Los países de América Latina transitan con frecuencia procesos parecidos en tiempos diferentes. El origen colonial pudo darles un punto de partida común; pero condiciones propias de cada uno de ellos, como el número y distribución espacial de sus poblaciones; presencia de pueblos originarios y tipos de riquezas naturales, así como el volumen y país de origen de los inmigrantes que fueron recibiendo, impusieron diferencias. Argentina se destacó por décadas en logros económicos y socioculturales, pero hoy se ve superada por varios países en cuanto al primer tipo de logros.
Diferencias que no impidieron que en varios momentos transitaran procesos políticos similares. Las dictaduras militares sometieron a diferentes naciones de la región en un determinado momento; y lo mismo pasó con las luchas armadas revolucionarias. La última oleada de procesos similares en países diferentes muestra la aparición de gobiernos con ideologías afines a un “socialismo del siglo XXI” elegidos por el voto popular. Venezuela inauguró esta forma de organización social, la que se dio también con características propias en Nicaragua, Ecuador, Bolivia, México, Brasil y Argentina. Perú ha dado pasos notables en esa dirección, mientras Colombia y Chile sufren conflictos con finales abiertos. Finalmente, una corriente inversa parece asomarse con la reciente derrota de Correa en Ecuador y la menor fuerza de Evo en Bolivia. Pero el dato más relevante de la misma es el diálogo entablado entre Lula y Cardoso en Brasil. Dada la importancia de este país y de la figura de Lula en la región, esto significa un fuerte revés para el “frente populista latinoamericano”.
Dada la importancia de la figura de Lula en la región, esto significa un fuerte revés para el “frente populista latinoamericano”.
El hecho de que estos últimos cambios se hayan dado en democracia podría llevar a pensar que estamos frente a un electorado voluble que no sabe bien lo qué quiere. Sin embargo, se trata de mayorías ciudadanas que tienen claro qué esperan de la política: vivir sin penurias económicas y tener la posibilidad de ascender socialmente. Pero la complejidad de los cambios necesarios hace que tengan dificultades para evaluar las propuestas que les ofrecen las diferentes fuerzas políticas, lo que las obliga a seguir buscando. Es el precio por disfrutar de la democracia.
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La responsabilidad por los sucesivos fracasos y cambios debe buscarse en la clase política de cada país, las que no han sido capaces (en los casos que haya voluntad) de llevar a la práctica programas adecuados para superar el subdesarrollo económico. A la magnitud de la lucha por superar los obstáculos estructurales se suma que la misma debe darse con la oposición de las otras fuerzas políticas que buscan su fracaso. Todo esto lleva a la conclusión que resulta imprescindible la búsqueda de acuerdos para elaborar, y después ejecutar, un programa capaz de remover esos obstáculos responsables del desempleo, la pobreza y las malas condiciones de vida. Acuerdos que deben contener además políticas para que esa riqueza se distribuya equitativamente. Chile, sin acuerdo político se valió de una dictadura militar para alcanzar la primera parte del programa, pero no supo llevar a cabo la distribución correspondiente. A su vez, el populismo privilegió la distribución, pero al no resolver el estancamiento económico tiene poco para distribuir.
Una enseñanza que dejan estos procesos repetitivos y fracasados, y que sería bueno que nuestra clase política recogiera, es que deben dejarse de lado confrontaciones motivadas en una búsqueda del Poder que prioriza beneficios personales y partidarios en desmedro del bienestar de las mayorías. El diálogo entre Lula y Cardoso, iniciado hace poco y que se va consolidando con nuevas declaraciones afines (entre ellas el reciente documento conjunto sobre el Mercosur), señala el camino a seguir. Esto permitirá además poner fin a formas autoritarias de gobierno, provengan de la derecha como en Brasil, o de la “izquierda” como en nuestro país.