ESPECTACULOS
Entrevista

Sofía Gala Castiglione: “Siempre busco cosas que me conmuevan”

La actriz protagoniza Reina Animal, el film de Moroco Colman que cruza la vida urbana en los días de la pandemia con una mirada cruda sobre la matanza animal y es la primera producción argentina sustentable.

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Sofía Gala Castiglione. | JOSE TOLOMEI

Qué tonto es buscar llenar la internet de noticias superficiales sobre Sofía Gala Castiglione. Es tonto, porque, bueno, la realidad de Sofía Gala Castiglione es gigante como una pantalla de cine. Reina Animal, el film de Moroco Colman, es una prueba: allí es Reina, una busca en tiempos de pandemia. Un film de noche, de sangre, de nervios, y que muestra de primera mano la violencia contra los animales a la hora de la producción alimentaria. También es la voz de la secuela de Lava, y así, su carrera se ha ido forjando en diferentes papeles que la muestra siempre vital, siempre entregada a sus personajes de una forma que excede, digamos cosas torpes, la norma. Sofía Gala Castiglione es una actriz que bendice cada plano, que logra una presencia casi clásica, sin importar el rol. ¿Cómo define Gala Castiglione todo esto que viene contando a lo largo de su carrera como actriz? Gala Castiglione: “Principalmente, es difícil hablar de lo que hace un particular, y de lo que se hace como intérprete. Es muy distinto el camino. Siempre busco cosas que me conmuevan, que me trasciendan, que me hagan sentir cosas. Porque para mí de eso se trata un poco este trabajo y el arte en general ¿no? Algo que te modifique, que te trascienda, que te transforme. Que te pase algo. Ese es mi primer motor, después se van convirtiendo en cosas que te interesan, los temas de los que estás hablando. O cosas que de alguna manera te atraviesan de algún modo. La verdad es que no tengo un pensamiento analítico sobre nada, y menos sobre mi trabajo. Sin mapa. Me va pasando naturalmente, que te cuenten una historia, que te produzca algo, y obvio que hay temas e historias que me llaman la atención y me movilizan directamente”.  

—Hay algo muy poderoso en tu forma de estar en el plano. ¿Qué sentís te ha influenciado a la hora de ser actriz, y hablo de lo que has leído, lo que has visto, y, claro, tu familia?

—No lo tengo muy analizado. Veo cine desde muy chica. Mi papá era cinéfilo y mi mamá es muy cinéfila. Siempre consumieron cine, y siempre me lo hicieron consumir de chica. Particularmente el cine fue muy fundamental en mi vida. Y me la pase detrás de los escenarios de mi mamá, desde mis 4 hasta mis 14 años hizo Brujas, que es una obra de teatro dramática de ficción, antes y después ella hizo revista. Pero mi primera infancia fue viendo a estas monstras dramáticas en el escenario. Lo estoy analizando ahora con vos, eh. Ya te dije, no tengo muy analizado. Me es muy natural. Y eso tiene que ver, en este momento particular del cine o del teatro, lo que te da una presencia es estar realmente ahí.

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—En ese sentido, ¿qué vivencias recordás muy fuertes a la hora de esta película?

—Creo que lo más fuerte a nivel vivencial fue toda la parte del matadero, de esos animales sufriendo. Entender el proceso de la comida hasta la mesa, y entender que lo que uno ve en la mesa a veces tiene que ver con un ser vivo que mataron y torturaron para que vos lo puedas comer. Creo que eso me impresionó un poco. Lo aséptico de ella repartiendo estas carnes premium, ricas, jugosas, y entender de dónde salen. La situación entre los perros y las vacas que se da, donde uno humaniza más a un animal que a otro por el tema cultural, porque los perros viven con nosotros y las vacas no, no son parte de nuestra vida cotidiana.

—¿Qué te sorprendió de eso?

—Entender como tenemos la crueldad naturalizada en muchísimos puntos, cómo elegimos qué ver en lo social, en lo cultural, en lo económico, para sobrevivir. Todas esas cosas me llamaron la atención, por la manera novedosa de contar ese punto de vista. En la película se recorre mucho la calle, estuvimos todo el tiempo ahí. Trabajando ahí, de noche –casi todo el rodaje–. Viví como Reina de noche. Eso de por sí es un cambio físico, de cómo comés, a qué hora te levantás. Estábamos en una zona pesada, donde esto realmente sucede, obviamente cuidados. Se agradece vivir eso, la noche, la oscuridad, poder dar vueltas, entender a la busca, a esta busca, que se hable del comienzo de la cuarentena. La película que yo dirigí también habla de esto. Parece como si eso no hubiera sucedido. Nos podemos hacer los boludos y fingir demencia, pero realmente fue un cambio, y me gusta que la película muestre eso, la calle sola, lo peligrosos que era salir (que ya lo es de por sí para una mina), los permisos.

—¿Pensás que el arte puede cambiar lo que uno percibe del mundo?

—Es muy personal, pero creo que la expresión artística no solo tiene que ver con el lugar activo. Yo creo que hay que escuchar música, mirar películas, eso también es una manera de expresarse con estas mismas herramientas; te permite encontrar un lenguaje común o un lenguaje nuevo. Entonces, particularmente tiene que ver con cada persona. A mí el arte me modifica todo el tiempo, mucho más que cualquier persona. Es donde encontré amigos que hablan el mismo idioma que yo y murieron antes de que yo naciera. Encontré películas que me dieron vuelta la cabeza y me hicieron pensar de otra manera. Libros que me hicieron ver el mundo de una forma totalmente distinta, o al contrario, o gente que tenía mis mismos pensamientos con otras vivencias por completo. Es una suerte poder permitírselo. Es algo entregarse a la experiencia, y no es una boludez. Una cosa es entregarse a una película, y otra es verla. Vuelvo, no es una boludez. Es fundamental y trascendental, sobre todo en este momento donde mes a mes el arte se vuelve una bobería de entretenimiento y todo el mundo tiene que estar “no digamos nada que al otro le moleste”. Se está convirtiendo en una boludez complaciente y conformista. Justamente hoy, más que antes, cuando encontrás artistas que dicen lo que piensan, que dicen lo que no es políticamente correcto o que están de vuelta, puede ser muy revelador.    

—Pero eso podría aplicarse a cualquier momento moderno, casi industrial, del arte…

—Yo creo que el exceso de información quita deseo. Hay una cosa buenísima de la hiperconexión, pero la gente cada vez ve menos cosas. Cuando yo tenía que ir a la disquería a elegir discos, y hablar de los discos, me juntaba con gente que tenía un conocimiento más amplio. ¿Por qué? Porque ahora no necesitan buscarlo. Porque cuando no tenés deseo no buscás, parte del arte es la búsqueda. No hay que ignorar eso. Siempre tuve amigas más grandes, y era decirles me gusta esto, y que me dijeran “ah, pero escuchá esto”. Ahora tenés hilos de dato, que son de verdad, son de mentira. Como todo en el mundo existe esta dualidad, que es buenísima, pero también nos hace más chatos, y menos curiosos.

—¿Cuál es el tipo de historia que se vea más?

—A mí me gustaría que hablen sin miedo, que es algo que se perdió un montón. Justamente hablamos de que había gente en la dictadura, que teniendo que exiliarse, decían cosas. Hoy hay miedo de qué se dice, cómo se dice, de si te cancelan, hay una cuestión moral, de moralina. Sería pedante decir que me gustaría puntualmente que se vea. Lo que me gustaría es que se hable sin tanta condescendencia, que la gente diga lo que tiene ganas de decir, porque para eso está el arte. ¿Cómo pueden cancelar una obra de arte? ¿Cómo podés hacer una película pensando que capaz la cancelan? Cosas que una siente, uno no puede ser políticamente correcto siempre. Me gusta ver cosas osadas, gente que dice con miedo. Prefiero salir de una película odiándola y asqueada, con rechazo, que diciendo “che, estuvo bien, vamos a comer”. Todo complace a este, al otro, porque incluso en la rebeldía hay que ser complaciente. Me gusta ver artistas de verdad, que transgreden, de contar historias que no siempre se quieren escuchar. Hay algo de eso que me gustaría que no se pierda.