Camilo Tiscornia aseguró que el Gobierno debe implementar un sistema de flotación del tipo de cambio, aunque reconoció que puede ser "riesgoso" porque los "movimientos bruscos" pueden generar inflación. En diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), el economista explicó que la mejora de las expectativas y de la confianza permitió que indicadores como el riesgo país regresaran a niveles de comienzos de año, y afirmó que el principal desafío hacia 2026 será administrar con el frente cambiario y la acumulación de reservas. “no se puede controlar indefinidamente el tipo de cambio real, alto o bajo”, sostuvo.
Camilo Tiscornia es un licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina (UCA), posee una maestría en Economía por la Universidad Torcuato Di Tella (UDTD). Fue gerente de Análisis Macroeconómico en el Banco Central de la República Argentina. Se desempeña como profesor de Economía Monetaria y de Economía Argentina en la UCA. Es director de CIT Asesores Económicos, consultora que se especializa en análisis macroeconómicos y asesora sobre las principales economías de América Latina.
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¿Cuál es su balance económico sobre este 2025, que tuvo como una especie de montaña rusa a lo largo del año?
Sí, coincido con esta descripción de montaña rusa. El año arrancó de una forma bastante positiva. Creo que venía un impulso muy fuerte desde fines del 2024. Esto creo que entró un poco en crisis hacia el mes de marzo, que fue cuando empezó a haber especulación con que se iba a abandonar el famoso crawling peg que teníamos en aquel momento, que era que el dólar se movía al 1% por mes. En abril hubo el movimiento hacia el régimen de la banda de flotación.
El segundo trimestre fue un trimestre de transición, acomodándose ese nuevo esquema, con buena performance de la inflación durante ese segundo trimestre. Luego, en el tercero es donde hubo más problemas. Se complicó toda la parte política, la parte financiera, con el famoso desarme de las LEFIs.
El cuarto trimestre, sobre el final del año, después de las elecciones, muestra una tendencia a la recuperación, con lo cual el año termina en un clima bastante más positivo. Si uno toma este famoso indicador que se llama el riesgo país, vuelve a los niveles que hubo justamente a principios de año, fin del 2024, con lo cual es como si la montaña rusa terminara con una leve tendencia a la mejora, después de, yo diría, una mitad de año muy complicada.
Un colega suyo me decía que la mejor demostración de que la economía es una ciencia social es que, con las mismas reservas, con la misma inflación, con el mismo superávit fiscal, con el mismo déficit de cuenta corriente, el riesgo país era el doble y es la mitad ahora, y la gente ahora no compra más dólares. ¿Qué reflexión le genera la demostración de que lo más importante es la confianza?
Definitivamente el estado de confianza y las expectativas son un determinante crucial de lo que pase en los resultados económicos. Todas las acciones que nosotros vamos tomando día a día, que constituyen la economía en su conjunto, están basadas en gran medida en expectativas. Ahora, esas expectativas no surgen de la nada, sino que tienen que ver con cosas que van pasando en la realidad y que las personas utilizamos para tratar de anticipar lo que pueda ocurrir en el futuro.
Y lo cierto es que lo que se puso en tela de juicio y generó todo este descalabro fue justamente la expectativa de que, a nivel político, según cuál hubiera sido el resultado de las elecciones, a la larga lo que iba a terminar ocurriendo es que la política económica y tal vez el rumbo de la política en general podía ser uno u otro, y no solamente un poco distinto, sino muy distintos esos rumbos.
La reacción que hubo lo que muestra es que no es lo mismo la opinión que hay respecto de la política económica que venía implementando el Gobierno y que sigue implementando, que podrá tener cosas para corregir y todo, que lo que se creía que podía llegar a pasar si al Gobierno le iba mal en las elecciones. Se intuía algún tipo de vuelta al pasado, y la lectura que se hizo de ese eventual riesgo de vuelta al pasado fue muy negativa. Entonces, yo creo que eso es muy importante para tener en cuenta. Ese es el gran desafío que tenemos para poder mantener algún rumbo en el largo plazo: abandonar como sociedad que exista esa posibilidad de esa vuelta al pasado que ha sido tan negativa.
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¿Y cómo imagina usted entonces ahora este evento 2026 despejado, por lo menos como año electoral, de esas dudas?
Me parece que ya el despejar la parte política, pongamos por lo menos durante todo el 2026, recién en 2027 veremos qué pasa. Pero da la sensación de que el tema político se apaga, con la característica de que el Gobierno tiene mucho más poder político en general en el Congreso para poder llevar adelante su política económica. Es un tema muy importante al que se le suman aspectos muy interesantes como una buena cosecha, baja de tasas de interés en Estados Unidos, que esto favorece a los países emergentes. Entonces creo que eso me parece que es un condimento interesante para pensar en que 2026 pueda ser un buen año.
Obviamente que quedan desafíos, sin ninguna duda, a nivel financiero y a nivel cambiario. Me parece que es donde está siempre puesto el foco del asunto: la famosa discusión de si el tipo de cambio está a un nivel razonable o no, de si el Banco Central va a poder acumular reservas. Me parece que ese es el factor que sigue pesando, que viene pesando hace un tiempo, que estuvo presente en la incertidumbre que hubo antes de las elecciones y que creo que va a seguir pesando. La gran diferencia es que da la sensación de que el Gobierno parece tener más recursos de los que parecía que había antes de las elecciones, y eso creo que da margen de maniobra para evitar justamente escenarios disruptivos. Por eso creo que, en líneas generales, el 2026 tendría que ser un buen año. Cuán bueno dependerá de cómo se vayan gestionando estas cuestiones.
Ricardo Arriazu dijo que las bandas que se colocaron en el segundo trimestre fueron un error y que crearon la turbulencia, independientemente del riesgo eleccionario previo al riesgo eleccionario, y que ahora calificó de tontería menor la corrección del techo de la banda por la inflación de dos meses anteriores, y que su planteo es más de un dólar fijo, con una tablita fija. ¿Cuál es su propia opinión respecto de si ha sido correcto el sistema de bandas, si sería un extremo el que plantea Arriazu y si sería mejor uno que libere totalmente el dólar?
Yo personalmente soy más favorable a un tipo de cambio flotante. Arriazu tiene una opinión muy clara en cuanto a la famosa bimonetariedad de la economía argentina. Entonces, en su opinión, es como que la conexión que hay en la Argentina entre la evolución del tipo de cambio y los precios locales es muy fuerte, justamente por la bimonetariedad de la Argentina. Entonces, Arriazu es muy de la idea de que hay que manejarse con un tipo de cambio más bien estable. Yo creo que eso termina provocando problemas en la parte de la actividad económica.
Creo que hay que ir a un tipo de cambio flotante y es el rumbo al que el Gobierno quiere ir. Esto lo han dicho varias veces y por eso fueron por el camino de la banda de flotación. Lo que pasa es que flotar también tiene sus riesgos y evidentemente siempre que aparece el tema de flotar. En Argentina hay mucho miedo al cambio flotante, pero es el camino correcto. Entonces da la sensación de que a veces el Gobierno reacciona como está pidiendo Arriazu. De hecho, recordemos que el Gobierno, hasta que adoptó la banda de flotación, tenía el crawling peg, que es un control del tipo de cambio.
Yo creo que hay que ir por el lado de la flotación. Es más riesgoso en algún sentido, justamente porque los movimientos bruscos del tipo de cambio pueden generar inflación, pero yo creo que ese es el camino que hay que tratar de cultivar y creo que, con prudencia, hay que ir facilitando la flotación del tipo de cambio, justamente para evitar problemas en la actividad económica. Porque si el tipo de cambio queda muy atrasado, sabemos que eso termina provocando problemas en la Argentina.
En esta lógica, el Gobierno, que quiere flotar, tiene precaución al momento de flotar. Entonces, yo creo que la compra de reservas, que es un elemento muy importante para que la flotación pueda ser ordenada, el Gobierno lo va a ir dosificando y ajustando los momentos en donde parezca que en la economía hay ingreso de dólares. Las cosechas son los momentos importantes. El segundo trimestre, en particular, del año que viene va a ser un momento clave para ver ahí cómo el Gobierno gestiona esa abundancia de dólares que suele haber, que me parece que puede ser un momento interesante para ver cómo el Gobierno va calibrando esta flotación.
El núcleo de discusión con Arriazu, es si la Argentina tiene que tener un dólar alto, como cree Roberto Lavagna, o un dólar bajo. Arriazu tiene la idea de que el dólar de equilibrio es mucho menor que el que tenemos los últimos años, por la inestabilidad que hubo, y que se parece más al de principios del siglo pasado, cuando Argentina recupere con Vaca Muerta a pleno, la minería, el litio, el cobre y el complejo agropecuario. Ahora, ese dólar barato tiene un correlato económico. Significa la falta de competitividad de una parte importante de la producción argentina. ¿Usted se inclina más por un dólar más alto, como Lavagna, o un dólar más bajo, como el de Arriazu?
Ahí hay una discusión tal vez un poco más profunda que suele caer en una cosa muy teórica, que es en qué medida un gobierno puede elegir el tipo de cambio, si alto o bajo. La teoría económica le diría que no puede. La teoría económica diría que durante algún tiempo se puede elegir o forzar un tipo de cambio, ya sea para que sea bajo o sea alto, pero no en el largo plazo.
Generalmente, como ejemplo de un momento muy virtuoso de la Argentina, se menciona lo que pasó a principios de siglo, cuando el tipo de cambio era alto y claramente en aquel momento se intentó defender ese tipo de cambio alto, pero a la larga ese esfuerzo no funcionó porque lo que terminó pasando es que surgió inflación y, a pesar de que se hacían muchos esfuerzos para mantener el tipo de cambio alto, después terminó atrasándose el tipo de cambio porque surgió la inflación. Lo pongo como ejemplo de que no se puede controlar indefinidamente el tipo de cambio real, alto o bajo.
Entonces, yo en ese sentido coincido bastante con Arriazu en esta lógica de que, no pudiéndose controlar a la larga el tipo de cambio real, diríamos los economistas, yo creo que la Argentina, por todos estos factores que hablábamos de Vaca Muerta y compañía, va a ir en algún momento a un tipo de cambio real más bien bajo en términos históricos, con todos los problemas que usted estaba marcando para los sectores que no sean esos. Eso implica una reconversión productiva importante de la Argentina. Ahora, eso es algo que los economistas llamamos el largo plazo, que es difícil de cuantificar.
En el interín, por supuesto que hay margen para jugar y de golpe el tipo de cambio puede quedar un poco más alto, un poco más bajo, y ese juego hay que manejarlo y puede ser peligroso si se intenta forzar, creo yo, para cualquiera de los dos lados. Si se intentara forzar para arriba, porque va a surgir la inflación, y si se lo intenta forzar para abajo, porque la economía va a empezar a mostrar desempleo.
¿Cómo podría explicar cómo hizo China y cómo le discute Estados Unidos que durante muchos años, no solamente Trump ahora, mantenía artificialmente su moneda para que haya una competitividad, con su moneda muy baja en términos relacionados con su productividad?
El caso chino es un caso bastante particular, pero asociado a una enorme disponibilidad de mano de obra en el sector rural, a una economía que no tiene democracia, no tiene un montón de libertades. El gobierno chino ha ido gestionando para disponer de esa reserva de mano de obra, que implica una contención muy importante de los costos laborales. Disponer de gente que está en la parte rural poco productiva, que se va traspasando a la parte productiva más innovadora, a medida que es necesario, permite contener mucho los costos y justamente favorecer esa estrategia de mantener un tipo de cambio alto durante mucho tiempo. Creo que no es un caso parecido al de la Argentina.
Los últimos datos que hemos visto del mercado laboral en la Argentina, pese a que ya todo este 2025, que fue el año de la discusión acerca del tipo de cambio, no son tan malos en el sentido de que uno no se ve un aumento descontrolado del desempleo, como sí había pasado en algún momento de los noventa, y ese por ahí es el riesgo que, al menos por ahora, no pasó, pero que pudiera llegar a pasar si el tipo de cambio real quedara muy bajo. Entonces, creo que China no es referencia.
Además, está esta característica de que en la Argentina hay una tendencia muy rápida a que, cuando uno intenta, si el Gobierno intentara generar competitividad por la vía de tener un tipo de cambio más alto, la tendencia a que los precios aumenten es importante. Entonces, es una restricción adicional que tenemos porque encima estamos intentando luchar contra la inflación. Entonces, es como que al tipo de cambio le pedimos muchas cosas. Queremos que sea alto para dar competitividad, pero por otro lado querríamos que fuera bajo para aumentar el poder de los salarios y que se quedara quieto para que no hubiera inflación. No se puede hacer todo con el tipo de cambio.
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