Mientras los detectives franceses trabajan, la fiscal de París, Laure Beccuau, dio los primeros detalles de una investigación que avanza a toda máquina. Tras el espectacular robo de las joyas de la Corona en el Louvre, valuadas en 88 millones de euros, Beccuau anunció que se levantaron más de 150 muestras de ADN, huellas papilares y otros rastros. Con cautela, la fiscal expresó que tienen "una pequeña esperanza" y se mostró optimista.
La clave está en el laboratorio. Beccuau explicó que, si bien los análisis "requieren plazos", son la "prioridad" de los peritos. Las respuestas, que llegarán "en los próximos días", podrían abrir vías de investigación claves, "especialmente si los autores estaban registrados" en las bases de datos policiales.

Pero no todo pasa por el ADN. La fiscal confirmó que la videovigilancia permitió continuar con la ruta de los autores "en París y los departamentos vecinos". Los investigadores están explotando "imágenes disponibles de cámaras públicas y privadas", incluyendo las de autopistas, bancos y comercios, aunque la policía se niega a revelar ese material para no entorpecer la cacería.
Es una carrera contra el tiempo. El deseo de la fiscalía es "arrestar a los autores lo antes posible para recuperar las joyas, antes de que les saquen las piedras y fundan los metales". En este punto, la espectacular cobertura mediática internacional del robo podría jugar a favor de los investigadores, limitando los movimientos de los ladrones y la posibilidad de "desarmar" las piezas por el momento.

Mientras la investigación avanza, el testimonio de una guardia que estaba en la Galería Apolo durante el golpe acelera la cuestión "Era un domingo muy tranquilo", recordó a la radio France Inter, "cuando de repente, oímos un ruido enorme, completamente inusual. Un ruido sordo, casi metálico". La guardia, que pidió anonimato, fue tajante: "Nadie puede estar preparado para eso".
La empleada, "muy experimentada" según la emisora, relató que entró a la galería y vio a "dos visitantes aterrorizados", antes de toparse con el horror: "Vi a uno de los delincuentes darse vuelta con algo que me pareció una motosierra". En ese instante, le gritó a sus compañeros que salieran, mientras otro daba la alarma por radio y evacuaban al resto del público.
El Louvre bajo la lupa: así fue el robo de joyas valuadas en más de US$ 100 millones
El plan que salió mal
La reconstrucción de los hechos revela que, si bien el golpe fue audaz, estuvo lejos de ser perfecto. Los ladrones usaron un montacargas robado para ubicarse frente al río Sena, rompieron un vidrio con una amoladora y, en solo 3 minutos, destrozaron las vitrinas. Sin embargo, en la fuga, abandonaron la corona de la emperatriz Eugenia, una de las piezas más valiosas, y dejaron el camión repleto de pruebas.
Un segundo guardia, de seguridad privada, fue quien descubrió que el plan de los ladrones se había frustrado. Llegó justo cuando huían en motos y notó un "fuerte olor a nafta". "Habían perforado el depósito de su camión. Había un soplete cerca, y era obvio que planeaban incendiarlo", declaró. La llegada de la seguridad los obligó a escapar a toda prisa, sin poder borrar sus huellas.

Fue este mismo guardia quien encontró la corona abandonada cerca del camión. "Le dije a la policía: 'Miren, hay algo ahí abajo. Era la corona de la emperatriz Eugenia'". Lejos de celebrar, el guardia relató que "no estaba saltando de alegría" porque "el objeto había sufrido". La presidenta del Louvre, Laurence des Cars, confirmó luego que la corona estaba "bastante dañada", aunque una "restauración delicada es posible".
Este guardia, que se encontraba bajo la pirámide de cristal cuando sonó la alarma, corrió a la Galería Apolo en dos minutos. El recuerdo de ese momento revela la tensión vivida: "Tenía una linterna metálica en la mano y pensé que tendría que defenderme". Su testimonio y las pruebas abandonadas sugieren que los ladrones, aunque se llevaron un botín millonario, fueron interrumpidos y su plan original fracasó.
TC / EM