Aislado del mundo exterior, sentado frente a una mesa en el sótano de su casa en Wilmington, Delaware, toma el teléfono a primera hora de la mañana y comienza un raid interminable de llamadas. Vestido con un formal saco y una camisa, como si estuviera en su despacho del Capitolio, escucha un reporte sobre la crisis sanitaria de Estados Unidos provocada por el coronavirus; en la segunda llamada, lo aturde una cascada de cifras dramáticas: aumento del desempleo, paralización de industrias en todo el país, derrumbe del comercio internacional; en la tercera, tras un breve recreo para hacer gimnasia, repasa cuál será la legislación para reactivar Estados Unidos. En cuarentena desde mediados de marzo, sin ver a sus principales asesores y acompañado por su esposa Jill, Joe Biden diseña una atípica campaña para intentar derrotar a Donald Trump en las elecciones presidenciales del próximo 3 de noviembre.
El ex vicepresidente de Barack Obama planea las políticas expansivas y contracíclicas más ambiciosas desde Franklin Delano Roosevelt. La elegibilidad y moderación le dieron la victoria en las primarias demócratas, pero sólo la audacia y resolución pavimentarán su regreso a la Casa Blanca. “Creo que éste es probablemente el mayor desafío de la historia moderna. Puede que no empequeñezca, sino eclipse lo que FDR enfrentó”, declaró a la CNN hace un mes. Y, en un Zoom con donantes, fue aún más allá: “La gente se está dando cuenta de los cambios institucionales que podemos hacer, sin que nos convirtamos en un ‘país socialista’ o cualquiera de esas tonterías”.
En un excelente artículo en New York Magazine, el periodista Gabriel Debenedetti entrevistó a decenas de personas cercanas al candidato, a las que confió que el país enfrenta el mayor desastre económico desde 1930. “Biden ha estado ampliando sus propuestas políticas para que se correspondan con la magnitud de la crisis económica y sanitaria. Ahora está tratando de presentarse como el candidato mejor preparado para sacar a los Estados Unidos de un enorme agujero económico”, explicó a PERFIL.
Alejado del contacto con sus votantes, el veterano dirigente dialoga constantemente con Obama, que lo asesora sobre la estrategia de campaña, opina quién debe ser su compañera de fórmula y lo insta a unir a los demócratas detrás de su liderazgo. Biden cree que formar parte del establishment de Washington, abogar por el consenso bipartidista y la moderación, no alcanzarán para conquistar el poder. Por eso, comenzó a abrazar algunas de las propuestas de Elizabeth Warren, entre ellas la reforma a la ley de quiebras y el perdón a los préstamos universitarios. Si bien afirmó que los tests de coronavirus debieran ser gratuitos y accesibles para todos los estadounidenses, aún no se animó a impulsar la cobertura de salud universal que propone Bernie Sanders.
La elección está abierta y aún falta mucho para noviembre. Pero hay un dato insoslayable: Biden aventaja a Trump en la mayoría de las encuestas. Según el promedio elaborado por Real Clear Politics, el demócrata lidera en Wisconsin, Michigan, Pennsylvania y Florida, cuatro de los swing states claves para quedarse con la victoria. Los sondeos también revelan una sorpresiva paridad en Texas, un bastión republicano hasta hoy inexpugnable. Sin embargo, el antecedente de 2016, cuando ninguno de esos estudios predijo que Trump alcanzaría la mayoría en el Colegio Electoral, invita a la prudencia.
Según el consultor político Brad Bannon, Biden corre el riesgo de caer en la misma trampa que Hillary Clinton. “Ella estaba tan obsesionada con Trump que se olvidó de formular un mensaje consistente y una narrativa positiva para su presidencia. Para ganar, Biden necesitará ser más disciplinado”, explicó a este diario. “Necesita articular su propuesta para lidiar con la crisis del coronavirus. También, comunicar su visión sobre cómo será una nación post pandemia. Biden necesita enfocarse en Biden y dejar que Trump sea Trump”, agregó.
Acusaciones. En marzo, el demócrata fue denunciado públicamente por abuso sexual por su ex asesora en el Senado, Tara Reade. Biden negó la acusación y pidió que el Capitolio publique sus archivos para constatar si en 1993 ella había presentado una queja formal. “Desde su perspectiva, esta negación total es la respuesta apropiada. Pero su personal de campaña ha ido más allá, señalando inconsistencias en la historia de Reade. Biden está tratando de mantener el foco en otras cosas, como el manejo de Trump de la crisis del coronavirus y sus propias propuestas”, sostiene Debenedetti.
La denuncia de Reade se sumó a otro escándalo familiar que salpicó a Biden en el último año, cuando Trump presionó a Ucrania para abrir una investigación por corrupción contra él y su hijo, Hunter, un ex directivo de la empresa de gas natural ucraniana Burisma cuando Biden ocupaba la Casa Blanca. El presidente y los republicanos acusan al demócrata de tráfico de influencias, intentando erosionar su credibilidad y reputación.
Por ahora, el senador apuesta a capitalizar los errores no forzados de Trump. Tras difundir spots de campaña con declaraciones donde minimizaba la pandemia, recomendaba tratamientos con lavandina y luz ultravioleta, y auguraba que “milagrosamente” desaparecería, continuará con su actual estrategia: estudiar los pasos en falso de su rival desde el sótano de su casa, esperando el momento adecuado para asestar la piña del knock out.
Trump promete la vacuna para fin de año
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó ayer que espera tener una vacuna contra el nuevo coronavirus para final de año, a más tardar. “Estamos buscando tenerla para el final de año, quizás antes. Nos está yendo muy bien”, dijo el mandatario en los jardines de la Casa Blanca.
El republicano anunció que nombrará a Moncef Slaoui, ex jefe de vacunas de la farmaceútica GlaxoSmithKline, y al general del Ejército de cuatro estrellas Gustave Perna para dirigir la “Operación Velocidad de la Luz”.
Estados Unidos es el más afectado por la pandemia, con más de 86 mil muertos y casi un millón y medio de infectados. En tanto, la economía continúa en crisis. La producción industrial registró una caída histórica de 11,2% en abril. “Esta fue la mayor caída mensual en 101 años de historia de este indicador”, dijo la Fed, que explicó que muchas empresas cerraron o produjeron a un ritmo menor.
Las ventas minoristas cayeron un 16,4% en ese mismo mes, por el cierre obligado de muchos comercios por el coronavirus. La caída fue peor a la esperada en áreas como la vestimenta, los artículos para el hogar, la electrónica y los restaurantes y bares.