Algunos días antes de la reunión entre Mauricio Macri y el primer ministro británico, David Cameron, en Davos, un vocero del Foreign Office le comentó a PERFIL: “El Reino Unido no tiene dudas acerca de su soberanía sobre las Falkland Islands. Nos gustaría una relación bilateral más productiva con la Argentina, pero no a expensas del derecho de los isleños a elegir su propio futuro”. El mensaje no podría ser más claro: las señales de distensión no significan que exista ninguna disposición de Londres a dialogar sobre la cuestión Malvinas. En ese punto, la inflexibilidad británica es una política de Estado.
Macri habló de “comenzar una relación en la cual se pongan todos los temas sobre la mesa, bajo un mismo paraguas”. Aunque se lo suele asociar al ex canciller Guido Di Tella, el concepto de “paraguas de soberanía” ya había sido acuñado a fines de los ochenta por Dante Caputo, cuando el gobierno de Raúl Alfonsín y Londres intercambiaron una serie de non papers confidenciales a través de Washington que prepararon el terreno para la normalización del vínculo bilateral en 1989.
El embajador Lucio García del Solar, uno de los mayores expertos argentinos en el tema Malvinas, explicaba que el “paraguas” es un mecanismo por el que dos partes que se disputan la soberanía sobre un territorio acuerdan cooperar en otras áreas, sin perjuicio de que ello implique renunciar a sus posturas sobre dicha soberanía. Eso es lo que busca el gobierno de Macri. En la Cancillería explican que quieren trabajar en una “agenda multidimensional” que no se reduzca a Malvinas e incorpore temas como inversión, comercio y ciencia.
Pero el paraguas no siempre contiene la lluvia. Durante los noventa, la Argentina no sólo cooperó con el Reino Unido en asuntos ajenos a Malvinas, sino también en el intercambio de información científica para una explotación más eficiente de los recursos pesqueros y petrolíferos en las aguas en disputa, lindantes con el espacio marítimo argentino. La expectativa de Di Tella era que la distensión fuera un primer paso hacia un diálogo posterior sobre la soberanía, cosa que nunca ocurrió por la negativa de Londres. El kirchnerismo no sólo canceló la cooperación, sino que además promovió acciones legales contra empresas petroleras y pesqueras que operaron en Malvinas. Pero el resultado fue exactamente el mismo: el Reino Unido jamás accedió a hablar de soberanía.
El nuevo gobierno argentino aún no da detalles específicos sobre lo que hará en esta materia. Sin embargo, un funcionario que acompañó a Macri en la reunión con Cameron anticipó a este diario que el criterio grueso de “cooperación” también podría incluir el petróleo y la pesca, ya que “la idea es avanzar en todas las áreas en las que haya mutuo interés”. Quienes conocen del tema subrayan que la coordinación es necesaria para no sobreexplotar recursos, por ejemplo, especies migrantes.
Para el Reino Unido, esa cooperación siempre fue beneficiosa, pero nunca la retribuyó con una disposición a dialogar sobre la soberanía, tal como lo exige la Resolución 2.065 de la ONU. Y no hay ningún indicio de que esa postura vaya a cambiar. Luego del encuentro en Davos, un comunicado de Downing Street fue taxativo: “El primer ministro dejó claro que nuestra posición sobre las Falkland sigue siendo la misma y que el reciente referéndum fue claro acerca del deseo de los isleños de seguir siendo británicos”. Londres se ampara en el derecho de autodeterminación de los pueblos –cuya validez para el caso Malvinas es cuestionada– y en el referéndum de 2013 en el que los isleños votaron por la soberanía británica.
La estrategia del gobierno argentino para Malvinas se enmarca en una intención general de la canciller, Susana Malcorra, de profesionalizar la diplomacia y bajar el tono de la política exterior. Por esa razón se eligió a un experimentado diplomático para la embajada en Londres. Esta semana se oficializó la designación de Carlos Sersale di Cerisano, quien hasta ahora ocupaba la representación en Sudáfrica.
En la Cancillería describen a Sersale como “un embajador con mucha experiencia bilateral y multilateral y mucho conocimiento de la ONU”. También es un conocedor de la cuestión Malvinas. Durante su gestión en Pretoria, organizó conferencias bajo el título “Hacen falta dos para el tango” para difundir el reclamo argentino, y escribió artículos en los que criticó el “colonialismo en el siglo veintiuno”. Su colega Jorge Argüello aún recuerda el día en que ambos le explicaron a un auditorio sudafricano por qué no debían pedir Falkland Calamari, un plato muy popular en los restaurantes de Sudáfrica. Ahora, Sersale tendrá la misión de tender puentes con el impasible Foreign Office.
Laborismo: no es lo que parece
En los últimos meses se instaló la idea de que la oposición laborista a David Cameron promueve una negociación con la Argentina por la soberanía sobre Malvinas. Esto se debe a las declaraciones del nuevo líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, quien planteó la necesidad de un “diálogo sensato”. Sin embargo, la postura de Corbyn no parece ser mayoritaria dentro de su fuerza. Tras sus recientes declaraciones, un vocero del Partido Laborista habló esta semana con la radio de los kelpers y aclaró: “La política del Partido Laborista continúa siendo que el pueblo de las Falkland Islands tiene el derecho a determinar su propio futuro. En el referéndum de 2013, el abrumador consenso fue en favor de permanecer como británicos. Estamos comprometidos a sostener el derecho del pueblo de las Falkland a la autodeterminación, incluso asegurando la defensa de las islas”.