De un proyecto de ley inspirado en el resentimiento con el periodismo independiente, en particular contra el mayor multimedio del país y la obsesión de sojuzgarlo; que será tratado por una mayoría oficialista que no lee lo que vota, según afirmó el diputado Alberto Cantero, no surgirá la ley que nos adecue tecnológicamente y garantice diversidad y pluralismo. Tal vez sí negocios para los amigos del poder.
En 1983 fue elegido como presidente de Argentina un político con principios, comprometido con el sistema democrático republicano de gobierno.
La agenda de trabajo era universal, priorizando derechos humanos y economía; había que reconstruir la cultura democrática y conjugando voluntades lograr que con ella se comiera, se educara y se curara. El ámbito para realizarlo fue el Congreso Nacional.
Dentro de un cúmulo de asuntos a resolver estaba la sanción de una ley de radiodifusión que superara la norma de la dictadura. Alfonsín instó inmediatamente a sus colaboradores a trabajar en la redacción de un proyecto que garantizara diversidad y pluralismo, evitando la concentración de medios. No creía saludable que un mismo propietario tuviera diario, canales de TV y radios. Para ello convocó a la oposición, a personalidades de diversas corrientes de pensamiento y a las entidades representativas del sector. La tarea ocupó todo el mandato; no había urgencia, sí necesidad y convicciones. Temas más complejos se resolvieron, con aciertos y errores, pero éste no. Era difícil conciliar posiciones políticas, y más difícil convencer a los representantes de los dueños de los medios para que aceptaran esas ideas. Sabemos de sus buenas intenciones decían, pero… “la mejor ley es la que no está escrita”.
Hoy, de un lado está el proyecto del resentimiento y el de negocios de amigos, del otro todavía podemos ponernos de acuerdo quienes pretendemos una prensa libre que garantice competencia y diversidad.
* Director del diario Puntal y presidente de la Comisión de Libertad de Expresión de ADEPA.