ECONOMIA
Planificación

Qué necesita el gobierno para tener un plan económico

Un programa fiscal, monetario y cambiario no sale por generación espontánea ni se realiza en forma instantánea. Un camino necesario, pero con ciertos requisitos para mostrar lo que hasta ahora se elude.

Alberto Fernández habla con el establishment en el Council of Americas 20200721
Alberto Fernández habla con el establishment en el Council of Americas | CAPTURAS

Socialismo sin plan y capitalismo sin mercado”. La frase no es de un Premio Nobel sino la conclusión de un prolífico ingeniero y ensayista argentino, Martín Schwab y Etchebarne que hacía referencia, hace tiempo, a la compulsión argentina por el péndulo entre la improvisación para lo que hay que planificar y la pasión monopolística por los que ya tienen una posición en el mercado. En uno y otro caso, la competencia es mal vista, las comparaciones son ignoradas cuando no imposibles de reconstruir por falta de información y el saldo es un espiral de empobrecimiento y descapitalización.

Estos conceptos volvieron a cobrar relevancia cuando la semana pasada el Presidente se resistió a encasillarse en un determinado plan económico. No es extraño ya que desde la victoria en las PASO hace casi un año, la coalición gobernante eludió hacer referencia a las líneas rectoras del plan económico que el Gobierno impondría desde su asunción, en diciembre de 2019. Pero el que avisa no es traidor: el mismo Presidente comunicó su convicción que antes de pensar en otra cosa y con el objetivo de “poner a la Argentina de pie” había que cerrar la renegociación de la deuda a la que se calificaba como un verdadero lastre para al despegue de la economía nacional. Y que lo demás vendría por añadidura.

A siete meses del inicio de su gestión la renegociación de la deuda aún está abierta, si bien acotada en sus términos, con un timing que quizás obedece al acuerdo tardío dentro de la coalición para el abordaje que dividía aguas.

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Sin embargo, los interlocutores en la mesa de negociación, primero, y los actores económicos de toda índole cuando las cuarentenas socavaron de incertidumbre el entramado productivo, después, demandan una orientación, una hoja de ruta, para entender mejor lo que les espera.

Uno, cuándo verán algún dólar, otros, cuándo sacarán la cabeza a la superficie. En síntesis, piden porque el mismo Gobierno cambie el orden de los factores que, parece, sí altera el producto.

Si el Gobierno entendiera estos reclamos o juzgara que el tiempo transcurrido maduró el timing adecuado para esbozar un plan, no lo podría tener automáticamente, sino que le demandaría energías y tiempo para poder generarlo, compartirlo y defenderlo. ¿Qué ingredientes debería tener un plan en estas circunstancias?

 

  1. Decidirse a tener un plan, con su lógica y maximizando variables en su conjunto y no en forma aislada. No se trata de una resignación sino de una convicción de su función orientadora y condición necesaria para obtener mejores resultados y poder controlar su ejecución.

  2. Coordinar las áreas económicas para la gestión. Continuando con la tradición de los últimos tres gobiernos, el otrora poderoso Ministerio de Economía, se descuartizó y por ello toda decisión hay que consensuarla entre funcionarios de similar jerarquía. O en todo caso, eleva el rol del Jefe de Gabinete para que oficie de árbitro en forma permanente, pero con fuerte poder de veto.

  3. Gestionar la coalición interna; elaborando y aplicando reglas para consensos, pero, sobre todo, para los disensos. Eso le da un marco de previsibilidad a lo que se decida.

  4. Revisar y explicitar los objetivos de la política fiscal. Esto es, el nivel del gasto nominal en general y, además, la distribución por áreas que adquirieron mayor sensibilidad, como Salud, Seguridad, Asistencia Social por la extensión del Ingreso Universal o Investigación aplicada en materia sanitaria. Aquí pesa el tema de las paritarias estatales a tratarse post cuarentena. Y cómo el aumento del gasto en los últimos 20 años se dio por tres fuentes: provincias, subsidios y previsional, enfocarse en estos tres agujeros negros fiscales.

  5. Relación con provincias. Invalidada la institución de la coparticipación, oxidada en el tiempo e insuficiente para regular las relaciones económicas federales, acá prima establecer formas de administrar los impuestos, parámetros de asistencias del Tesoro y reglar las excepciones. Votos legislativos y pesos, siempre de la mano.

  6. Relación con el sector pasivo. El 55 % del gasto antes de la pandemia se destinaba a jubilaciones, pensiones y asignaciones. Acá pesa la actualización a utilizarse y también el presupuesto destinado para la asistencia social.

  7. Subsidios económicos. Otra fuente de crecimiento del gasto fue el de los subsidios al sector energético y de servicios públicos. La fijación de un patrón de tarifas terminará determinando la ecuación precio-subsidio. A esto se le agrega la continuidad de la asistencia al pago de sueldos, ATP luego de las cuarentenas. Una cuestión ardua que se enmarca en la fijación de salarios y la vigencia de las paritarias privadas.

  8. Programación monetaria. Ya no se trata de defender la no-emisión sino de establecer un programa monetario creíble y realista, considerando la tasa de interés, cambiaria y de inflación prevista. Como en ningún otro capítulo, acá los datos mandan.

  9. Comercio exterior. Debajo del eslogan de alentar las exportaciones y la sustitución de importaciones, se precisa establecer, al menos a mediano plazo, la fijación del tipo de cambio, los impuestos al comercio exterior y las obras de infraestructura necesarias para mantenerlas.

  10. Política cambiaria. Y finalmente, el gran termómetro de la economía argentina. No sólo hay que enunciar un mecanismo de fijación, sino los objetivos de reservas internacionales, su interacción con las variables monetarias y fiscales y, por supuesto, con el nivel de precios esperado.

Haber completado este check-list sobre el diseño de un plan económico de alto impacto y mediano alcance ya es un valor en sí mismo. Y sirve para monitorear las variables que la política elige para decidir el éxito o el fracaso de una política económica, dadas las restricciones y el punto de partida: el ingreso por habitante, el nivel de pobreza e indigencia, el desempleo y la tasa de inflación.

Para pensar en el crecimiento y la sostenibilidad a largo plazo, habrá que esperar que el corto plazo asiente las bases para ello. De la mano y no en contra de un plan.