Desde Beijing
Cuando publicó su libro El secreto inconfesable, Liu Yongbiao era un escritor medio pelo y poco conocido en China. El mundillo editorial no le prestó demasiada atención a su nueva novela ni mucho menos al prólogo, donde Liu adelantó que ya estaba trabajando en el hilo de su próxima ficción: la historia de “una bella novelista que mató a muchas personas sin que se hayan resuelto sus crímenes”, a la que pensaba titular La hermosa escritora que asesinó.
Eso fue en 2010. Siete años más tarde, el libro de Liu se convirtió en una de las obras chinas más comentadas por la prensa internacional. No por una repentina valoración de su calidad literaria, sino porque se descubrió que en aquella introducción había más que pura imaginación. En agosto de 2017, Liu Yongbiao fue hallado culpable del asesinato de cuatro personas en 1995. Esta semana, un tribunal condenó a muerte al escritor y a un cómplice por ese crimen que estuvo impune durante 23 años.
“Los estuve esperando todo este tiempo”, dicen que dijo Liu cuando la policía golpeó a la puerta de su casa en Anhui, una de las provincias más miserables del este de China. Esa misma noche el escritor pidió a los agentes que le entregaran una carta a su esposa en la que le confesó el homicidio múltiple, del que jamás había hablado. “Ahora finalmente me libero de la tortura mental que soporté por tanto tiempo –escribió–. Viví con miedo durante veinte años. Sabía que este día llegaría”.
Si las instancias de apelación ratifican la sentencia, Liu recibirá una inyección letal o un disparo en la nuca, las dos formas de ejecución de la pena capital contempladas en la ley china (ver recuadro). La misma suerte correrá su cómplice, apenas identificado públicamente como “Wang”.
Se los acusa de un cuádruple asesinato ensañado. En la noche del 29 de noviembre de 1995, dos hombres llegaron a una pensión familiar del municipio de Huzhou, en la provincia de Zhejiang, con la idea de robar con sigilo a los huéspedes. Uno de los clientes, el señor Yu, los descubrió cuando hurgaban entre sus cosas. Intentó resistir, pero Liu y Wang lo golpearon con un “objeto contundente” en la cabeza hasta que dejó de respirar, según concluyeron luego las pericias de los médicos forenses. Para encubrir el asesinato, también mataron a golpes al matrimonio de ancianos que regenteaba la pensión y a su nieto de trece años. Después escaparon.
La policía interrogó a húespedes, empleados y vecinos, pero no obtuvo más que una vaga referencia sobre dos hombres con acento de Anhui que se habían alojado en la pensión sin dejar sus nombres registrados. Tampoco había cámaras de seguridad. Ni relaciones entre víctimas y posibles victimarios que clarificaran un móvil del crimen. Los investigadores armaron los identikits de los sospechosos y recogieron toallas usadas, huellas dactilares, pisadas de zapatos y otros elementos de la escena, pero no lograron avanzar más allá. Aunque se reabrió varias veces, el caso quedó irresuelto durante más de dos décadas.
Hasta que, en junio del año pasado, se produjo el vuelco fatídico para Liu y su amigo. Los avances en la tecnología criminalística permitieron que los investigadores encontraran nueva evidencia de ADN en una colilla de cigarrillo recogida en la pensión. Después de cotejarla con más de muestras de más de sesenta mil personas de quince provincias, centraron sus sopechas en un clan del condado de Nanling, en Anhui, de apellido Liu.
A partir de allí, el cerco policial fue cerrándose sobre el escritor hasta que se convirtió en el principal sospechoso. Agentes encubiertos se presentaron en su casa con credenciales oficiales y le hicieron creer que estaban investigando la genealogía de la región. Lo convencieron de entregar una muestra de saliva. Dos días más tarde, Liu fue arrestado. Su viejo vecino y cómplice Wang cayó poco despúes en Shanghai.
Para ese entonces, Liu Yongbiao había logrado bastante más de lo que la crítica literaria esperaba de él. Uno de sus libros había inspirado una serie de TV. Y había llegado a la cima de su carrera en 2013, cuando consiguió que la Asociación de Escritores de China lo aceptara entre sus miembros. No eran más que capítulos de la ficción que fue la vida de Liu durante 23 años. Ahora, el final de su historia ya está escrito.