ESPECTACULOS
MasterChef

La pesadilla de los aspirantes a cocineros

El miércoles vuelve MasterChef a Telefe. Los jurados Krywonis, De Santis y Martitegui dicen que serán más exigentes en sus devoluciones y afirman que quieren ganarle en rating a Las mil y una noches.

Trio. De Santis, Krywonis y Martitegui vuelven a ser jurados.
| Eduardo del Río – Prensa Telefe

Esto es un asco”, sentencia Donato De Santis. “¿Querés saber cómo aprendí a hacer risotto? Aprendí a hacer risotto a patadas en el orto”, dice Germán Martitegui mirando fijamente a los ojos a uno de los participantes. “¡Vamos, quiero que se rompan el culo!”, les grita Christophe Krywonis. La segunda temporada de MasterChef (estrena el miércoles 8 de abril a las 21) promete más exigencia a quienes desean alcanzar la misma gloria televisiva que consiguió Elba Rodríguez en la primera temporada. El ganador se llevará $ 350 mil, la edición de su propio libro de recetas, una beca anual en la escuela de cocina Mausi Sebess y el trofeo de MasterChef.
KRYWONIS: El programa es exigente y no dejará de serlo. Pero hay que recordar que en la primera parte se nos vio más tiernos de lo que somos realmente, y aquí sucederá lo mismo. El ciclo arrancará muy fuerte y de a poquito vamos a la fuente de lo que realmente queremos de los cocineros amateurs.
MARTITEGUI: De todos los que empiezan, hay muchos que no cocinan bien… Uno es más exigente. Y nuestro papel es enfrentar a un cocinero de su casa con la exigencia de un chef profesional, y ese encuentro saca chispas. Es imposible que mi vecina me traiga un plato de comida y que a mí me parezca perfecto.
DE SANTIS: Hay un premio grande, una beca y una exposición, no podemos no ser exigentes. Esto es un juego, una competición, al fin y al cabo apunta a elegir al mejor de ellos o nosotros. No podemos ser light en nuestras devoluciones.
—¿Qué les gustaría mejorar?
DS: Lo que se ve en pantalla lo hablamos todos los días. En el camarín, detrás de escena, en mi restaurante, todo el tiempo nos ponemos en discusión, nos reinventamos con el sentido positivo, nos aconsejamos, nos corregimos, queremos lo mejor para el programa. Hemos tomado más confianza en nosotros mismos, tenemos más clara la dinámica del programa, las entradas y salidas, los cortes, las imágenes, los tapes, y nos deja más lugar en nuestra cabeza para dedicarnos a la espontaneidad de una frase. Uno es más libre.
K: Decir palabrotas en una cocina de un restaurante es normal, no es un agravio, lo que se verá no está armado. Es realmente así. La cocina es muy cruda, y es un aprendizaje constante desde que empezaste la carrera hasta el final, y no hay derecho al error por más que sea un aprendiz. No se puede pelar mal una papa.
—¿Ustedes han llorado por un maestro?
K: Claro que lloré por mi trabajo, sufrí, pero seguí adelante porque me gustaba más mi profesión que mi llanto por mi sufrimiento moral o físico. Creo que los tres hemos sufrido trabajando, aprendiendo, pero siempre con la mirada puesta en la cocina, no en el sufrimiento. Si no, sos masoquista.
M: Me pasó que una vez me quedé toda una madrugada sin dormir adentro de una cocina porque me dijeron que lo que había hecho estaba mal, y en Francia me dieron dos meses de licencia por un ataque de nervios. La exigencia en una cocina verdadera es mucho más complicada, más jodida que acá. Esto no es nada.
DS: Una vez me dijeron, en una pizzería de mala muerte de los suburbios de Milán, “vos nunca vas a ser cocinero” porque me equivoqué de salsa. Después seguí, tuve buena suerte y buena gente que me animó.  
—¿Qué características debe reunir el próximo ganador de “MasterChef” en comparación con Elba?
K: Primero, debe tener las mismas aspiraciones, ganas de aprender, de crecer y de ser cocinero. Que tenga criterio a la hora de cocinar. Hasta hoy me preguntan: “¿Por qué ganó Elba?”, y sus platos fueron mejores que los de otros, su lasagna fue sabrosa. El sabor es el que gana.
M: De acá no va a salir un gran chef, va a salir alguien que tendrá la semilla para ser un gran chef. Es emocionante, hay abogados y médicos que quieren dejar toda su vida y lanzarse a vivir de la cocina. Y los tres buscamos la pasión, la voluntad y el potencial para cambiar de vida y llegar a ser un gran cocinero.
DS: Mantenemos los mismos estándares con los que miramos a una persona que entra a trabajar en nuestros restaurantes. Tiene que tener actitud, demostrar el cambio constante, todo lo que hizo Elba y más, equilibrios de proporciones que se fueron viendo en la primera edición, pero acá se tiene que ver más.
—Tienen sus emprendimientos por fuera de “MasterChef”; ¿les trajo más clientes ser jurados en la televisión?
K: Yo no tengo restaurante, pero mi trabajo de consultor y productor de eventos con empresarios gastronómicos creció en demanda y el cachet nuestro, o en mi caso, subió también. Estamos en primera línea y eso nos hace trabajar más. Lo valoramos mucho. Todavía me pregunto por qué aún no abrí mi propio restaurante.
M: En mi restaurante (Tegui, ubicado en Palermo) tengo un número limitado de sillas, unas cincuenta, por lo que más gente no puede venir, y son bastante fáciles de llenar. No siento que haya habido muchos cambios. Sí hay un cambio del reconocimiento en la calle con el cariño de la gente.
DS: Se ha mantenido la clientela en mis restaurantes. El cachet se ha mantenido porque tengo una lógica empresarial de no querer agregar sillas y amontonar gente.
—El año pasado les fue muy bien los domingos, vencieron a Lanata, y ahora arrancan los miércoles compitiendo con “Las mil y una noches”. ¿Les interesa el número del rating?
DS: A nosotros no, pero evidentemente a alguien del canal sí le interesa, porque ponernos en contra de una novela turca es una apuesta televisiva. Sé que vamos a tener un rating interesante.
K: El rating nos interesa mucho porque somos personas a las que les interesa ganar, sea contra Lanata, contra una novela turca o Tinelli, es lo mismo; no queremos ser mejores que ellos, sí queremos ser mejores en lo nuestro, y si lo logramos en rating, fantástico. Es la televisión y uno tiene que convocar. Yo tengo más expectativas que el año pasado, y además con Germán tenemos a nuestro Onur (se ríen).
—Si hay una duda, ¿influye la historia de vida del participante?
M: ­Los tres elegimos en MasterChef como si alguien viniera a pedir trabajo en el restaurante; no evalúo sólo si cocina bien, miro más que eso, las características personales, el potencial que puede tener, las ganas de aprender, y nosotros también buscamos eso.
—¿Contrataron para sus empresas a alguno de los ex participantes?
K: Hay una persona que no podemos nombrar, pero uno de los tres le ofreció trabajo y lo rechazó porque no le gustó la propuesta económica, que era digna dentro de los términos de la ley. No es un problema nuestro, porque si vemos ganas de trabajar podemos tenerlo en cuenta y contratarlo.