Todos los temores del establishment político de Estados Unidos, que había apostado por una victoria aplastante de Joe Biden, se materializaron en las últimas horas, en las que ganó fuerza el escenario de crisis institucional, incertidumbre y eventual judicialización de los resultados. Donald Trump fue más competitivo de lo que las encuestas y los especialistas auguraban, empató el partido y lo llevó al alargue.
Ahora se definirá por penales en un puñado de Estados: Michigan, Pennsylvania, Nevada, Georgia, Carolina del Norte y Arizona. Biden necesita imponerse en tres para ser electo presidente y parece que lo hará con el voto por correo. Pero el suspenso se extenderá al menos hasta el jueves, cuando Nevada, donde el demócrata se impone por menos de ocho mil votos, y Pennsylvania reanuden el escrutinio de los votos por correo.
Si la de Biden es una victoria pírrica, Estados Unidos se enfrentará a un escenario complejo. El ex vicepresidente, de 77 años, supuestamente estará en la Casa Blanca un solo mandato. Con Trump denunciando fraude, el triunfo de Biden será ilegítimo para la mitad del electorado. Pero el mayor obstáculo lo tendrá en el Senado, que aparentemente continuará en manos republicanas. Si la polarización política se acentúa durante la transición, el GOP puede convertirse en una máquina de rechazar los proyectos que necesita aprobar Biden para estimular y reactivar la economía, muy golpeada por la pandemia.
Haya o no protestas en las calles, batallas en los Tribunales, declaraciones altisonantes de Trump desde la Casa Blanca o tuits incendiarios, Biden tendrá otro problema: las tensiones internas dentro de su partido no cederán, sino que, por el contrario, aumentarán. Esa disputa entre el establishment, del que él es un fiel representante, y el ala progresista amenaza con desgastar su mandato y erosionar su poder.
La batalla será programática –Court Packing, cobertura de salud universal, y promoción de los derechos humanos en la escena internacional- y también por cargos en la nueva administración y, sobre todo, por la ansiada sucesión presidencial en 2024. Kamala Harris tendrá que batallar por la nominación con el grupo liderado por Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez (AOC), sin dañar a un débil Biden, pato cojo desde su primer día en el Salón Oval.
Donald Trump pierde terreno en estados demócratas: "Desaparecieron mágicamente, muy extraño"
El ex vicepresidente llegó para restablecer el orden liberal internacional liderado por los Estados Unidos y retrasar las agujas del reloj hasta el 8 de noviembre de 2016. Pero su sufrido parto presidencial, que profundizará la grieta, amenaza con el efecto contrario al buscado, acelerando la declinación de poder los Estados Unidos. El mundo previo a Trump parece un paraíso perdido.
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El Partido Demócrata también se debe un debate interno profundo. ¿Por qué perdió en 2016 a los trabajadores industriales del Rust Belt, su famosa Pared Azul? ¿Logró recuperarlos ahora Biden o esos votos seguirán estando en disputa? ¿Por qué muchos latinos en Florida y Texas optaron en esta elección por los republicanos? ¿Cómo harán los demócratas para recuperarlos, en momentos en que los trabajadores y las minorías perciben al partido como una elite cada vez más cosmopolita encerrada en grandes urbes, como Nueva York, y desconectada del resto del país?
Una victoria de Biden puede postergar esa discusión. Si no se aborda a tiempo, tal vez en 2024 sea demasiado tarde.