Un pibe con sueño de goleador hace las inferiores en Boca, pero no llega a debutar en Primera, antes de alcanzar el último escalón pasa a Tigre, donde a veces juega y a veces no, entonces lo transfieren a préstamo al Lyon Oslo, un ignoto club de Noruega, pero ni ahí se destaca, entonces vuelve a Boca, a empezar de nuevo, a pelear por un lugar, por una posibilidad entre tantas estrellas. El pibe con sueño de goleador ya tiene 20 años, tres clubes, pocos partidos y menos goles. ¿Cuál sería la interpretación? Su carrera fue de mayor a menor, no tiene futuro, no despegó nunca, más le vale que se dedique a otra cosa. Bien, ésa es la historia de Lucas Pratto, el delantero que el jueves debutó en la Selección. El que eligió el Patón Bauza para reemplazar al Pipita Higuain y al Kun Agüero, para que acompañara a Leo Messi y Paulo Dybala. En el país con más delanteros por metro cuadrado del mundo, el nueve argentino fue aquel pibe sin futuro de Selección.
En caТda. Pratto llegó a Boca en 2004, recomendado nada menos que por Martín Palermo. El goleador implacable lo detectó en Defensores de Cambaceres, un modesto club de Ensenada, cerca de La Plata, que en ese momento disputaba el torneo de Primera B. Pero la estadía de Pratto en el xeneize no fue tan sencilla. Llegó con 15 años y salió campeón con la Quinta división, pero el salto a Primera fue traumático: sólo jugó dos partidos, no convirtió ni convenció a nadie de su olfato goleador.
La transferencia a Tigre tampoco provocó demasiado entusiasmo. Arrancó como suplente, a la sombra del goleador Leandro Lázzaro. Durante la temporada 2007/08 jugó trece partidos y convirtió un solo gol. Flojo. El próximo destino sería la ignota liga de Noruega. Un año a préstamo en el Lyon Oslo, un club con preferencia por los argentinos: un año antes habían jugado Matías Almeyda y el Turu Flores, que con ese contrato retomaron el fútbol profesional después de integrar la selección de showbol con Maradona.
En el país que es potencia mundial de esquí, Pratto disputó 25 partidos y convirtió siete goles. El préstamo se terminó y volvió a Boca. De nuevo la abstinencia: dos encuentros, cero gol. Otra transferencia estaba cantada. A principio de 2010 llegó a Unión, para remarla en la B Nacional. Hasta ahora, el currículum es pobre. Imposible augurar un porvenir demasiado auspicioso.
El despegue. Se podría decir que todo comenzó en Unión. A Pratto se le abrió el arco y las pelotas entraron. De Santa Fe viajó a Chile para sumarse a la Universidad Católica. Ahí lo agarró Pizzi, le dio confianza y pagó con goles. La carrera, entonces, empieza a tomar vértigo. Les provocó alaridos a los hinchas del Genoa de Italia, de Vélez y del Atlético Mineiro. Ahí, en Brasil, fue cuando Bauza le echó el ojo. Este año, cuando el Patón dirigía al San Pablo, pretendió contratarlo, pero no lo consiguió. Meses después se tomó la revancha: lo convocó a la Selección.
El debut llegó frente a una defensa charrúa de temer. Salió con el 18 en la espalda, no sobresalió ni se destacó, pero cumplió. Claro que se debe tener en cuenta que debió jugar en la zona más áspera de la cancha: entre Diego Godín y José Giménez, los centrales uruguayos que juegan en el Atlético de Madrid. Ahí aguantó la pelota y sirvió como descarga y pivot para Messi. Hizo el trabajo sucio. Hasta que fue reemplazado por Alario cuando faltaban veinte minutos para que terminara el partido.
El destino, esta vez, jugó a favor. Así como hay promesas que se quedan a mitad de camino, el caso de Pratto es inverso: un jugador sin destino de jugador que llegó a jugar en la Selección.