INTERNACIONAL
Entrevista a Robert Jervis

“Aunque Biden simpatice con la situación de Argentina, no perjudicará al FMI”

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Futuro. El profesor de la Universidad de Columbia habló sobre las elecciones en EE.UU. | afp

“Aunque Joe Biden simpatizara con la difícil situación de Argentina, no querrá hacer nada que perjudique al FMI”. Desde Nueva York, Robert Jervis, profesor de la Universidad de Columbia y uno de los teóricos más influyentes de Relaciones Internacionales, responde cómo, en su opinión, actuaría el candidato demócrata a la presidencia en caso de ser electo el próximo 3 de noviembre. 

“Creo que Biden tratará de mejorar las relaciones con los países de América del Sur, incluida Argentina. Pero como sabés la situación de la deuda y el FMI es difícil”, confía en exclusiva a PERFIL.

—¿Cómo definiría la política exterior de Donald Trump?

—Es muy difícil de explicar y resumir porque es un reflejo de su personalidad, que es realmente caótica. Hay algunos temas que le importan y allí vemos consistencia y algo de planeamiento, mezclados con una dosis de caos e incompetencia. Esos temas son inmigración y comercio. Siempre sintió que otros países estaban estafándonos en términos comerciales. Su entendimiento de los principios del comercio internacional es totalmente primitivo. No entiende el principio de la ventaja comparativa, las balanzas comerciales bilaterales, ni cómo se registran los números de esas balanzas. Tiene una política beligerante no sólo contra adversarios como China, sino también con aliados. Con respecto al resto del mundo, su política es un reflejo de su personalidad. Es un autoritario que no entiende las disidencias, sólo quiere mandar. Ama a Kim Jong Un, tiene afinidad por Recep Erdogan y Xi Jinping, y nunca plantea las típicas objeciones de Estados Unidos contra gobernantes autocráticos por violaciones a los derechos humanos. No hay una racionalidad en su política exterior, es sólo un reflejo de su personalidad. Ve las relaciones con otros países como una extensión de sus relaciones personales con otros presidentes. Cuando le preguntan por un país, contesta que se lleva muy bien con “X” o  que “X” realmente lo aprecia. Eso es totalmente bizarro. Lo ve todo en términos de su ego. 

—Si es reelecto, ¿deberíamos esperar algún cambio en su política exterior? 

—En este momento todos los patrones indican que será derrotado abultadamente. Pero en política nunca se sabe. Esperaría más de lo mismo y más extremo. Algunas de las cosas que hace ahora son por temor a perder la elección. Si es reelecto, lo tomará como una reivindicación de sus políticas. Y tendrá menos restricciones. Podemos esperar hostilidad con Europa Occidental. Ya expresó en muchas ocasiones su idea de reformar la OTAN.

—Recientemente usted escribió un artículo en Political Science Quarterly sobre el legado que recibirá el demócrata Joe Biden si es electo. ¿Cree que él cambiará demasiado la política exterior de EE.UU?

—Definitivamente cambiará un montón y debería hacerlo, porque Trump ha roto con más de medio siglo de tradición de política exterior estadounidense. Su debilidad es que es un político tradicional, de la vieja escuela, más vinculado con la política exterior ortodoxa de Estados Unidos. Creo que intentará volver a una política que se parecerá mucho a la de Barack Obama.

—¿Qué desafíos tendrá el próximo presidente? 

—Muchos. No envidio a quienes tengan que lidiar con ello. El desafío más obvio es que tendrá que estar preocupado con la pandemia, que no terminará en enero de 2021. Hay señales alarmantes no sólo por el brote en el sur y en el suroeste del país, sino también porque este escenario durará mucho tiempo y no está claro cuán efectiva será la vacuna. En el mejor de los casos, tendrá que apurar su producción, preocuparse por sus efectos colaterales y por suministrarla a cientos de miles de personas. Y, luego, por supuesto, lidiar con la economía, que estará en muy mal estado. Y, además, la agenda de justicia social continuará siendo demandante.

—¿Existe un dilema de seguridad entre Estados Unidos y China? 

—Decir que es puramente un dilema de seguridad significaría que tanto Estados Unidos como China buscan preservar su propia seguridad. Pero China claramente quiere más que eso. Está comprensiblemente insatisfecha con el status quo que se estableció cuando era muy débil. Cualquier teoría concebible de la política internacional implica que los acuerdos actuales en la región tendrán que cambiar en respuesta al gran aumento del poder chino. Los Estados Unidos quieren minimizar estos cambios, pero el dilema de seguridad aparece porque ni ellos ni China quieren que las relaciones se deterioren en mayor medida de lo que exige el verdadero conflicto de intereses. Hay peligro, sin embargo, de que las cosas se salgan de control y conduzcan, sino a un conflicto armado real, sí a una improductiva, costosa e inducida carrera armamentista.

—Estados Unidos intenta desacoplar su economía de China invocando razones de seguridad nacional. Sin embargo, las empresas no actúan sólo con racionalidad geopolítica. ¿Cómo influyen estas empresas en la bipolaridad? 

—La mayoría de las empresas están profundamente perturbadas por el deterioro de las relaciones sino-americanas y, por eso, no es llamativo que el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, haya intentado moderar la política de Trump. Aunque las compañías suelen tener una gran influencia en las administraciones republicanas, en este tema tienen relativamente poca porque Trump está profundamente comprometido con su política.

—China es el principal socio comercial de Sudamérica. Por otro lado, Estados Unidos es la superpotencia hemisférica. ¿Cómo deberían las naciones de la región lidiar con la rivalidad sino estadounidense? 

—Será un delicado y difícil acto de equilibrio. Necesitan minimizar la fricción con EE.UU., pero tienen propios e importantes intereses, en gran parte económicos. Supongo que tratarán hacer negocios como de costumbre con China, evitando acuerdos y cuestiones que atraigan mucho la atención estadounidense.