DOMINGO
Aprendizaje

¿Cómo se conoce el cannabis?

16-4-2023-Logo Perfil
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El conocimiento de las plantas no surge simplemente de observar cómo interactúan con su entorno. Por el contrario, es el resultado de procesos sociales, que pueden o no dar importancia a las observaciones específicas. El hecho de que una observación en particular sea considerada conocimiento legítimo depende de métodos subjetivos de investigación y aprendizaje, así como de la necesidad de las sociedades de crear orden, conformidad y previsibilidad.

El carácter inusual del cannabis (un género cosmopolita con dos especies crípticas y dos usos cargados de simbolismo) ha determinado la forma en que se ha generado información sobre él. Al principio, el etnocentrismo moldeó la producción de conocimiento. Los académicos europeos que prestaron atención al cannabis por primera vez después de 1500 provenían de sociedades con visiones del mundo que miraban hacia abajo desde pináculos imaginarios de supremacía sociocultural. Su ciencia apoyaba el extenso proyecto del colonialismo europeo. La supuesta debilidad de los no europeos por la droga del cannabis era uno de los muchos hechos ostensibles que justificaban la expansión de la autoridad del Norte Global sobre el Sur. En el siglo XX, las élites político-económicas ejercieron cada vez más control sobre el cannabis, estableciendo estrechas delimitaciones entre los conocimientos legítimos y los ilegítimos acerca de la planta.

El conocimiento es poder. Durante décadas, los observadores han reconocido que el objetivo del conocimiento oficial del cannabis es instalar la superioridad moral de la prohibición. Sin embargo, los antiprohibicionistas también produjeron ciencia no científica para afirmar su superioridad moral. Durante la prohibición, se ha acumulado poco saber sobre el cannabis por medio de estudios formales. La experiencia personal también provee saberes, aunque esta, por lo general, no se extiende más allá de un grupo social limitado. En la sociedad global, los actuales saberes sobre el cannabis están compartimentados. Varias subculturas de saberes apenas se superponen, a pesar de que, debido a las limitaciones impuestas por la prohibición, comparten las mismas prácticas de producción de conocimientos.

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Una similitud es la necesidad de afirmar explícitamente los saberes subculturales. En los medios vinculados al cannabis, la narración de experiencias es sinónimo de credibilidad e indicación de fiabilidad, independientemente de las pruebas o los argumentos. Un activista del cáñamo afirma: “Empecé a aprender sobre el cáñamo cuando era adolescente”. Un investigador bendice al escritor de Marihuana. Conocimiento científico actual (2001) “como un científico que trabaja para entender cómo actúan las drogas en el cerebro”. Otros científicos se limitan a enumerar títulos y afiliaciones. Los aficionados a la marihuana alardean sus saberes ilegales con seudónimos obvios como “S.T. Oner”; los cantantes de narcocorridos y gangsta rap se jactan de su experiencia en los bajos fondos. Por el contrario, las autoridades que se oponen al cannabis presumen de sus credenciales legales: “[La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA)] es la única agencia [estadounidense] que aprueba los medicamentos como seguros y eficaces para las indicaciones previstas”. Evidentemente, estas marcas de estatus solo tienen sentido al interior de subculturas particulares. 

La necesidad de establecer credibilidad es un reflejo de la falta general de conocimiento que existe acerca del cannabis, a pesar de su importancia en el pasado y el presente. El conocimiento del cannabis se ha desarrollado lentamente. Los agrónomos han explicado el cáñamo durante siglos, pero la mayoría de los lectores evitan la agronomía formal. Los promotores del cáñamo venden más libros cuando recurren a textos publicitarios, que se manifiestan en títulos como Una forma de obtener riqueza (1676) y Cáñamo: lo que el mundo necesita ahora (2010). La confluencia de la publicación periódica de libros de instrucciones e incentivos constantes al cultivo sugiere que pocas personas han adquirido conocimientos duraderos sobre el cáñamo por medio del papel. El conocimiento del cáñamo no se puede separar del conocimiento de la marihuana. Los científicos europeos empezaron a prestar verdadera atención a la droga del cannabis en la década de 1840. Los farmacéuticos del siglo XIX no conocían la química de los cannabinoides, sino que simplemente aplicaban métodos tradicionales para la preparación de extractos de hierbas. A principios del siglo XX, los químicos no podían diferenciar de manera confiable el cannabis psicoactivo del no psicoactivo. Los farmacéuticos calculaban la psicoactividad de la planta en función de su origen geográfico, y discutían acerca de la utilidad del “cáñamo indio” no cultivado en la India. Este debate sobrevive en forma de experimentos botánicos de campo: se plantan semillas de un lugar en otro y luego se comprueba el contenido de cannabinoides (o el potencial para la producción de fibra). El THC no fue identificado hasta 1964.

*Autor de Cannabis, un retrato, de Adriana Hidalgo Editora.