El avance de la globalización, así como el fin de la bipolaridad que caracterizó al fin del siglo XX y el principio del XXI, han reconfigurado los esquemas de poder a nivel mundial y las formas en las que diversos Estados buscan influir en otros.
En el marco de los 40 años de la democracia en Argentina, es clave entender cómo el escenario internacional actual plantea enormes desafíos para que nuestro país se enfrente a la creciente influencia autoritaria extranjera de los gobiernos como los de China, Rusia e Irán.
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En el reciente informe que realizamos desde la Fundación Libertad con el apoyo del Instituto Republicano Internacional, identificamos múltiples mecanismos políticos, económicos y culturales de influencia autoritaria.
Brevemente, destaco tres. Primero, el aumento de acuerdos poco transparentes y descenso de los controles independientes indispensables para prevenir la corrupción y cuidar la calidad democrática.
Segundo, el uso de propaganda autoritaria que daña los valores de la democracia, la conciencia ecológica y los derechos humanos.
Y finalmente, las pérdidas económicas (para los gobiernos democráticos) por acuerdos a precios preferenciales, inversiones caras o innecesarias.
¿Qué podemos hacer para fortalecer las democracias en América Latina?
En un mundo crecientemente globalizado y cada vez más consciente de los beneficios del intercambio entre países, no se trata de cerrar puertas a los acuerdos, sino de diseñar una relación resiliente frente a los gobiernos autoritarios que no valoran la democracia, la transparencia, ni custodian adecuadamente los derechos humanos. Algunos de los caminos posibles son:
● Privilegiar las relaciones con las democracias liberales: si los regímenes autoritarios son menos confiables a la hora de establecer vínculos con ellos, se deben privilegiar las relaciones con aquellos países donde rige el Estado de derecho. En países que cuentan con organismos de control efectivos y un poder judicial independiente, las empresas actúan con mayor transparencia y están sujetas a reglas estables.
● Tomar conciencia sobre los vínculos con regímenes autoritarios: si no se pueden evitar el vínculo, tomar mayores recaudos a la hora de firmar acuerdos o hacer negocios con los gobiernos y con el sector privado de estos países. Esto se debe a que pueden derivar en acuerdos perjudiciales para los valores democráticos, los derechos de las personas y hasta perjudicar las economías locales.
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● Promover la transparencia y la rendición de cuentas en los vínculos comerciales: toda vez que los gobiernos de Argentina o América Latina se vinculen con organismos o empresas provenientes de otros países, especialmente de aquellos que no sean democráticos, es fundamental implementar mejores estrategias de control para garantizar los alcances de los acuerdos y mitigar los riesgos económicos, sociales y políticos.
● Definir una política exterior: esta es una carencia específica de Argentina; no definir una política exterior abre las puertas al debilitamiento de la democracia argentina en el futuro cercano. Los cambios de gestión y de ideologías respecto a los vínculos con otros países, dificultan el relacionamiento a largo plazo y también la confiabilidad de los países frente al mundo.
En el momento que damos por descontada nuestra democracia, la dejamos a merced de los totalitarismos, propios y ajenos. Al cumplirse 40 años de democracia en nuestro país, el “nunca más” es también trabajar para fortalecer nuestras instituciones, los mecanismos de participación social, la rendición de cuentas, la prensa libre, la independencia judicial, la verdad y el acceso a la información como bien público y tanto más.
Celebremos juntos estas cuatro décadas con memoria por la historia, civismo por lo que falta y valores para seguir construyendo.
* Director del proyecto “Construyendo resiliencia: las democracias de Argentina y Chile frente a la influencia autoritaria extranjera de China, Rusia e Irán”, de la Fundación Libertad.