ESPECTACULOS
un artista independiente

Tres buenos vecinos

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Formatos. Los vecinos de arriba, en teatro; Silencios de familia, en televisión, y El circuito escalera, todos por Javier Daulte. | Gza. Javier Daulte/Cedoc
Me preguntan a menudo si el hecho de haber escrito una novela me hace pensar en dejar el teatro. La respuesta es siempre no. Pasan entonces a preguntarme sobre las diferencias y dificultades que implica pasar del teatro a la narrativa. Ahí la respuesta puede volverse algo más compleja. Pero para no entrar en tecnicismos que ni yo mismo domino, prefiero quedarme con la idea de que cada formato (teatro, tele, narrativa) me permite contar historias diferentes con recursos diferentes.

El teatro me tiene capturado desde que soy adolescente. Primero escribiendo, luego escribiendo y dirigiendo. Luego dirigiendo otros autores. Pronto vino la tele. Fiscales, Para vestir santos, Tiempos compulsivos, Silencios de familia. Con la televisión experimenté el primer pasaje de formato. Me di cuenta rápido de que no me interesaba contar a través de ese medio historias que podía contar en el teatro. De la misma manera que soy alguien distinto según de qué soy espectador (si prendo la tele no pretendo ver allí teatro), también soy alguien distinto a la hora de contar una historia a través de tal o cual soporte.

Finalmente, apareció esta necesidad extraña de contar a través de la palabra escrita para ser leída y no dicha. Allí también, nuevos recursos me permitieron abordar otros temas. O quizá los mismos temas, pero desde una perspectiva diferente. Pero en todos los casos, siempre, se trata de contar historias. No abandonar el territorio del teatro y del guión empezaba a sonarme a prejuicio y a encierro. Y además, creo, siempre hay que estar atento a no hacer lo que los demás esperan que uno haga.

Creo profundamente en la idea del artista independiente (al que no debemos confundir necesariamente con el artista maldito). El artista independiente es el que hace lo que quiere, más allá de toda conveniencia, y que no depende de ningún poder. Ni del de turno, ni del de los empresarios, ni del de las supuestas vanguardias. Pasolini lo decía más o menos así: el mejor lugar es el más incómodo que encontremos. Y debemos mantenernos en esa incomodidad.

Desde hace algo más de dos años, me puse al frente del Espacio Callejón. Gracias a la colaboración de un grupo maravilloso de personas, esa aventura se vuelve cada día más consistente. Una sala alternativa está por definición lejos de convertirse en un negocio. Me obliga a recuperar y repensar casi a diario mi lugar como artista y como ciudadano comprometido con la cultura teatral de Buenos Aires. No creo que sea pura coincidencia que la aparición del Callejón en mi vida haya ocurrido casi en simultáneo con el plan de publicar mi novela. Tampoco es casualidad que ahora, mientras sigo promocionando la aparición en las librerías de El circuito escalera, esté a punto de estrenar dos obras, una de mi autoría en mi sala, y otra en la calle Corrientes.

Clarividentes, mi última obra, la vengo ensayando desde septiembre con un grupo de actores no conocidos y la estrenaremos en mayo próximo.
También estoy estrenando Los vecinos de arriba, una comedia dramática de Cesc Gay, con un elenco de lujo: Diego Peretti, Florencia Peña, Rafa Ferro y Julieta Vallina. Vuelvo a trabajar en el ámbito comercial de la mano de Pablo Kompel y en el teatro Metropolitan.

Y al mismo tiempo sigo el para mí novedoso itinerario de mi primera novela, con el orgullo de que haya sido publicada por una editorial que respeto y admiro como Alfaguara.
Alguien podría pensar que son tres proyectos muy distantes entre sí. O, peor, que se pueden volver excluyentes. Pero no lo son. No creo en la exclusión, sino en su opuesto, la inclusión. Creo en la ampliación del territorio en el que nos manejamos. Y ampliar el territorio en el cual puedo contar historias es una alegría. Y es una alegría no tener que renegar del deseo.

Son tiempos difíciles los que vivimos hoy en día. Ya no soy un nene y lamento poder recordar muchos otros tiempos difíciles. Y también he podido ver que los tiempos difíciles a veces se convierten en la excusa perfecta para desandar el camino del deseo. No podemos esperar a que las cosas vayan bien para hacer lo que queremos. Y afortunadamente, en el Espacio Callejón puedo ver a diario muchos ejemplos de lo contrario.

Son muchos, muchísimos, los artistas que apuestan a sus creaciones sin otra especulación que la de encontrar un lenguaje propio y desarrollarlo. Ninguno de los actores, autores, directores y colaboradores que ahí trabajan vive de lo que el modesto bordereaux de una sala para sesenta personas pueda ofrecerle. Es otra la cuestión. Es más profunda y más lúdica también. Se trata de hacer lo que se quiere. Contra toda conveniencia. O quizás a favor de la conveniencia que implica la satisfacción de saber lo que se quiere y no renunciar a hacerlo realidad.
 
*Escritor, autor, dramaturgo, director. Dirige Los vecinos de arriba, con Florencia Peña y Diego Peretti, en La Plaza.