Una, dos, tres, cinco, veinte, cien, doscientas: todas minas. El día que las organizaciones de género reparen en esta platea de Independiente hacen una fiesta acá. Acá, en el Libertadores de América, un rato antes de que el Rojo juegue –empate– con Unión: este sector del estadio en el que las únicas que entran son las socias del club. Acá, en esta red feminista en la que se habla de la cita con un tipo, en la que se putea a Farías, en la que las chicas cruzan los dedos ante cada ataque rival, pegan alaridos de furia, cuidan a sus hijos e hijas, gritan gol unidas en grupo, putean y lloran. Algunas, ahora, después del final, lloran. Y una dice: “Yo ya lo asumí, hice el duelo, ya está. Nos vamos a la B, muchachas”.
En la parte más alta del sector Fernando Bello donde están ellas hay una banda que sigue el partido. Son Vanesa Prieto, Fernanda Giorgi, Carla Zavattaro y Fernanda Pardo. Armaron el grupo este año: vienen a sufrir juntas, dicen. Se abrazan en los goles –lo hacen ahora, en el de Adrián Fernández– y cuentan que se acompañan: cuando les baja la presión por el estrés de ver al equipo o cuando no pueden evitar lagrimear.
“La mujer que viene a la cancha es diferente –explica Carla–. Los tipos piensan que las que vienen son botineras. Pero no. Ojo, acá a veces vienen gatos, eh. Hay tres gatos que están por ahí, unas rubias tetonas que se paran para que las miren. Pero esas no son hinchas de Independiente, son hinchas del miembro viril”.
Las cuatro miran fútbol en la semana, hablan de la formación y afirman que pueden discutir a la par de cualquier hombre. Militan, acá, todas estas minas, contra la violencia de género: “Muchos hombres no se bancan que las mujeres sepamos más”.
Y dicen que no están para hablar de los jugadores lindos, que eso es una boludez.
—¿A vos te gusta Tuzzio? –le pregunta Vanesa a PERFIL.
—Sí.
—¿Viste qué hermoso que es?
Unidas y organizadas. Este espacio es plural: hay minas rústicas (grandotas, con voz ronca, despreocupadas por la estética), hay minas estándar (madres clase media con hijas clase media), hay minas refinadas (sentaditas en la platea, las piernas cruzadas, algún detalle en rojo) y hay minitas (la camisetita de Independiente ajustada, el jean pintado al cuerpo, la puteadita en tono agudo).
Laura Moreira lleva 26 años mirando partidos rodeada de otras mujeres. Para ella, esta platea es su lugar. Incluso lo defendió. Resulta que estas doscientas minas estuvieron cerca de perder su espacio con la inauguración del nuevo estadio. Quisieron juntarlas con los socios vitalicios. Pero no: reunieron firmas para impedir que eso sucediera. Le plantaron batalla a Julio Comparada –el ex presidente– y después a Javier Cantero. Y ganaron.
En este sector damas está la madre de un jugador: Fredes, con la camiseta número 8, corre en la cancha y su mamá, Laura Rey, le grita desde esta platea: “Dale, Hernaaaaaaánnn”. La mamá de Fredes –que ahora escucha el partido por la radio– se crió en Independiente: viene a la cancha desde que estaba en la primaria y faltaba a la escuela los días de Copa Libertadores para estar en este mismo lugar. Llegaba temprano, jugaba a la canasta con sus amigas, comía sándwiches, tomaba gaseosa y alentaba al Rojo. Hoy –el viernes, contra Unión–, vestida con zapatillas, jogging y un saco, la mamá de Fredes –uno de los más resistidos por la hinchada– se banca los insultos contra su nene, que pierde otra pelota.
Ellas. Laura trae siempre su bandera, con la leyenda “Nunca te insultamos, siempre te alentamos”. Y más allá, Cachita (María del Carmen Capello Ramos) muestra una que está armando con sus amigas de cancha: “De a una somos mortales, juntas somos eternas”.
Zulema Actis no quiere revelar su edad, pero varias marcan que es la más experimentada aquí. Podría ser la abuela de cualquiera de esos muchachos a los que mira. En la década de los 70 salía a la cancha con un perro que era la mascota del equipo: le da orgullo contar que ella era la madrina del animal.
Para Zulema –pantalón rojo, labios pintados de rojo, bandera roja en la mano–, ésta es su casa. “Yo no tengo hijos, no tengo marido, no tengo novio, no tengo amante. En cuanto un hombre me decía algo de la cancha, se cortaba. Antes era otra cosa, querida. Nos cantaban que fuéramos a lavar los platos”, cuenta. Y filosofa sobre qué es para ella Independiente: “Es el hijo que no tuve, mi gran amor. No mi pasión, porque la pasión se acaba. El amor es más profundo, el amor perdura siempre”. En el gol de Fernández, lagrimea: dice que justo le estaba hablando a la Virgen de Pompeya y que la Virgen le había anticipado que en la jugada siguiente, la pelota entraba. Zulema lagrimea: la pelota entró.
Militancia feminista. “La puta madre, che. La puta madreeeeeee. En cualquier momento termino en el Moyano”. Cachita –bufanda, buzo y campera del Rojo; Virgen de Luján, un rosario y estampita del Angel de la Guarda en la mano– está acá aunque quisiera estar en la popu: pero en 2002 le detectaron osteoporosis y entonces cambió de lugar. Desde el choque con Belgrano (derrota por 2-1 antes del inicio de este torneo), bajó 11 kilos, no come, no duerme y llora en cada partido. Y se lleva bien con las chicas, pero la platea femenina le parece muy amarga.
Una amargura más: el empate. Ahora, estas minas putean todas juntas. Se quejan porque consideran que el gol del empate fue en posición adelantada. Le gritan al línea: dicen que está en diferido. Y putean a un hombre que rompió un banco: “Es tu club, la concha de tu hermana”.
Hay una, dos, tres, cinco, veinte, cien, doscientas: todas minas.
Renunció Gallego
La crónica de una muerte anunciada: Tolo Gallego dejó de ser el entrenador de Independiente. Luego de consultarlo con su familia, llamó por teléfono a Javier Cantero y le comunicó la decisión: su renuncia indeclinable para “descomprimir la situación”.
Luego del empate ante Unión, Gallego evaluó que no era conveniente seguir en el cargo. El Rojo se encuentra en zona de descenso. El presidente de Independiente deberá encontrar un técnico que dirija al equipo en las diez fechas que restan del torneo Final. Gallego dirigió ayer a la mañana la práctica, a puertas cerradas. En principio, el DT tenía la intención de seguir en el cargo, al menos hasta el partido contra Rafaela. Ahora, comienza una nueva era.