La corona de los reyes de Escocia reposa sobre el ataúd de la reina británica Isabel II en la catedral de Edimburgo, donde será exhibido durante veinticuatro horas en lo que constituye la primera fase del extenso funeral que terminará el 19 de septiembre.
Los restos de la monarca, fallecida el 8 de septiembre a los 96 años en Escocia, fueron llevados en una procesión desde el palacio de Holyroodhouse hasta la catedral de St. Giles, siguiendo los deseos de la propia Isabel II.
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El rey Carlos III y sus tres hermanos, Ana, Andrés y Eduardo, lideraron el cortejo hasta la catedral. Al ingresar, Alexander Douglas-Hamilton, duque de Hamilton y Brandon y principal duque de la nobleza escocesa, colocó la Corona sobre el féretro.
La corona, que pesa 1,64kgs, es el símbolo de soberanía de los escoceses. Su base fue realizada en oro escocés, incrustado con 22 gemas y 20 piedras preciosas extraídas de la corona anterior.
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La corona, que ningún monarca ha utilizado sobre su cabeza desde el siglo XVII, el cetro y la espada de los monarcas de Escocia son llamados ‘Honores de Escocia’ y fueron presentados a Isabel II en una ceremonia en St. Giles en 1953.
Junto a la corona le presentaron el Cetro, obsequio del Papa Inocencio Vlll a James IV en 1494, y la Espada del Estado, obsequiada a Jaime IV en 1507 por el Papa Julio II.
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La turbulenta suerte de las joyas reales escocesas
Las tres joyas estuvieron perdidas durante más de un siglo desde que se disolvió el Parlamento escocés en 1707. Se habían escondido en un sitio no revelado del Castillo de Edimburgo y, con el paso de las décadas y la pérdida de pistas sobre su ubicación, el misterio se acrecentó.
Finalmente, en gran parte por la intercesión de Sir Walter Scott, se obtuvo autorización del Príncipe Regente (más tarde Jorge IV) en 1818 para hacer una búsqueda intensiva de las joyas, que se encontraron en un cofre de roble dentro en una sala acorazada del castillo, envueltas en lienzos.
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La corona fue creada para el rey James V de Escocia (1513-1542) en 1540 a partir de una vieja corona dañada por el orfebre John Mosman. Después de quitar las piedras preciosas, la corona se fundió y se agregaron 41 onzas adicionales de oro escocés, 22 piedras preciosas y 68 perlas de agua dulce de los ríos de Escocia.
Las tres joyas se utilizaron como insignias de coronación por primera vez cuando ascendió al trono María Estuardo, de nueve meses de vida, en 1543. Posteriormente se usaron en las coronaciones de su hijo James VI en Stirling en 1567 y de su nieto Carlos I en 1633 en Holyroodhouse.
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A pesar del éxito de las fuerzas revolucionarias de 1650, Carlos II fue coronado como rey de Escocia en Scone, en lo que fue la última coronación de un monarca escocés. El líder revolucionario, Oliver Cromwell intentó reiteradas veces, sin éxito, capturar y destruir las joyas.
Durante la Segunda Guerra Mundial la corona, el cetro y la espada fueron escondidos una vez más y enterradas en 1941 en lugares separados como medida de precaución contra una posible invasión alemana. Una década más tarde, fueron presentados a Isabel II, quien nunca los utilizó.
Actualmente los ‘Honores de Escocia’ se exhiben en esa Sala de la Corona del castillo de Edimurgo y desde 1999 la corona es trasladada por el duque de Hamilton al parlamento cada vez que la reina Isabel II asistía a la apertura de las sesiones.
ds