El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, rechazó este miércoles las presiones para renunciar o convocar elecciones anticipadas tras el escándalo de corrupción que sacude a su partido, el PSOE. “No voy a tirar la toalla”, aseguró ante el Congreso, donde presentó un plan anticorrupción y defendió su integridad personal y la del espacio que lidera.
El torbellino político se desató luego de que la Guardia Civil española revelara indicios de que dos exsecretarios de organización del Partido Socialista y allegados a Sánchez habrían cobrado sobornos a cambio de la adjudicación de obras públicas. Están bajo sospecha Santos Cerdán, su antecesor José Luis Ábalos —exministro de Transportes— y Koldo García, exchofer y asesor del mandatario.

Un parlamento cargado de sospechas
La sesión parlamentaria, pedida por los bloques opositores, estuvo cargada de tensión. Sánchez reiteró sus disculpas por haber confiado “en quienes no debía” y anunció una batería de medidas: sanciones a empresas que paguen sobornos, un registro público de compañías implicadas y la creación de una agencia de integridad que actuará de forma independiente.
"La traición de unos pocos no puede manchar al resto", afirmó. Se definió como un político limpio y remarcó que su presencia en el Congreso tenía como objetivo “despejar dudas, contar todo lo que sé y recuperar la confianza de los ciudadanos”.
El escenario político, sin embargo, es frágil. Sumar, el partido aliado en la coalición de Gobierno, marcó distancias. Su líder, la vicepresidenta Yolanda Díaz, no se sentó entre los ministros, sino junto a los diputados de su bloque. “Gobernar no es resistir, es transformar”, dijo en un discurso cargado de simbolismo personal, al recordar a su padre, el sindicalista Suso Díaz, fallecido horas antes.
Coalición en riesgo
Díaz pidió un “giro social profundo” y advirtió que la continuidad de la coalición dependerá de la puesta en marcha de reformas estructurales. En los últimos días, desde Sumar no descartaron romper con el Ejecutivo si no se avanza en una regeneración democrática efectiva.
Del lado opositor, el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, fue lapidario. “Ha resultado ser un fraude. Es un político destruido”, lanzó. Y exigió elecciones anticipadas: “Lo mejor para usted es contar lo que sabe, devolver el botín y convocar a los ciudadanos”.

Vox, por su parte, abandonó el hemiciclo apenas Sánchez inició su intervención. Solo quedó en su banca Santiago Abascal, quien pidió abiertamente la renuncia del presidente.
¿Plan anticorrupción o manotazo de ahogado?
El plan anticorrupción incluye también una revisión de los mecanismos de adjudicación de fondos europeos y garantías para proteger a quienes denuncien hechos de corrupción. Pese al vendaval político, Sánchez no mencionó una eventual cuestión de confianza parlamentaria.
Sánchez, el lobo que se disfraza de pastor
Los partidos independentistas que lo sostienen, como Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), trazaron sus propios límites. “Si esto es cosa de tres vivos, no se cae un Gobierno. Pero si escala, vamos a pedir que decida la gente”, advirtió el vocero Gabriel Rufián.
Coalición Canaria también elevó el tono y pidió explícitamente que Sánchez se someta a una moción de confianza. El Partido Nacionalista Vasco (PNV), por su parte, admitió que la confianza en el presidente “va camino a terapia intensiva”.
Pedro Sánchez: la credibilidad que se deshace como papel mojado
Lejos de replegarse, Sánchez ya tiene una agenda internacional definida: en los próximos días viajará a Santiago de Chile para reunirse con Gabriel Boric, en el marco de la iniciativa En defensa de la democracia, luchando contra el extremismo que comparte con el presidente Lula da Silva. Luego continuará con una visita oficial por Uruguay y Paraguay los días 22 y 23 de julio.
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