El ingeniero Riccardo Morandi, diseñador del puente que se derrumbó en la ciudad italiana Génova el 14 de agosto, había advertido en 1979 que el viaducto necesitaba un mantenimiento constante por la corrosión a la que estaba expuesto como consecuencia del aire marino y de la contaminación. Así lo reveló el diario italiano La Verità, que asegura que al ingeniero le llamaba la atención sobre la corrosión a la que estaba expuesta la obra: "Tarde o temprano, y tal vez dentro de unos años, será necesario recurrir a un tratamiento para eliminar cualquier rastro de óxido en los refuerzos más expuestos, para después cubrir todo con elastómeros de muy alta resistencia química".
Morandi afirmaba que la estructura había sido construida en hormigón sólido, pero que sufría una degradación rápida como consecuencia de "la alta salinidad" procedente de los vientos del mar, situado a solo dos kilómetros de distancia. Este aire, mezclado con los humos de las chimeneas de las fábricas industriales adyacentes, generaba un deterioro de los materiales y una "pérdida de resistencia" que había que tener en cuenta: "Las superficies externas de las estructuras, pero especialmente las expuestas al mar y por lo tanto más directamente atacadas por los vapores ácidos de las chimeneas, comienzan a mostrar fenómenos de agresión de origen químico", comentaba Morandi.
El ingeniero finalizaba su informe insistiendo en la necesidad de proteger "la superficie en hormigón, para aumentar su resistencia química y mecánica a la abrasión" y sugería usar "resinas y elastómeros sintéticos" para proteger este puente, que fue inaugurado en 1967. Esta semana el gobierno italiano exigió la dimisión de los directivos de la concesionaria Autoestrade per l'Italia, filial de Atlantia y responsable del mantenimiento del puente, que reconoció que el viaducto estaba siendo sometido a trabajos de "consolidación".