Transcurridos seis meses desde la invasión rusa a Ucrania, el militar ucraniano Vladyslav Jaivoronok se atrevió a relatar el infierno de la guerra durante el asedio a Mariúpol. El individuo que vivió en carne propia el impacto destructivo de la batalla pidió por la liberación de "los defensores de Mariúpol" y narró sus inolvidables días de cautiverio en manos de los rusos.
Vladyslav Jaivoronok formuló sus declaraciones en el marco de una entrevista realizada por la agencia AFP, donde contó cómo sufrió la amputación de su pierna y otros detalles estremecedores de su experiencia como soldado del regimiento Azov, uno de los tantos que encabezó la resistencia ucraniana en Mariúpol.
"Cada vez era peor, cada vez más duro. Aguantamos la defensa tanto como pudimos", aseguró el hombre que actualmente se desplaza con muletas a raíz de la amputación de su pierna izquierda. El soldado dio su testimonio delante un gran cartel colgado en la fachada del Ayuntamiento de Kiev, el cual exige: "Liberen a los defensores de Mariúpol".
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Vladyslav y los camaradas pertenecientes a su regimiento se atrincheraron en el inmenso complejo metalúrgico de Azovstal para sostener la lucha contra los rusos.
Sofocado por constantes bombardeos, Vladyslav se instaló en un búnker medio en ruinas. Durante el día volvía a exponerse para ejercer sus funciones como operador de drones.
"Toda la zona estaba llena de trozos de edificios", detalló. Por otra parte, recuerda que los soldados carecían de agua, comida y municiones.
"Los últimos días, preveía una especie de batalla final. La esperábamos y estábamos preparados", advirtió el guerrero de 29 años.
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El 15 de mayo fue alcanzado un misil antitanque y lo transportaron urgentemente al "búnker médico", desde donde, en una precaria mesa de operaciones, estuvo al borde de la muerte.
Al día siguiente, tuvieron que amputarle la pierna y también presentaba una lesión grave en el ojo derecho.
En el marco de un acuerdo con el que Kiev esperaba poder sacar a los combatientes del complejo Azovstal, Vladyslav fue transportado fuera del sitio.
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Debido a sus heridas, evitó el destino que siguieron sus camaradas enviados a la cárcel de Olenivka, en la parte ocupada de la región ucraniana de Donetsk, donde decenas de presos perdieron la vida fatalmente en una explosión en julio.
Sin embargo, las semanas de cautiverio que transcurrió en el hospital de Donetsk le trajeron otro tipo de sufrimiento.
"Había una presión moral. Ningún contacto con familiares, ningún acceso al teléfono", narró el militar.
"Chorreaba como carne podrida"
Aparte de lo anterior, los cuidados médicos eran "de un nivel muy bajo" y faltaban medicinas para atender a los convalecientes.
"Chorreaba como carne podrida porque, tras haber resultado herido de gravedad, sólo empecé a tener antibióticos en el quinto día", explicó el soldado.
Según el relato estremecedor de Vladyslav, tanto él como otros tres soldados que yacían en la habitación recibían la comida justa "para que el corazón no se detuviera".
"Y cada día nos decían que nadie nos necesitaba, que no nos canjearían, que todo el mundo nos había abandonado", agregó conmovido.
Fin del cautiverio
El cautiverio se extendió durante seis semanas. "Nos despertaron a las 4 de la mañana, leyeron la lista (de prisioneros), nos llevaron fuera, nos pusieron en un autobús y nos condujeron hasta la noche", expuso Vladyslav.
Durante aquella jornada tan esperada, más de un centenar de presos ucranianos fueron "canjeados". "No podía respirar hasta estar en el lado ucraniano, fuera del alcance de la artillería" de las tropas enemigas, confirmó el soldado.
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"Di mucho trabajo a nuestros médicos", aclaró con una sonrisa que no borra el impacto psicofísico causado por la guerra.
En el contexto de la entrevista brindada a AFP, la voz del combatiente se escuchaba serena y equilibrada, hasta que mencionó a los miles de prisioneros ucranianos que siguen en manos rusas.
"Esto no me deja tranquilo. Me oprime en el interior. Cuando los chicos estén de vuelta, podré respirar más libremente", admitió.
CA / ED