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MODO FONTEVECCHIA
Votantes desencantados

Diego Reynoso: “Milei está peor que Macri en 2017, pero mejor que Alberto en 2021”

Para el politólogo, “el mapa político argentino podría evolucionar hacia tres tercios si emerge un tercer jugador que equilibre peronismo y antiperonismo”.

Diego Reynoso
Diego Reynoso | Cedoc

Según Diego Reynoso, la diferencia de Javier Milei respecto a otros referentes radica en la falta de alternativas con mayor legitimidad: “Hoy en Argentina, aparentemente, no parecería existir una alternativa con mayor legitimidad”. Además, el politólogo explicó que un sector del electorado se encuentra desencantado y sin representación. “El gran problema lo tienen los que se desilusionaron o jamás aprobaron el gobierno de Javier Milei”, sostuvo en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3),

Diego Reynoso es investigador independiente del CONICET, politólogo de la Universidad de San Andrés y doctor en Ciencias Sociales con especialización en Ciencia Política en Flacso México. Además, dirige el laboratorio de observación de la opinión pública y las encuestas de satisfacción política, tanto de la una como la otra de la Universidad de San Andrés.

Según informe reciente de la encuesta de satisfacción política de la opinión pública en la Universidad de San Andrés, Karina Milei es la funcionaria con mayor imagen negativa del gabinete nacional: 63% de negativas con apenas 19 de positivas. ¿Por qué cree que sucede esto justamente cuando es la armadora de los grandes triunfos de La Libertad Avanza? ¿Y cuánto esa insatisfacción con Karina Milei es, no sé si por ósmosis, un traslado de su propio hermano, el presidente?

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Me parece que es una buena forma de entenderlo. Ambos constituyen el liderazgo. Allí justamente yo hablaba de las tres características del liderazgo: visión para identificar demandas donde la gente no las ve, capacidad para organizar y capacidad para comunicar. Creo que Karina Milei cumple el rol del liderazgo en la fase dos. Aparentemente, todo lo que estamos viendo es que es la gran organizadora territorial de este partido, La Libertad Avanza, en un estilo muy a la tradición argentina: construir un partido desde el Estado. Todas las miradas negativas, probablemente lo sabremos después, cuando pase este tiempo y analicemos en profundidad estos años de Milei, que ella deposite quizá toda la negatividad de la sociedad al costado oscuro de los hermanos Milei.

¿Cómo esto repercutirá en las elecciones, tanto de septiembre como de octubre? O sea, el triunfo arrollador que espera el presidente de La Libertad Avanza en las elecciones de octubre, ¿usted cree que está lejos de producirse en función de esta insatisfacción que van detectando en estos estudios, o la insatisfacción finalmente cede frente a la idea de que no encuentran una alternativa mejor los votantes?

Ahí pasan dos cosas. Uno: Javier Milei no está tan bien para la elección de medio término como lo supo estar Mauricio Macri para la elección de medio término de 2017. Pero no está tan mal como lo estuvo Alberto Fernández para la elección de 2017. Por lo tanto, yo esperaría ahí un resultado intermedio entre los rendimientos electorales de Alberto Fernández y de Mauricio Macri. Dicho esto, Mauricio Macri sacó el 42% en la elección de medio término, Alberto Fernández sacó el 32% en la elección de medio término. Así que lo ubicaría, en términos generales nacionales, al partido de Milei en una situación intermedia, digamos. Quizá probablemente más cercana a los 40. Y pasa esto exactamente. El profesor Adam Przeworski decía que, para el cambio de régimen, en este caso lo aplicaría para el cambio de un gobierno, no solo alcanza con que la legitimidad del gobernante se erosione: se necesita también existir con mayor legitimidad. Y hoy en Argentina, aparentemente, no parecería existir una alternativa con mayor legitimidad.

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Puede ser que el mapa político lo ordenen grandes cataclismos que destruyen lo viejo y dan emergencia a lo nuevo. Cataclismos que pueden ser económicos, que pueden ser inclusive de orden natural. Y que un cataclismo en la Argentina, sin ninguna duda, fue la dictadura y la guerra de Malvinas, que parió el orden que llevó a Alfonsín a la presidencia. Otro cataclismo fue la propia hiperinflación que tuvo la Argentina a fines de los 80 y comienzos de los 90, que parió otra disrupción, como fue Menem con sus 10 años, inclusive con una estela que ganó las elecciones de 2003. Y otro cataclismo haya sido la salida de la convertibilidad, que todos lo reconocemos en 2001-2002, ese “que se vayan todos”. Pero el último cataclismo, que a lo mejor pasó más solapado por no ser un cataclismo político-económico, fue la pandemia. O sea, que no estábamos evaluando en su momento en la pandemia lo que estaba sucediendo desde el punto de vista político, no solo desde el punto de vista sanitario. ¿Es plausible una reflexión en este sentido?

Yo creo que se fueron acumulando temas, se fueron acumulando temas. Se fueron acumulando en un sector de la sociedad cierto rechazo a lo que nosotros conocemos como el progresismo y en otros países se llama las ideas “woke” y demás. Y la pandemia catalizó eso, sobre todo las cuarentenas, fundamentalmente. Catalizaron eso, esa sensación de asociar que esas ideas nos llevaron al extremo del encierro, y eso generó, sobre todo en un sector de la sociedad, en una generación en particular, y en el sector masculino en particular de esa generación, un rechazo muy fuerte a lo establecido. Y lo establecido varía de país en país. En el caso argentino fue ese sistema de partidos que había empezado a ordenarse de 2015 para acá.

Desde 2001, de ese shock, de ese crack que hubo a nivel social y económico, se reconfiguró el sistema de partidos en Argentina. Una mitad del electorado había recuperado su ordenamiento político-electoral, la otra mitad no. Con la llegada de Juntos por el Cambio en 2015 se reordena el sistema político en dos grandes coaliciones. Yo creo que la cuarentena tuvo algo que ver con esto. Pero también no solo fue un cataclismo externo: en gran parte esos cataclismos a veces suelen ser superados por la habilidad de los dirigentes, o sea, de manera endógena. Lo que me parece que no sucedió fue esto que nosotros como analistas estamos observando, pero que los dirigentes políticos que tienen que conducir los efectos de esos shocks no lograron conducir. Y acá estamos de nuevo, yo creo, en un momento de reconstrucción del sistema de partidos de Argentina.

Claudio Mardones: en la última encuesta de satisfacción política también usted se enfoca en otro aspecto, y es los que no van a votar. Un 35% que están hartos, un 33% escépticos y un 23% que consideran que nadie los representa dentro de la oferta electoral. Desde su experiencia, ¿se encuentra con la misma foto que ha pasado en otros momentos, especialmente con aquellos que no van a votar? ¿Identifica algunos cambios, especialmente a partir de esto que empieza a suceder como un anticipo: la baja participación en varios distritos electorales, especialmente en los desdoblados, y que multiplican ese interrogante? ¿Vendrá mucha menos gente a votar que en las elecciones anteriores?

En estudios muy particulares que estamos haciendo más localizados en provincia de Buenos Aires, yo esperaría que se repita el fenómeno que pasó en las provincias: que haya poca asistencia electoral. Obviamente, depende mucho de lo que hagan las élites, los dirigentes políticos, pero por lo visto no están haciendo nada. Claro, hay mucha incertidumbre, sobre todo con la especulación de a quién beneficia que no vayan. Y entonces, ante la duda, no queda muy claro qué incentivo poner al electorado. Pero para la elección de medio término yo creo que vamos a tener un nivel por encima del que estuvimos observando en todas las elecciones provinciales, pero decididamente por debajo del histórico de las de medio término en Argentina, que siempre es más bajo que las presidenciales.

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Y esto tiene una consecuencia con algo que hablamos en la primera intervención, y es que, básicamente, los que son decididamente votantes de Javier Milei van a ir a votar. El gran problema lo tienen los que o se desilusionaron o jamás aprobaron el gobierno de Javier Milei. Porque, según nosotros estamos en los estudios recabando, pareciera ser que una parte no encuentran, digamos, un espacio político que represente sus intereses, sus ideas frente al gobierno de Javier Milei. Pero tampoco están motorizados por el descontento. O sea, que en ese caso, esa porción que sería del 23%... estamos hablando de una porción de los que no van a votar, pero que no encuentran a nadie que los represente.

¿Qué puede llegar a pasar con ese voto?

Creo que no va a ir a votar el que no encuentra a nadie que lo represente. A no ser que el encuadre que tenga la elección, algún que otro evento que ayude a encuadrar mejor la elección, los alarme. Y me parece que de algún modo la hiperpolarización los empuje, por ejemplo. O que sea “si no hago nada es el caos” o “si no hago nada es el autoritarismo”. O sea, va a depender mucho de los relatos que predominen en la competencia electoral de acá a octubre.

Yo creo que no hay mucho margen para modificar el encuadre de apatía que hay hoy en la sociedad, pero esas cosas siempre son de último momento. Veo hoy con más capacidad de organizar ese encuadre a las usinas del gobierno que a la oposición, porque lo que le pasa a la oposición es que le falta bastante coordinación. Ha logrado coordinar listas, por ejemplo, y hasta por ahí no más. Porque si vos ves, las otras alternativas no peronistas se fragmentaron en muchísimos pedazos. Con lo cual es muy difícil que sectores que no pueden coordinar el armado electoral puedan coordinar el framing de una campaña.

Ayer nosotros debatíamos entre dos hipótesis, la de Durán Barba y la de Jorge Asís. Porque Asís sostiene que, después de un exceso de extremo, lo que viene es un “extremo centro”, que la transgresión va a ser la moderación, la nueva transgresión argentina va a ser la moderación. Y Jaime Durán Barba sostiene que, después de un transgresor como Milei, viene un transgresor en sentido opuesto. O sea, uno considera que el cambio es la transgresión en sentido opuesto y el otro considera que el cambio es la transgresión hacia la moderación, o sea, hacia el centro.

¿Es posible que el verdadero cambio, si en algún momento se produce en el mapa político, sea que deje de ser peronismo y antiperonismo para que pase a haber tercios y aparezca un tercer jugador que nuevamente juegue de equilibrio entre los dos? Es decir: si el antiperonismo lo representó primero el radicalismo, luego lo representó también el partido militar, el radicalismo, Juntos por el Cambio, ahora el antiperonismo lo representa La Libertad Avanza. ¿Y que se rompa esta antinomia peronismo-antiperonismo y que lo verdaderamente nuevo sea que hubiera tres tercios en la sociedad argentina de manera permanente?

La verdad que es muy difícil de saber qué va a pasar, Jorge.

Korsch decía que el mejor invento de Perón fue el antiperonismo.

Bueno, eso es necesariamente así, tal y como en la historia argentina ha devenido la confrontación política. A veces confrontación no democrática y a veces democrática, pero siempre ha tenido que ver con eso: con el peronismo con una propuesta hacia la sociedad, el resto tratando de oponerse a esa propuesta hacia la sociedad. El peronismo giró a la derecha, el peronismo giró a la izquierda. Ahora, lo que no sabemos es qué va a pasar con el peronismo. En eso podemos decir: sí, claro, eso lo sabe todo el mundo, o al menos es una respuesta conformista, muy poco aventurada. Yo veo al peronismo en una situación de grave crisis, pero lo he visto en los años de vida, y otros que tienen más años de vida que yo pueden decirlo mejor todavía: se ha visto reconfigurar muchas veces al peronismo y volver, con esa capacidad de ampliar mucho las mayorías, de ampliar y convencer a sectores que por ahí en algún momento no lo votaron. Yo creo que esa no es la situación del peronismo hoy.

Hoy, con un dirigente político de la provincia de Buenos Aires, me decía: “La lista fue una lista de reparto de tribus, pero no es el peronismo que vuelve a enamorar”. En eso está claro. Pero bueno, veremos qué pasa. Yo creo que la clave sería esa. Si vamos a ponernos un condicional para la predicción: si la merma de votos del peronismo en algún punto baja de los 30, yo creo que podríamos estar cerca de ese escenario en donde la sociedad no necesite tener que agruparse en contra del peronismo, una mitad contra la otra mitad. Porque eso de alguna manera, a los que se juntan por rechazo, los haría con mucha más comodidad poder plantear sus matices. Pero en Argentina hasta ahora no hemos podido ver a un partido de centro moderado que emerja electoralmente victorioso. Lo que sí sorprendió fue que Javier Milei, que en este caso vendría a ser el tercero en disputa en la última elección, pero no desde un lugar centrista, sino desde un lugar extremista, rompió esa barrera histórica hacia las terceras alternativas. Se coló en la presidencia y, desde ahí, armó un partido que aspira a ser una mayoría electoral. O sea, nuevamente armó el antiperonismo, la casta.

RM/ff