ECONOMIA
Lo que viene

Desigualdad y crecimiento: los dos mayores desafíos de Lula en su nueva presidencia

Luego de una reñida elección, y con un par de puntos de ventaja, Lula da Silva toma nuevamente la presidencia de Brasil. Por qué la economía es el primer escollo a resolver.

Lula da Silva
Lula da Silva celebró su victoria electoral este 30 de octubre. | AFP

Tras haber consagrado a Lula Da Silva una vez más como presidente de Brasil este domingo 30 de octubre, la mayoría de los votantes han manifestado que la "economía" será la mayor que deberá enfrentar el nuevo mandatario.

La pandemia golpeó fuerte al vecino país, seguida de un desempleo creciente que llevó a los brasileños incluso a la inflación. Tal como consigna RFI, este es uno de los países más desiguales del mundo, con lo cual, "la subida de los precios fue un cataclismo".

Gracias a la rápida actuación del banco central, y al apoyo presupuestario con la suspensión de un cierto número de impuestos sobre los hidrocarburos, la presión se redujo considerablemente desde abril. Sin embargo, aún está en niveles del 7%.

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El 15% de los brasileños sufren inseguridad alimentaria, frente a sólo el 4% en 2010, cuando Lula dejó el cargo. El flamante presidente prometió reforzar la asistencia social puesta en marcha por su predecesor y borrar parte de las deudas acumuladas durante la pandemia.

Un país que necesita volver a crecer

Aún antes de la pandemia Brasil mostraba una economía estancada, en un crecimiento lento, demasiado débil para redistribuir la riqueza creada a una población en rápido crecimiento: 0,3% de crecimiento anual de media en los últimos diez años, esto es dos veces menos que la tasa de crecimiento de la población. De ahí surge el empobrecimiento que están sintiendo los hogares.

Luego de retroceder durante la presidencia de Lula a principios de la década de 2000, la desigualdad se disparó en los últimos diez años entre los ricos y los pobres, pero también entre los habitantes del Sur y del Norte.

Así, los datos de la economía brasileña muestran que los habitantes del noreste ganan la mitad que los del sureste y tienen el doble de probabilidades de estar desempleados. De igual modo crecen las desigualdades en el desempleo, incluso las mujeres y las personas de color sufren mucho más que los hombres blancos.

¿Qué políticas se necesitarían para reducir la desigualdad e impulsar el crecimiento?

La mejora de la educación, la reforma del Estado para hacerlo más eficiente y la reforma del sistema fiscal, a menudo desfavorable para las empresas, son los proyectos a largo plazo citados habitualmente por los economistas. Sin embargo, estas cuestiones fundamentales no se abordaron durante la campaña.

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Lula invocó, en especial, sus mandatos pasados, que corresponden a una época de prosperidad, cuando las desigualdades habían disminuido.

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De todos modos, para la agencia RFI no podrá aplicar las mismas recetas, porque en este último tiempo Brasil se ha endeudado mucho. Con lo cual, su margen de maniobra fiscal es mucho más limitado y el contexto global, muy diferente. Además, el auge de las materias primas ya no es relevante en 2022.

¿Industria a recursos naturales?

La fortaleza de Brasil parecerá centrarse en los próximos años en sus recursos naturales, en tanto la industria está en declive desde hace treinta años.

La agroindustria, favorecida por Jair Bolsonaro, los minerales y el petróleo son los principales motores del comercio exterior. El nuevo gobierno deberá reorientar la economía hacia actividades mejor remuneradas y más creadoras de empleo.

Para lograrlo, deberán atraer inversores, empezando por defender el medio ambiente y la selva amazónica. Este es el compromiso adquirido por Lula.

Por lo pronto, deberá reconciliar al país para poder gobernar y legislar. El sistema político brasileño, en el que las regiones y el Congreso son considerables contrapoderes, es uno de los principales obstáculos para el cambio.

 

LR 

Con información de RFI