La Argentina se encuentra atravesando la segunda ola del Covid-19, que está obligando a llevar adelante nuevas medidas de restricciones a la movilidad, distanciamiento social y poniendo limitaciones a la actividad económica. Bajo este escenario, con mayor incertidumbre, surge la pregunta sobre cuáles serán las decisiones de política económica de cara a lo que resta del año, teniendo en cuenta que en el tercer trimestre comenzará el proceso electoral de medio término.
Los caminos de la política argentina son sinuosos, y pueden siempre aparecer sorpresas. Sin embargo, a priori es posible identificar dos contornos por los que la política económica podría desarrollarse en el corto plazo.
Por un lado, podría esperarse un escenario donde se busque maximizar el consumo (aún con las limitaciones del caso), conteniendo en la mayor medida de lo posible la corrección de las tarifas públicas, mitigando el efecto de las restricciones mediante subsidios a las familias y las empresas, y limitando el impacto en la inflación mediante retraso cambiario.
En este escenario, donde se espera una aceleración del gasto público en un contexto de escaso acceso al financiamiento, el resultado sería una mayor emisión monetaria con su consecuente presión sobre los precios, que ya se encuentran en un piso alto y creciente, y sobre la brecha de tipo de cambio.
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En la vereda de enfrente, un escenario de cierta convergencia, que a la luz de los acontecimientos luce menos probable, es aquel que busque contener lo más posible el gasto Covid-19 en pos de acercarse al programa fiscal planteado en el Presupuesto Nacional 2021.
Aquí serían necesarios ciertos aumentos de tarifas que permitan limitar el alza del gasto en subsidios y, por ende, requeriría menor emisión monetaria para su financiación.
Si bien los precios continuarán aumentando, estarían levemente por debajo del escenario anterior, porque menos pesos en la calle quitarían presión sobre la inflación. Sin embargo, aunque con mayores visos de racionalidad desde el punto de vista de los equilibrios macroeconómicos, de acuerdo con la historia, no parece ajustarse a la evolución de las cuentas públicas en un año electoral.
Finalmente, podría caber la posibilidad de un escenario intermedio, el cual en parte estará condicionado por la extensión de la segunda ola y la necesidad de mantener las restricciones.
Si fuera posible acotar el período de cierre de actividades, lo cual estará en parte ligado a la llegada y aplicación de las vacunas que permitiría contener los contagios, la necesidad en tamaño y extensión de ayuda monetaria a empresas y sectores vulnerables podría acotarse.
Si a este hecho se sumaran ciertas modificaciones tarifarias en los precios de los servicios públicos, el déficit fiscal, aunque probablemente quedaría por encima del presupuestado, podría ser menor al del primer escenario planteado.
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Mientras tanto, el mundo parece dar un guiño a nuestro país por el lado de los precios de las materias primas. Su rol es clave para la economía local en cuanto a la generación de divisas vía exportaciones de productos agropecuarios, estén o no industrializados.
Este hecho además trae consigo mayores ingresos tributarios, que no estaban presupuestados, a través de los derechos de exportación. Ahora bien, este plus que da aire al país en materia de divisas e ingresos para el fisco podrán ser utilizados pensando en el mediano y largo plazo, en pos de ir hacia las correcciones macroeconómicas correctas, o bien podría ser utilizado de manera miope, para sostener mayores gastos y profundizar el statu quo, mientras se postergan las asignaturas pendientes.
* Economista jefe de PwC Argentina