Sonaron las alarmas en China. Dos cruceros de misiles guiados de la Séptima Flota de Estados Unidos, el USS Antietam y el USS Chancellorsville, pasaron ayer por el estrecho de Taiwán.
Un tránsito rutinario, adujeron, que erizó la piel del régimen de Xi Jinping, sensible ante cualquier movimiento extraño en la isla desde la controvertida visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, el 2 de agosto.
Varios navíos militares norteamericanos han atravesado el estrecho entre China continental y la isla, después de días de maniobras militares chinas de una envergadura sin precedente en aguas próximas a Taiwán.
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Estas incursiones provocaron indignación en China por considerarlas provocativas. En su afán por impedir el dominio de China sobre la isla, Estados Unidos ha incrementado sus despliegues navales en la zona marítima como parte de las denominadas operaciones de libertad de navegación.
Una ley internacional define las aguas territoriales como aquellas que se extienden 12 millas náuticas (22,2 kilómetros) desde la costa de cualquier país, razón por la cual envía regularmente sus embarcaciones a través del estrecho.
La Séptima Flota está basada en Japón y es una parte clave de la presencia naval de Estados Unidos en el Pacífico. Cuenta con entre 50 y 70 buques y submarinos, 150 aviones y más de 27.000 marineros e infantes de marina desplegados regularmente.
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Taiwán sufre la preocupación constante de una invasión de China, que considera la isla como parte de su territorio y sería susceptible de ser recuperada por la fuerza si fuera necesario.
China se opone a cualquier acción diplomática que pueda otorgar reconocimiento a Taiwán y ha respondido con una creciente contundencia a las visitas de funcionarios y políticos occidentales.
JL PAR