Los chicos querían explorar la cueva por solo una hora, una excursión informal para relajarse después de la práctica de fútbol, pero las aguas subieron. Entonces, treparon usando las manos para sentir las paredes en busca de un espacio de agarre que les permitiera llegar a un terreno más seguro y elevado. Esas huellas de manos fueron las primeras señales de dónde estaban los niños, qué habían hecho para escapar del agua y qué peligros enfrentarían los rescatistas en su misión de salvarlos a ellos y a su entrenador.
Historias. Los muchachos, que ahora se recuperan, y los rescatistas que los llevaron a un lugar seguro comienzan a compartir historias sobre los peligros y su supervivencia.
En el hospital del norte de Tailandia donde los niños y su entrenador están en cuarentena dijeron ayer que están básicamente sanos, salvo por algunas infecciones menores. Un psiquiatra dijo que su estado mental parece estar bien.
Los familiares, que hasta ahora solo se podían comunicar con ellos a través de una pared de vidrio, ya los ven cara a cara, aunque todavía no pueden tocarlos.
Banphot Konkum, padre de Duangpetch Promthep, de 13 años, dijo que su hijo, más conocido por su sobrenombre, Dom, le contó que los miembros del equipo no sabían que la lluvia había comenzado a caer después de que habían ingresado a la cueva, el 23 de junio. Pero la tormenta inundó el lugar y les impidió salir.
“Después de una hora, cuando quisieron salir, el nivel del agua estaba subiendo. Corrieron hacia dentro de la cueva para escapar del agua. El flujo era fuerte”, dijo Banphot.
“Vieron un pequeño pasadizo o un espacio para arrastrarse, por lo que todos cavaron un hueco para llegar a otro lugar, hasta que encontraron Nen Nom Sao”, dijo Banphot, refiriéndose a la pendiente arenosa en la que terminaron y donde fueron hallados. No había otro lugar adonde ir.
Banphot dijo que los 13 miembros del equipo rescatados entrarán a un monasterio para rendir homenaje a Saman Kunan, un ex comando de la marina tailandesa que murió mientras buceaba para colocar suministros esenciales a lo largo de la ruta de rescate. Convertirse en monje en un templo por al menos un corto período es una forma de hacer méritos en la tradición budista tailandesa.
“Estamos planificando la fecha, y lo haremos una vez que todas las familias estén listas”, dijo Banphot.
Llanto. Por su parte, la madre del miembro más joven del equipo, Chanin Wiboonrungruang, de 11 años, dijo a un periódico de Bangkok que su hijo le había contado que el equipo no tenía un motivo especial para llevar comida con ellos ya que solo planeaban un breve viaje a la cueva.
“Después de las primeras tres noches sin comida en la cueva, mi hijo sintió mucho hambre y lloró”, dijo Aikhan al Bangkok Post. “Dependían únicamente del agua que goteaba de la roca. Hacía mucho frío por la noche y estaba oscuro. Tenían que estar acurrucados juntos”, añadió.
La mujer agregó que su hijo, al que llaman Tun, le contó que el entrenador del equipo, Ekapol “Ake” Chanthawong, les dijo a los niños que meditaran para aliviar el hambre y ahorrar energía, y que eso los mantuvo calmados.