La pandemia del Covid-19 ha profundizado los problemas económicos a nivel doméstico de varias naciones, como también a escala global, y exacerbado importantes rivalidades a nivel geopolítico. En este delicado contexto, la Argentina debe navegar entre la recesión pandémica y la geopolítica, con extremadamente escasos márgenes de error.
En lo económico, Carmen Reinhardt, actual economista en jefe del Banco Mundial, señala que si la crisis financiera del 2008 afectó principalmente a 11 economías desarrolladas, la actual recesión pandémica impacta a todos los países al mismo tiempo, observándose una notable contracción económica. A su vez afirma que esta crisis afecta más a los segmentos más pobres dentro de cada país, y a los países más pobres dentro de la comunidad internacional. Agrega que la depresión pandémica ha llegado cuando los fundamentos económicos de varias naciones venían debilitándose, y que por ello la recuperación en estos países llevará tiempo. A nivel doméstico indica que lo prudente es que las condiciones económicas no empeoren, recomendando que continúen los estímulos fiscales. A su vez alerta sobre el peligro de confundir rebotes de la actividad económica con recuperación.
La propuesta china a Alberto Fernández que preocupa a Estados Unidos
Citando al historiador Henry Adams: “la política es la organización sistemática de los odios”, Reinhardt señala que ante la pérdida de trabajos, el cierre de empresas y negocios, y el fin de los ahorros, no hay ninguna garantía que los odios que genere esta recesión pandémica puedan ser canalizados de manera productiva por las clases políticas actuales. Esto puede reforzar la marea populista-nacionalista que observamos ya presente en varias naciones, lo que puede llevar a que crezca la desconfianza entre los miembros de la comunidad internacional, y al consecuente debilitamiento del sistema multilateral, con la correspondiente disminución de las expectativas económicas.
A medida que los números fríos de aumento de PBI señalan un repunte económico después de la primera ola de la pandemia —mientras surgen temores ante una segunda ola— vuelve a tomar cuerpo la discusión de que tipo de globalización es la más conveniente para los países en desarrollo como Argentina. El profesor de Harvard Dani Rodrik ha señalado los inconvenientes que genera la hiperglobalización — o integración profunda— , que reemplazó al sistema de Bretton Woods de postguerra.
Rodrik afirma que la agenda de la hiperglobalización ha sido el bajar los costos de acceso de flujos financieros, servicios y bienes a los mercados domésticos, y no necesariamente al desarrollo de las economías en desarrollo. Señala que las economías domésticas parecen estar al servicio de las finanzas globales, en vez de las finanzas globales estar al servicio de las economías domésticas. Agrega que las democracias tienden a debilitarse ante este sistema, que procura aislar a los funcionarios tomadores de decisión, de sus propios conciudadanos. Rodrik da como ejemplo las presiones de instituciones financieras internacionales — públicas o privadas— para que los países no controlen el flujo de capitales, una medida que ha probado ser traumática para naciones como Chile en 1982, o las del Asia Pacífico en 1997, ya que la salida instantánea de capitales especulativos, dado el volumen que representan versus las economías locales, son generalmente traumáticos. Para ponerlo en términos menos teóricos y más cercanos, podemos señalar la medida tomada por Nicolás Dujovne a principios de 2017, para liberar completamente el flujo de capitales, a pedido de “inversores” especulativos internacionales.
En este contexto, Rodrik propone el trilema político de la economía mundial, en el que considera que los siguientes tres factores — la hiperglobalización, el Estado nación y la democracia— , no se pueden dar en simultáneo en un país determinado. Y en consecuencia cada país debe optar por dos de ellos. Si se opta por la hiperglobalización y el Estado nación, cede la democracia. Si se eligen la hiperglobalización y la democracia, desaparece el Estado nación. Si se escogen el Estado nación y la democracia, se deja de lado la hiperglobalización. Rodrik propone entonces como solución mantener tanto la centralidad del Estado nación, como el de la democracia, y dejar de lado la hiperglobalización, adoptando un sistema global más flexible y solidario, en línea con lo que fue el sistema de Bretton Woods.
La pandemia ha exacerbado la competencia entre China y EE.UU
En lo geopolítico, la pandemia ha exacerbado la competencia entre China y EE.UU. Algunos especialistas locales procuran explicar esta contienda como una competencia entre dos variantes distintas del sistema capitalista, con China defendiendo una variante con mayor participación estatal. Pero este enfoque es limitado, ya que también se observa una competencia entre dos sistemas políticos y de valores radicalmente diferentes. Ante esto, el profesor de Harvard Joseph Nye afirma que EE.UU. debe volver a defender el sistema internacional que creó en su momento, junto a los valores liberales y democráticos, y no enfocar toda su estrategia internacional a ser una superpotencia más, compitiendo con China y Rusia en un mundo anárquico. A su vez, debería volver a procurar el apoyo de Europa, Canadá y las naciones democráticas del Asia Pacífico — con Japón a la cabeza— , que defienden tanto el sistema multilateral, como los valores liberales. En este sentido, Josef Joffe, editor del diario alemán Die Zeit, recuerda que la genialidad de EE.UU. fue crear un sistema internacional que avanzaba los intereses de múltiples naciones, mientras avanzaba también los propios.
El desafío actual es crear un sistema multilateral que incluya a regímenes autoritarios como el chino, mientras se defienden con firmeza los valores e intereses de las naciones democráticas, tanto desarrolladas como en desarrollo.