Por más que hayan pasado casi dos décadas desde su salida como presidente de Boca Juniors, la gestión de Mauricio Macri en el club sigue siendo una pieza clave para entender tanto el rumbo institucional xeneize como su posterior carrera política.
Entre 1995 y 2007, Boca fue el laboratorio donde el entonces empresario porteño moldeó su identidad pública, entrenó su estilo de conducción y construyó la plataforma de poder que lo llevaría primero a la Jefatura de Gobierno y luego a la Casa Rosada. Pero esa etapa, marcada por la gloria deportiva, también dejó huellas menos visibles: conflictos internos, denuncias judiciales, tensiones políticas y una transformación en la vida cotidiana del club que todavía divide aguas.
Cuando Macri asumió en 1995, Boca atravesaba un período de irregularidad deportiva y fragilidad económica. Su primera decisión fue aplicar una lógica empresarial al manejo del club: profesionalizar áreas, revisar contratos y reducir gastos. Con esa base, Boca se reencaminó competitivamente. Entre 1998 y 2003, con Carlos Bianchi como figura central del proyecto futbolístico, el club vivió la etapa más brillante de su historia moderna: cuatro Copas Libertadores, dos Intercontinentales y un dominio internacional que potenció su marca global.
Los logros deportivos convirtieron a Boca en una máquina exportadora de jugadores formados en las inferiores -Carlos Tevez, Nicolás Burdisso, Fernando Gago, Éver Banega- y habilitaron ventas millonarias que consolidaron la estabilidad financiera. Para la dirigencia, el círculo era perfecto: títulos, ingresos y un modelo que se retroalimentan.

Saneamiento y marketing: Boca como empresa en la era Macri
El club comenzó a funcionar con criterios de eficiencia económica y previsibilidad, algo inusual en el fútbol argentino de los '90. Se fortalecieron los departamentos de marketing y comunicación, se diversificaron los ingresos y se impulsó una marca más global, con giras internacionales, convenios comerciales más robustos y un Museo de la Pasión Boquense que buscó capitalizar el fervor del hincha.
Macri aplicó una gestión de corte tecnocrático: decisiones ordenadas en torno a resultados, balance y marca. El éxito deportivo, para él, era también un producto.

Durante su gestión se ejecutaron mejoras estructurales, con nuevos palcos, ampliaciones parciales y obras internas que refinaron la experiencia del público y de los planteles. Sin embargo, el gran proyecto pendiente fue la ampliación integral de la Bombonera, algo que Macri impulsó reiteradamente pero que nunca logró viabilidad política ni consenso vecinal. Ese fracaso sería un antecedente de las posteriores disputas por el futuro del estadio.
El lado B de Macri en Boca: conflictos, poder interno y sombras judiciales
El modelo Macri también generó resistencias. Su lógica empresarial chocó con la tradición social del club y con sectores que veían en su estilo una avanzada privatizadora. En paralelo, la relación con algunos jugadores y técnicos se volvió áspera en determinados momentos. El quiebre más profundo fue con Carlos Bianchi en 2004: la salida del “Virrey” dejó una herida simbólica en plena construcción del “mito Macri”.

A eso se sumaron episodios judiciales que afectaron la imagen institucional. El más resonante fue la causa por escuchas telefónicas dentro del club en los años 2001 y 2002, donde la Justicia investigó un esquema de espionaje interno que involucró a empleados de seguridad y derivó en un escándalo mediático. Macri nunca fue condenado, pero el episodio marcó un antecedente que reaparecería en su trayectoria pública.
En paralelo, durante estos años se fortaleció la barra brava, La Doce, que incrementó su poder interno y su presencia en la vida cotidiana del club. Dirigentes opositores señalaron que la conducción macrista no logró, o no quiso, frenar ese avance.
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Boca como plataforma política: el traspaso de Macri del deporte a la administración pública
Boca fue para Macri mucho más que un club. Fue su primer territorio de gestión pública, su vidriera nacional y el espacio donde logró instalarse como un líder eficiente, ganador y moderno. La secuencia fue clara: orden, resultados, imagen, proyección. Desde ese trampolín construyó Compromiso para el Cambio y luego el PRO.
Su decisión de abandonar Boca en 2007 para competir políticamente fue el cierre lógico de un ciclo que trascendió lo deportivo. Para entonces, había dejado un club campeón y saneado, pero también un clima de polarización interna que perduraría en los años siguientes.
La gestión de Macri en Boca sigue dividiendo opiniones. Para unos, es la etapa más exitosa de la historia moderna del club, un período de profesionalización, modernización y supremacía internacional imposible de discutir. Para otros, fue la puerta de entrada de una lógica empresarial y política que desnaturalizó la vida institucional, dio más poder a actores paralelos y sembró una grieta que aún hoy condiciona la identidad xeneize.
Lo indiscutible es que Boca fue el origen del “método Macri”: eficiencia, control, marketing, poder y resultados. Un modelo que luego intentó replicar, con diferente suerte, en la política nacional.
LT