El último informe estadístico elaborado por la Encuesta de la Deuda Social Argentina del Observatorio de la UCA respecto a la heterogeneidad del mercado del trabajo muestra que, teniendo en cuenta el último trimestre de 2018, el sector del trabajo informal ascendió a 49,3%, situación preocupante que se suma al índice de desocupación que publicó recientemente el INDEC y asciende al 10,1%.
Los datos del estudio al que accedió PERFIL ponen de manifiesto además que en el país, más allá de las características sociodemográficas o educativas de los hogares pobres, existe una asociación directa entre el escenario laboral predominante y la pobreza. Esa situación de escenario laboral donde hay mayor empleo informal, además, señala que está dada por los años de devaluaciones de la moneda, aceleración y aumento de la inflación y recesión económica.
En los últimos años (2017 y 2018), siguió aumentando la proporción de ocupados en el sector micro informal de la estructura productiva. Esto se refiere a actividades laborales autónomas no profesionales, o llevadas a cabo en pequeñas unidades productivas de baja productividad, alta rotación y de baja o nula vinculación con el mercado formal.
A finales de 2018, este sector de informalidad reunía al 49,3% de los ocupados. En el mismo año, los ocupados en el sector público representaban el 14,9% —tanto los empleados que cubren las necesidades operativas del Estado como los trabajadores que contra prestan en los programas de empleo directo—, y solamente el 35,8% de los ocupados realizaban actividades en el sector privado formal, es decir, actividades laborales profesionales o en unidades económicas de media o alta productividad e integradas a los mercados formales. Sumado a esto, el 75,9% de ese sector no cuenta con aportes jubilatorios y el 51,3% no posee cobertura de salud.
De acuerdo a los resultados de la Encuesta de la Deuda Social Argentina de la UCA, referidos al tercer trimestre de 2018, sólo 44,1% de la población económica activa de 18 años y más logró acceder a un empleo pleno de derechos. El 9,9% de esta población se encontraba abiertamente desempleado, y el 18,6% tenía un subempleo inestable (changas, trabajos temporarios o no remunerados, o siendo beneficiarios de programas de empleo con contraprestación).
En tanto, el 27,2% contaba con un empleo regular pero precario con niveles de ingresos superiores a los de subsistencia, pero ninguna afiliación al Sistema de Seguridad Social. En el transcurso del año pasado, el informe muestra que el ingreso medio mensual de los trabajadores del sector micro-informal fue un 41% menor que el ingreso del total de ocupados.
Mientras que el ingreso medio mensual del total de los ocupados fue de $ 17.454, el de los trabajadores del sector micro-informal de $ 10.283. El de los ocupados del sector privado formal ascienda a $ 24.985, y el del sector público es de $ 22.987.
Respecto a las limitaciones que inciden a la hora de la inserción en trabajos de calidad, el nivel socioeconómico del hogar es el factor que más influye. La probabilidad de ocuparse en el sector micro-informal aumenta 13,5 veces si se compara a los trabajadores de hogares de nivel socioeconómico muy bajo con los del nivel medio alto, según sostiene la encuesta del Observatorio. En ese sentido, se evidencia que los trabajadores de hogares de nivel socioeconómico más bajo son marcadamente más propensos a ocuparse en unidades del sector micro-informal, como también lo son las mujeres y aquellos trabajadores que no finalizaron el secundario.
En términos del crecimiento del empleo en el sector informal, el documento analiza que los diversos escenarios macroeconómicos incidieron en esta situación. “Se evidencia que en los años de devaluaciones, aceleración del proceso inflacionario y recesión económica se incrementan las ocupaciones en el sector micro-informal”, sostiene el informe, y agrega que en ese contexto, las mujeres, los jóvenes y los trabajadores de nivel educativo bajo son quienes presentan más inconvenientes en la obtención de un empleo pleno de derechos.
La desocupación subió al 10,1% en el primer trimestre del año
Esta heterogeneidad laboral extendida en el sector microinformal y que muestra niveles de precariedad y subempleo, impacta además en los hogares a los que pertenecen los trabajadores: según datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina del tercer trimestre de 2018, sólo 52,7% de los hogares tiene un jefe ocupado en empleos plenos, mientras que 44% están encabezados por un trabajador precario y 3,2% por un desocupado. Si se considera el acceso del hogar al empleo pleno a través de todos sus miembros activos, casi 4 de cada 10 hogares (38,7%) en la Argentina urbana se encuentran excluidos de los empleos plenos y sólo disponen de trabajadores precarios o en situación de desocupación.
Como consecuencia, esto incide en las condiciones de vida familiares, donde aquellos hogares en los que todos los trabajadores tienen empleos precarios y/o se encuentran desocupados tienen un ingreso total familiar 40% inferior al promedio. En contraposición, los hogares que sólo tienen empleos plenos tienen de un ingreso un 19% mayor al promedio.
Esta desigualdad económica se traduce en una particular propensión a la pobreza por parte de los hogares que sólo tienen trabajadores en empleos precarios y/o están en situación de desempleo: la mitad de ellos (50,1%) son pobres por ingresos. Sobre este punto el informe sostiene que la modalidad socio-ocupacional del hogar constituye uno de los factores explicativos que mayor relevancia tienen sobre la pobreza monetaria.
A.G./