“La pirueta de Moro”, bautizó ayer la revista Veja la llegada del juez federal artífice del Lava Jato al gobierno de Jair Bolsonaro. Ese título resumió en pocas palabras la ambivalencia con la que la sociedad y la política brasileña reaccionaron luego que aceptara convertirse en el futuro ministro de Justicia y Seguridad de Brasil. Mientras gran parte del electorado de Bolsonaro aplaudió la decisión, entusiasmado por la posibilidad de que la cruzada anticorrupción recobre fuerza, partidos políticos opositores la cuestionaron en público y en privado, y aliados políticos guardaron silencio.
Según Míriam Leitão, columnista política de O Globo, la llegada al gobierno “genera innumerables dudas y polémicas”. “Moro abrió el flanco para muchas críticas. Ingresa a un gobierno que tiene una agenda que puede representar una amenaza a los derechos y garantías constitucionales y que gobernará con algunos de los partidos involucrados en casos de corrupción”, escribió ayer.
Folha de S. Paulo también expresó las reacciones ambivalentes de su paso a la política. “Los integrantes de diversos partidos, de izquierda a derecha, pasando por el centro, dicen que la elección del presidente electo para el Ministerio de Justicia fue vista como un intento de bloquear al Legislativo, como si el ahora ex juez fuera una espada en la cabeza de los parlamentarios”, publicó ayer Folha de S. Paulo, al describir la reacción de los políticos tradicionales ante la llegada del símbolo de la lucha contra la corrupción. “Los diputados y senadores recuerdan, sin embargo, que fuera del Poder Judicial, Moro quedará expuesto y será susceptible a citaciones de la Comisión Parlamentaria de Interrogación (CPI )”, agregó el diario paulista.
Ricardo Ismael, profesor de la PUC de Río de Janeiro, no cree que la designación quite credibilidad al Lava Jato, sino que “continuará el combate contra la corrupción”. “El impacto político es grande, en este momento favorable al presidente electo por tres razones principales: cumplió la promesa de campaña de apoyar la Operación Lava Jato, reafirmó el discurso de respetar la Constitución y las instituciones democráticas, apartando cualquier posibilidad de un camino autoritario; y la nominación favorece al gobierno porque Moro goza de enorme apoyo popular y del sistema judicial”, explicó a PERFIL.
“No creo que el hecho de que Moro haya sido nombrado ministro y haya aceptado cuestione la imparcialidad del proceso del Lava Jato”, concordó, por su parte, el politólogo Aníbal Pérez-Liñán, profesor de la Universidad de Pittsburgh. “Lo que sí creo es que resulta claro que fue una bandera política para un sector específico de la sociedad brasileña. Y que el proceso contra la corrupción nunca consiguió unificar a la sociedad, sino que la polarizó”, agregó.
El Partido de los Trabajadores (PT) denunció, una vez más, que Moro actuó con un sesgo político a la hora de condenar a su líder, Luiz Inácio Lula da Silva. Pero no todos compartieron ese diagnóstico. “La decisión del juez Moro de aceptar la invitación del presidente electo, Bolsonaro, no es para nada una metida de pata. En verdad, es la respuesta a un ataque que ideó el capitán de la reserva del Ejército, quien podría efectivamente poner en riesgo la continuación del Lava Jato”, consideró el analista internacional Manuel Martínez, quien agregó que “Bolsonaro sabe que el Lava Jato puede alcanzar a muchos políticos de su entorno y hasta a altos mandos de las Fuerzas Armadas”.
Superministro. Moro será, sin duda, una figura clave en el gobierno. Tendrá a su cargo la Policía Federal, que con sus 12 mil efectivos fue clave en los allanamientos del Lava Jato. Bajo sus órdenes también estará la policía encargada de la seguridad en las rutas de Brasil, y la política penitenciaria federal. Además, supervisará la Controladoría General de la Unión y el Consejo de Control de Actividades Financieras, órganos clave en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado. Según O Globo, velará por “dos temas sensibles para el gobierno de Bolsonaro: la situación de los indígenas y la de inmigrantes, como los venezolanos”.
“Bolsonaro puede haberse engañado al pensar que controlará al juez. El presidente electo está en manos de Moro”, opinó Martínez, quien no descartó las ambiciones del magistrado de competir, en el futuro, por la presidencia.
“No hay chance de que entre a la política”. El juez federal Sérgio Moro se desmintió a sí mismo, o, al menos, cambió de opinión en las últimas horas. El magistrado había descartado en varias entrevistas su incursión en la política partidaria. “¿Seguro que nunca va a participar activamente en política?”, le preguntó PERFIL el 26 de marzo de 2017, en una entrevista con Jorge Fontevecchia, CEO de PERFIL Network. “No estoy en condiciones de prever qué voy a estar haciendo dentro de diez años. Espero seguir en la magistratura. No hay ninguna chance posible de que yo entre a la política partidaria”, aseguró. Y agregó: “Mi papel es reforzar las instituciones y me siento como un magistrado y no como alguien pertinente a la política partidaria, y esto lo digo sin ningún demérito del político, que tiene un papel relevante en nuestra sociedad. Necesitamos buenos políticos, y los hay”, contestó por ese entonces. Consultado sobre si se jubilaría como juez, afirmó que “sí”.En otros diálogos con medios brasileños se había expresado en el mismo sentido. El propio Lula lo recordó este jueves con un tuit con la foto de una vieja portada de O Estado de San Pablo: “Jamás entraría en política”.