Escuchar al Espíritu no es cuestión de fe, sino de presencia. Es permitir que la mente deje de fabricar respuestas para dar lugar a la verdad que ya habita adentro.
No se trata de hacer silencio como quien apaga el mundo, sino de crear un espacio interior donde la vida pueda decirnos lo que necesita.
El silencio, bien vivido, es una puerta abierta a una inteligencia más alta: la del corazón.
Durante siglos creímos que la razón era el punto máximo de nuestra evolución. Pero el nuevo tiempo pide otro tipo de inteligencia: la sensible, la espiritual.
La que no analiza, sino reconoce. La que no compara, sino comprende.
Y esa comprensión nace del corazón, donde todo juicio se disuelve y lo que queda es pura percepción.
El corazón no interpreta: siente la verdad en forma de vibración.
El ego exige certezas; el Espíritu ofrece dirección. Uno necesita resultados, el otro se guía por señales.
Aprender a escuchar al Espíritu es aceptar que no hay mapa, solo brújula.
Cada intuición auténtica llega con una paz inconfundible.
No siempre dice lo que queremos oír, pero siempre nos orienta hacia la libertad interior.

El Espíritu habla a través de todo: una mirada, una palabra al pasar, un viento que se detiene justo en el instante necesario.
El problema no es la ausencia de señales, sino la falta de atención.
Escuchar al Espíritu implica vivir atentos, despiertos, disponibles.
Esa disponibilidad es la nueva oración.
Cuando escuchamos con el corazón, el mundo cambia de textura.
Las decisiones dejan de ser un dilema y se vuelven un fluir.
El tiempo se ordena solo. Y en lugar de controlar, comenzamos a cooperar con lo que la Vida intenta mostrarnos.
Práctica de conexión:
Buscá un lugar tranquilo. Cerrá los ojos y apoyá una mano sobre tu pecho.
Respirá lento, sintiendo que cada inhalación despierta tu conciencia y cada exhalación suelta las capas de ruido mental.
No intentes pensar ni lograr nada. Solo escuchá.
Tal vez sientas un pulso, una imagen, una frase corta, o simplemente una sensación de presencia.
Eso es el lenguaje del Espíritu.
Agradecé su visita, sin pedirle más. El corazón sabrá qué hacer con esa frecuencia.
La intuición es la voz de Dios en versión humana.
Solo quien calla lo suficiente puede oírla.
Y quien la sigue, camina con la sabiduría de los antiguos: guiado por el amor.
— Maestro Ser Marchesin
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