El Pentágono subió la apuesta militar en el Caribe a un nuevo nivel. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, ordenó el despliegue del portaaviones USS Gerald R. Ford (promocionado por la Marina como el buque de guerra más grande jamás construido) y todo su grupo de ataque frente a las costas venezolanas. Se trata de una escalada significativa de poder militar en una región que ya vivía un aumento inusual de tropas estadounidenses.
Si bien la excusa oficial es reforzar la seguridad, la movida tiene un trasfondo mucho más profundo. El portavoz del Pentágono, Sean Parnell, se limitó a declarar que el objetivo es "reforzar la capacidad de detectar, monitorear e interrumpir a actores y actividades ilícitas". Sin embargo, el envío del portaaviones es interpretado como la "señal más fuerte hasta ahora" de que la Casa Blanca planea expandir sus ataques aéreos más allá de las embarcaciones, apuntando a objetivos en tierra firme.

El despliegue del Ford, que actualmente está en el Mediterráneo y tardará varios días en llegar, no es simbólico. Su presencia permitiría a los comandantes acortar la distancia de vuelo y "llevar a cabo ataques aéreos con más ritmo" contra Venezuela. El objetivo final, según funcionarios, es claro: destruir las operaciones de contrabando y desestabilizar al gobierno de Nicolás Maduro.
Este portaaviones se suma a una campaña militar que ya está en pleno desarrollo y que resultó letal. El propio Hegseth confirmó este viernes un ataque nocturno contra una embarcación en el Caribe, supuestamente operada por un cártel, que dejó seis muertos. Con este último golpe, el número total de barcos atacados el último mes asciende a 10, con un saldo de 43 personas fallecidas.
La acumulación de tanto poder de fuego generó serias dudas sobre la verdadera intención del gobierno de Trump en la región. Aunque la narrativa oficial insiste en que se trata de una campaña contra el narcotráfico, el presidente estadounidense evaluó abiertamente ataques dentro de Venezuela, como parte de una estrategia mucho más amplia destinada a debilitar a Maduro.
Maduro responde a la llegada del portaaviones de Estados Unidos con una "máxima alerta" y ejercicios militares
Tras el anuncio del Pentágono sobre el despliegue del portaaviones USS Gerald R. Ford en el Caribe, la respuesta de Venezuela fue inmediata y escaló la tensión militar en la región. Nicolás Maduro reaccionó reforzando sus propias maniobras defensivas, movilizando milicias y fuerzas de seguridad a lo largo de toda su costa, en lo que describió como una preparación ante la posibilidad de un ataque.
El ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, fue el encargado de ponerle voz a la postura militar. Aseguró que las fuerzas armadas se mantienen "inquebrantables, decididos y muy definidos a seguir defendiendo cada centímetro" del territorio. Esta demostración de fuerza incluyó la orden de un despliegue indefinido de tropas y recursos en cinco provincias costeras.

En un intento por exhibir poder de fuego disuasivo, el propio Maduro aseguró que Venezuela dispone de armamento estratégico para hacer frente a la amenaza. Afirmó que el país cuenta con "más de 5.000 misiles antiaéreos de fabricación rusa”, listos para repeler cualquier agresión que provenga de la "provocación imperialista".
La Casa Blanca, por su parte, mantiene su postura oficial de que el envío del portaaviones busca reforzar las operaciones contra el narcotráfico en el área del Comando Sur. Sin embargo, en Caracas la lectura es otra: ven la maniobra como una amenaza directa de la administración Trump, destinada a "desmantelar" el gobierno.
TC / EM