El periodista boliviano y exrepresentante de la Defensoría del Pueblo en Santa Cruz, Hernán Cabrera Maraz, analizó la forma en que se vivió el clima de miedo y represión durante la presidencia del sindicalista Evo Morales. Según explicó en el programa Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190), "la gente tenía miedo”, señaló, y trazó un paralelismo con gobiernos de otros países, como el kirchnerismo en Argentina y sus efectos sociales.
El periodista y escritor boliviano Hernán Cabrera Maraz, con más de 25 años de trayectoria en medios, trabajó en diarios como El Deber, El Día y La Estrella del Oriente. Se desempeñó entre 2010 y 2016 como representante departamental en la Defensoría del Pueblo de Santa Cruz, combinando su formación académica con el periodismo y abordando temas de derechos humanos, política y sociedad. Además, es autor de obras literarias como Gracias por el cuento (2005) y Desaparecidos (2006), en las que analiza la realidad social y humana desde una perspectiva crítica y reflexiva.
¿Podría hacernos una reseña sobre lo que sucedió en Bolivia en los últimos 20 años, por qué ascendió Evo Morales, luego cayó y casi se autodestruyó su partido, y qué significa la emergencia del nuevo líder de derecha?
La llegada de Evo Morales marcó un antes y un después en la historia de Bolivia. Durante años, el país enfrentó situaciones extremas con los gobiernos neoliberales de Gonzalo Sánchez, Víctor Paz, Jaime Paz y el general, el dictador que luego asumió la presidencia por votos. Ese período significó un duro ajuste para la población, pero al mismo tiempo se gestaba una energía popular, lo que René Zavaleta Mercado denomina “lo nacional popular”, que emergió lentamente y hace 20 años se consolidó con la aparición del MAS como partido alternativo frente a la derecha.
El MAS ganó ampliamente porque ningún partido había alcanzado un 64% de apoyo a un candidato, y Morales lo logró gracias a esa energía y descontento popular. No se puede negar que la historia de Bolivia estuvo marcada por marginación, discriminación, abuso de poder y corrupción. Había una esperanza de que el gobierno del exjefe de Estado boliviano a partir de 2006 cambiara radicalmente la historia y generara transformaciones importantes.
En su gestión hubo cosas buenas y malas, aciertos y errores, incluso delitos. Sin embargo, Morales, con la reforma de la Constitución Política del Estado en febrero de 2009, impulsó un empoderamiento de los derechos humanos; indígenas, campesinos y trabajadores se apropiaron del discurso político y lograron negociar con autoridades, incluyendo al presidente, sobre lo que querían y no querían. Esto quedó consolidado en las poblaciones rurales que no tenían poder.
Al mismo tiempo, sectores privilegiados se beneficiaron con las políticas de Morales y luego con la gestión de Arce. Pero el poder también desgasta, corrompe y requiere renovación, algo que se olvidó. Emergieron hechos de corrupción y violaciones de derechos humanos y de la Constitución. Aunque se había manifestado que Morales no debía reeligirse, se reformó la Constitución para permitirle cinco mandatos, generando un quiebre y una alerta entre la población: se estaban violando derechos y la Constitución que todos habían votado.
Además, por los hechos de corrupción, en 2019 Morales y Carlos Mesa ocuparon los primeros lugares y debía realizarse una segunda vuelta. Sin embargo, se constató un fraude electoral por la OEA, la Unión Europea y otros organismos, que minó la voluntad popular. Luego llegó la postverdad con la reinstalación del gobierno previo, durante un año, de la señora Jeanine Áñez Chávez, quien también cometió errores: su transición debía estabilizar políticamente el país y garantizar las elecciones generales, pero renunció tras recibir presiones, lo que provocó división y polarización en la derecha, incapaz de enfrentar la situación en 2020.
¿Se puede establecer algún paralelismo entre el empoderamiento generado por Morales y el kirchnerismo?
Tras la asunción del presidente Javier Milei en Argentina, se observó presión social de jubilados y trabajadores, además de un discurso de derechos de la mujer que favorecía a ciertos grupos. Coinciden sectores populares numerosos y empoderados, y ese empoderamiento no se puede revertir. La decadencia del MAS también vino por corrupción, como en Argentina o Brasil. Aquí, la corrupción se visibiliza y la población denuncia, algo que cambió respecto al miedo instaurado por Morales, quien cooptó justicia, sindicatos y marginó opositores al exilio.
El fraude electoral de 2019 evidenció que Morales no asumió plenamente su responsabilidad. Hasta hoy existen órdenes de aprensión por delitos sexuales, pero permanece libre, con control en zonas propensas al narcotráfico, donde ni fiscales ni policías se atreven a actuar. Hay privilegios y protección oficial, incluso del ejército. La violencia y el crimen en estas zonas son constantes, con ajustes de cuentas, secuestros y presencia evidente de narcotráfico. Esta situación marcó las elecciones del 17 de agosto y del 19 de octubre, donde se rechazó esta forma de hacer política.
Morales intentó boicotear elecciones, recurrir a la violencia y bloquear, pero el gobierno de Arce fue firme y no cedió. Actualmente, ha perdido estatura política dentro de su propio partido y está formando un nuevo movimiento para participar en elecciones municipales y departamentales; y ha demostrado ser un animal político, con estrategia y recursos suficientes para financiar movimientos y bloqueos previos a las elecciones. Cada día se pagaba a los bloqueadores con fondos de origen dudoso o cuentas privadas. Ese fue el escenario hasta las elecciones del 17 de agosto.
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