La Cruz Roja alertó la gravísima situación que se vive en Mariupol, Ucrania por el ataque ruso. Allí viven 300 mil personas sin agua ni electricidad ni comida y “la gente está enfermando por el intenso frío”, según detalló Sasha Volkov, jefe de la oficina del organismo en esa ciudad.
"La gente ha encontrado maneras de recoger agua, el ayuntamiento distribuye botellas en algunos puntos, pero no es suficiente, muchos no tienen nada de agua para tomar", relató Volkov a través de una conversación que fue posible a través de un teléfono satelital perteneciente a la dependencia del CICR y cuyo audio fue difundido por Cruz Roja.
"Todas las farmacias y tiendas fueron saqueadas hace cuatro o cinco días. Algunas personas tienen comida, pero no estoy seguro cuanto va a durar. Muchos dicen que no tienen comida para los niños", continúa detallando. "Estamos empezando a caer enfermos, varios de nosotros, por la humedad y el frío. Intentamos mantener una higiene mínima, pero no siempre es posible", lamentó Volkov.
La ciudad de Mariúpol fue una de las ciudades más atacadas desde que empezó la invasión rusa a Ucrania y el pasado miércoles 9 de marzo se reportó un bombardeo sobre una maternidad. Paralelamente los corredores humanitarios fracasaron por los ataques de fuerzas rusas que violaron el cese el fuego temporal que es indispensable para estas operaciones.
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El delegado del CICR contó que "la gente ha empezado a atacarse entre sí por comida y algunos han arruinado el automóvil de otros para sacar la gasolina".
En la oficina de la Cruz Roja Internacional en Mariupol, hay un sótano destinado exclusivamente para niños pequeños y sus madres, pero los niños mayores de doce años y el resto de adultos duermen en las oficinas y allí el frío es acuciante. "Nos queda algo de combustible, con lo que hacemos funcionar los generadores para tener electricidad tres o cuatro horas al día. Intentamos dar electricidad a la gente de la calle para que carguen sus teléfonos, que usan como linternas", detalló.
Dentro de la oficina viven 65 personas, además de quienes vivían en el mismo edificio que también fueron sido acogidos. Este lugar no puede ser atacado, de acuerdo a las Convenciones de Ginebra, que establece las reglas mínimas en tiempos de guerra y la protección del personal humanitario.
“Hay una especie de mercado negro de verduras que está funcionando", contó Volkov y explicó que el resto de la comida que tienen proviene de las casas de la gente refugiada allí y de las casas de varios colaboradores que fueron alcanzadas por los bombardeos. "Compramos leña, que es muy valiosa, porque la necesitamos para cocinar. Cuando el agua se acabe, vamos a hervir agua del arroyo, así que estamos mejor con respecto a otros", concluyó.
RB cp