos; Cero Gauss; Especie salvaje; Las mil maravillas
Editorial: Hexágono, $ 22.000