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Política

Humanismo argentino

Una respuesta con responsabilidad comunitaria y amor para superar la batalla cultural.

Tigre
Una respuesta con responsabilidad comunitaria y amor para superar la batalla cultural. | Municipio de Tigre

Para analizar el actual debate político en Argentina deberíamos previamente, como hacen las plataformas de streaming con sus usuarios, advertir al desprevenido con la consigna violencia, lenguaje inapropiado, porque verán un discurso extremo, sobreactuación política, lenguaje procaz y escatológico.

Observo que nuestra Argentina es hoy víctima de un experimento ideológico, con las consiguientes consecuencias económicas, políticas y sociológicas. El modelo “anarco capitalista” o “libertario”, al decir del propio Presidente, es único en la historia y el presente del mundo.

Las sociedades, o mejor dicho, los pueblos, no buscan extravagancias teóricas, sino que necesitan propuestas más simples y que alguien, con un equipo sólido, solucione sus problemas más acuciantes. La buena política es tan simple como esto.

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Al pueblo no le interesa ser el conejillo de indias de un proyecto disparatado que hoy causa sorpresa en el mundo y, posiblemente mañana, despierte pena o burla por los resultados catastróficos que dejará como herencia.

Pero hay que estar muy atentos, porque detrás de cada actitud absurda, estrafalaria o incomprensible, se esconde una medida económica. Y verificamos que todas ellas son en perjuicio de nuestra clase media, jubilados, trabajadores, pymes y sectores más humildes, esto es, de la mayoría de la población.

Dicho en términos más académicos, el paradigma que hoy pretenden que aceptemos bajo el concepto de la modernidad y la libertad es simplemente una brutal transferencia de recursos e ingresos de gran parte de la sociedad hacia los sectores de riqueza más concentrados. Las promesas de felicidad para dentro de 35 años son el velo que esconde una perversidad sin precedentes en la historia argentina.

Las políticas implementadas son el intento de consumar lo que no pudo realizar ni la dictadura militar, ni las sucesivas experiencias neoliberales que nos precedieron: el cambio radical de la matriz sociológica de la Argentina.

Ante el riesgo concreto de seguir profundizando el deterioro económico, social y soberano resulta necesario un nuevo pacto de los actores sociales y políticos que encauce las relaciones a través de un diálogo basado en el respeto a las diferencias, amable y pacífico. Los liderazgos virtuosos son aquellos que resuelven los problemas de la pobreza, la educación, la salud, la infraestructura, la inversión productiva, nuestra inserción en el mundo en forma libre e independiente, entre otras cosas.

En honor a la brevedad, la Argentina debe tener un horizonte que esté más allá de la absolutización del dios mercado, que intenta resolverlo todo dejando en la indefensión a la gran mayoría de la población, expresión del Gobierno actual, y también más allá el Estado omnipresente en todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, expresado por la lógica del pasado reciente. Traigo a colación una cita que pretende sintetizar un horizonte posible, inmortalizada por el ex Canciller alemán y ex alcalde de Berlín, Willy Brandt: “tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”, un intento de búsqueda de equilibrio entre la economía de mercado y la intervención estatal.

En función de ello, propongo rescatar el humanismo argentino como una síntesis de nuestras mejores tradiciones políticas: el radicalismo, el peronismo, y otras que han dado su aporte valioso en la conformación de la sociedad argentina. En ese contexto, también debemos converger en el aporte del pensamiento social cristiano, en particular, en la voz profética del Papa Francisco, un líder espiritual global cuya partida nos entristece y que ofrece un horizonte ético imprescindible. Él nos señaló que no hay verdadera política sin amor al pueblo, sin memoria histórica y sin compromiso con los últimos, los de atrás que claman justicia.

Los argentinos necesitamos un nuevo acuerdo nacional que armonice la ética republicana con la justicia social, promoviendo un Estado nacional eficiente, al servicio del pueblo y no de los intereses corporativos o extranjeros. Es imprescindible un llamamiento a la unidad nacional basada, no en el odio ni en la revancha, sino en la memoria y la solidaridad, asumiendo el principio del bien público por encima del individualismo, a la vez que impulse el cuidado de la casa común y la fraternidad universal.

Pienso que el humanismo que planteamos no es solo una producción intelectual, la síntesis del pensamiento arraigado en nuestras comunidades, situado geográfica e históricamente, sino también es aquel que nuevos líderes pueden formular y sintetizar, pero cuyo origen puede rastrearse en las ideas de la independencia y libertad de fines del siglo XVIII y principios del XIX, en la posterior conformación de la argentinidad alrededor de procesos, batallas y liderazgos que fueron impregnando determinadas ideas en la sociedad.

La formación del Estado Nación a partir de Alberdi, hoy tergiversado por la narrativa oficial; la integración territorial a partir de la generación del 80, con asignaturas y reparaciones pendientes respecto de nuestros pueblos originarios; la participación popular en el proceso democrático con eje en el sufragio universal, con el aporte de Yrigoyen; y, como consecuencia del proceso de industrialización y sustitución de importaciones, la emergencia de una nueva clase social, activa, con un grado creciente de participación política que Perón supo interpretar y llevar al paso siguiente que fue la participación plena de la clase trabajadora y sectores postergados, como las mujeres en la vida institucional, transformándose en un vehículo de la grandes transformaciones y acceso a políticas de bienestar. Este breve itinerario histórico, no exento de omisiones que en este texto me concedo, permitió la consolidación de una sociedad basada en la clase media con fuertes sentimientos aspiracionales, con empleo, sin pobreza extrema y tuvo como resultado que la Argentina no tenga una matriz antropológica de pobreza, como sí la poseen la mayor parte de los países latinoamericanos. Esas ideas fueron sintetizadas por el colectivo social, fueron abrevando en la consagración de liderazgos de las mejores ideas que alcanzó cada etapa, (liberales, socialistas, radicales o peronistas).

La identificación de esta cosmovisión surge de la savia nutricia de nuestrο Pueblo, su desarrollo y variantes, siempre enraizada en la profundidad del tejido social, aunque atención, no es inmortal, porque también puede ser modificada y hasta destruida, cualesquiera sean las reservas morales que sobrevivan.

Esta idea profunda, que en la vida cotidiana de las familias se expresa en la conmemoración de hitos que marcaron nuestra historia, en las celebraciones sociales, la forma de festejar cumpleaños, días del amigo, viajes de egresados y toda forma de vínculos sociales colectivos maravillosos, incluyendo partidos, sindicatos, organizaciones solidarias, etc., está en riesgo de disgregación. Nos enfrentamos al peligro real de que esos valores sean desplazados por una visión superficial y fragmentada del mundo, que atenta contra toda posibilidad de convivencia democrática y solidaria.

La ideología dominante en la actualidad, sostenida por una militancia global de élites tecnocráticas y grupos de poder ultraconcentrado, tiene como objetivo central transformar el pensamiento colectivo. Este proyecto se manifiesta en la persecución sistemática de líderes sociales, la represión de protestas legítimas, y en la construcción de narrativas falsas, como la negación de la crisis climática; y reduce cualquier conflicto a una supuesta lucha contra la corrupción, sin considerar las verdaderas causas ni sus consecuencias, tocando los márgenes de la vida humana.

A través de campañas de desinformación, se inocula el odio, la descalificación y la violencia en el tejido social con el fin de imponer una llamada batalla cultural. Pero esta batalla no es cultural en sentido profundo, sino un intento por deslegitimar las ideas del humanismo identitario de nuestra sociedad, reemplazándolas por el individualismo extremo, la indiferencia y negación del otro, la exaltación del consumo, la ignorancia y la hostilidad.

En nuestra comunidad de Tigre estos valores impregnan y tiñen virtuosamente todas las políticas públicas. Desarrollamos un modelo democrático de seguridad ciudadana, los dispositivos deportivos, turísticos y culturales aseguran una comunidad socialmente integrada, un sistema de salud eficiente y un exitoso desarrollo urbanístico sostenible. Un modelo que con toda generosidad y respeto ofrecemos al resto de las comunidades.

Quiero, por último, recordar lo que nos dijo el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica para los Jóvenes “Christus Vivit” de 2019: “Si alguien dice a los jóvenes que ignoren su historia… necesita jóvenes superficiales, desarraigados y desconfiados… así puede reinar sin oposición”.

Esta advertencia ilumina una verdad profunda: la política que no reconoce su raíz en el dolor, la lucha y la esperanza de un pueblo concreto, se vuelve tecnocracia o simulacro.

Estoy convencido de que la verdadera política debe realizarse ejerciendo el poder como un servicio a la comunidad, junto a quienes nos interpelan éticamente por su situación y nos convocan a pensar unidos un horizonte de esperanza, los excluidos, los trabajadores, los jubilados, las pymes como motor de desarrollo y las familias, y demás víctimas de este modelo, en definitiva, junto a aquellos que han sido olvidados por el mercado y la lógica del descarte.

Los invito a superar la batalla cultural que pretende disolver nuestras mejores tradiciones argentinas, ejerciendo el humanismo consagrado en nuestra historia.

Julio Zamora

Intendente de Tigre